
El muro flota: Trump desafía a la justicia con una nueva barrera en el río Bravo
A las orillas del río Bravo, el conflicto migratorio entre México y Estados Unidos toma una nueva forma: una línea flotante de boyas. Donald Trump, en su regreso a la escena política, impulsa un muro de 27 kilómetros que desafía no solo las corrientes del río, sino también a la ley.
Trump regresa al muro: ahora en forma de boyas flotantes
Una nueva estrategia en la frontera sur
El expresidente Donald Trump, a través de su equipo y con apoyo estatal, prepara la instalación de un muro flotante de 27 kilómetros en el río Bravo, en el sur de Texas.
La noticia, confirmada por el Washington Examiner, resucita el debate sobre políticas migratorias restrictivas y pone en el centro la tensión entre poderes en Estados Unidos.
La idea, que ya se contemplaba durante la primera administración de Trump, no se concretó entonces, pero ahora avanza con fuerza. De acuerdo con Tom Homan, zar fronterizo de la Casa Blanca, las boyas “son un excelente concepto”.
El gobernador texano Greg Abbott fue quien las desplegó primero a nivel estatal, y ahora, con datos en mano, se afirman como una herramienta “eficaz” para frenar cruces irregulares.
“Las barreras fronterizas, como los muros y las boyas, funcionan. Los datos lo demuestran”, sostuvo Homan.
¿Qué son las boyas flotantes y por qué causan tanta polémica?
Tecnología, simbolismo y legalidad
Las boyas flotantes son esferas grandes interconectadas que se colocan sobre el cauce del río, diseñadas para impedir el paso de migrantes.
Su instalación no requiere construcción sobre tierra, lo que las vuelve útiles en tramos de difícil acceso. Sin embargo, su simbolismo y efectos humanitarios las hacen altamente controvertidas.
Organizaciones de derechos humanos han advertido sobre el riesgo de que las boyas causen ahogamientos, lesiones o empujen a migrantes hacia rutas aún más peligrosas.
Además, su instalación se da en un contexto legal adverso para Trump, pues un juez federal evalúa acusarlo de desacato criminal por deportaciones ilegales.
La justicia federal vs. la política migratoria de Trump
Un posible juicio y el caso Ábrego
El juez James Boasberg encontró “causa probable” para declarar que la administración Trump incurrió en desacato, tras violar una orden judicial al deportar a 261 personas a El Salvador el 15 de marzo, incluyendo a Kilmar Ábrego García, de 29 años.
Este salvadoreño había recibido en 2019 un fallo favorable para permanecer en EE.UU., sin embargo, fue enviado al Cecot, la prisión de máxima seguridad promovida por Nayib Bukele.
El caso es emblemático: no solo representa un error administrativo, sino también un posible arreglo político entre Washington y San Salvador.
“Nos deshicimos de una persona peligrosa”, declaró Homan, al insinuar sin pruebas que Ábrego está ligado a la MS-13.
La declaración contrasta con la postura del senador demócrata Chris Van Hollen, quien viajó a El Salvador para exigir su liberación. El gobierno de Bukele, sin embargo, negó incluso la posibilidad de que el legislador hablara con el detenido.
¿Puede un muro de boyas resolver la migración irregular?
Entre la narrativa de fuerza y la crisis humanitaria
Las autoridades federales y estatales en EE.UU. han insistido en que las barreras físicas disuaden los cruces ilegales. Pero expertos migratorios cuestionan esta narrativa, argumentando que los factores que empujan a las personas a migrar —violencia, pobreza, persecución— no se resuelven con obstáculos.
Además, el río Bravo es históricamente uno de los puntos más letales para los migrantes. La instalación de boyas no solo pone en riesgo vidas, sino que también tensa las relaciones diplomáticas con países de origen y tránsito.
Texas, epicentro del experimento
Abbott y la estrategia local
El gobernador republicano Greg Abbott ha sido pionero en utilizar boyas para reforzar su programa Operation Lone Star, con el que militariza la frontera texana. En ese contexto, Trump retoma y escala la estrategia, ahora con un muro flotante federal.
Este movimiento consolida la alianza entre Trump y los gobernadores conservadores, quienes han impulsado políticas fronterizas duras como parte de su plataforma electoral. Sin embargo, también aumentan los litigios con el gobierno federal y con organizaciones defensoras de derechos humanos.
¿Qué sigue? Riesgos políticos y consecuencias legales
Elecciones, juicios y migración como eje
El anuncio del muro de boyas se da en un contexto donde Trump busca fortalecer su perfil de “mano dura” ante la inmigración, una de sus principales banderas de campaña rumbo a 2024. Pero el movimiento también expone a su administración a nuevas demandas y al escrutinio de la Corte Suprema.
El caso de Kilmar Ábrego podría escalar en cortes internacionales si no se garantiza su debido proceso. La presión sobre Bukele también crece, justo cuando su gobierno se promociona como aliado estratégico de Washington en temas de seguridad.
La combinación de un muro flotante y un fallo judicial ignorado evidencia un patrón: la voluntad de Trump de actuar por encima de los contrapesos institucionales, lo que reaviva temores democráticos y acentúa la polarización política en Estados Unidos.
Un muro que no toca tierra, pero deja huella
La instalación del muro de boyas en el río Bravo marca una nueva etapa del conflicto migratorio. Aunque no sea de concreto ni acero, el mensaje es igual de contundente: cerrar el paso, a toda costa.
Pero esta vez, el precio podría ser más alto. No solo en vidas humanas, sino también en legitimidad institucional.A medida que se acercan las elecciones, y con procesos judiciales pendientes, Trump parece dispuesto a tensar los límites legales para imponer su narrativa.