
La carrera política de Anahí González es de las más meteóricas no solo dentro de Morena, sino de prácticamente cualquier formación partidista.
Ni Roberto Borge acumuló un palmarés político en tan corto plazo como la cancunense.
De 2018 a la fecha ha sido regidora, dirigente estatal del partido, diputada federal y senadora. Por cierto, incluso estuvo a nada de ser candidata a alcaldesa suplente en 2021.
La hoja de servicios de la joven morenista es sorprendente.
Dos serían sus principales cualidades en esta relampagueante trayectoria:
Primero, Anahí siempre tiene sobre la mesa la condición de cofundadora de Morena. Sus cargos corresponden, en buena medida, a las cuotas que se asignan a quienes fundaron el partido, grupo en el que también figuran nombres como Humberto Aldana y Alberto Batún.
Segundo, establece un consenso entre los liderazgos de Rafael Marín, el llamado “padre fundador” de Morena-QR, y la gobernadora Mara Lezama. Por eso fue dirigente estatal en una etapa convulsa del partido, cuando había al menos cuatro corrientes que ya olfateaban la gubernatura.
Se podría decir que la exdiputada federal es algo así como un puente entre Marín y Mara.
Pero, como en Morena las cosas cambian, rumbo al 2027 se han formado dos bloques cada vez más definidos y hasta compactos.
Precisamente en este escenario ha tomado fuerza su nombre como parte de las negociaciones de Rafael Marín, quien encabeza al morenismo duro en la interna guinda. Se dice que Anahí González es una de las propuestas para la presidencia municipal de Benito Juárez, una contienda para la cual el marismo tiene una muy larga fila de “tiradores” y en la que también el verde tiene “vela”.
Pero ahora, Anahí tendrá que tomar una definición.
El escenario está polarizado y ya no aplica, como antes, tener dos jerseys en el interescuadras verdi-guinda.