
Tanto del lado naranja como del lado rojiamarillo, se han acelerado las pulsaciones rumbo a una eventual alianza entre Movimiento Ciudadano (MC) y el Partido del Trabajo (PT).
Por un lado, MC se ha convertido en la principal opción opositora, aunque más por “méritos” del PAN —ese partido que en el Caribe mexicano es parte vergonzante de la 4T— que por logros propios.
En paralelo, el PT está cada vez más confrontado con Morena, tanto a nivel nacional como local. De hecho, en el petismo caribeño todavía no se digiere que el bipartito los haya dejado fuera de la Jugocopo, y que en los hechos sean el patito feo de la 4T en Quintana Roo.
Tanto en MC como en el PT no ven con malos ojos una alianza. Dos es mejor que uno, y ya hay cuentas —quizá un tanto alegres— sobre los beneficios de ir juntos. Con base en los resultados de las elecciones pasadas, una fórmula MC-PT podría ganar Othón P. Blanco (Chetumal), Tulum, José María Morelos y, claro, Lázaro Cárdenas. Incluso podrían obtener un tercio de las curules en el Congreso local, comprometiendo la mayoría calificada de Morena.
Pero hay un detalle que no entra en esas cuentas: la variable del candidato. Porque en Quintana Roo, más que las siglas, el perfil arrastra.
Todo suena muy bien, pero también hay desconfianzas y, sobre todo, el temor de que los amarres nacionales terminen imponiéndose a la lógica local. Aun así, la alianza está en el ánimo de emecistas y petistas caribeños.