El 19 de agosto de 2025, el Tren Maya sufrió un percance en Izamal, Yucatán, cuando un vagón se salió de las vías. Este incidente, aunque sin heridos, no fue un hecho aislado: es el síntoma predecible de los fallos sistémicos del Tren Maya que han definido este megaproyecto desde su origen.
El incidente de izamal: Un síntoma de males profundos
El 19 de agosto de 2025, a las 13:48 horas, el Tren 304, que cubría la ruta de Cancún a Mérida, sufrió un percance al ingresar a baja velocidad en la estación de Izamal, Yucatán. Uno de sus vagones se salió de las vías y colisionó con el Tren 307, que se encontraba estacionado. Aunque no se reportaron heridos y los pasajeros fueron evacuados y trasladados a sus destinos en autobuses, el incidente manifestó las fallas fundacionales que han definido al Tren Maya desde su concepción.
La versión oficial: Entre la negación y la evidencia visual
La respuesta oficial buscó minimizar la gravedad del suceso. El director general del Tren Maya, Óscar David Lozano, insistió en que no se trató de un «descarrilamiento», sino de un «percance de vía» ocasionado por una «anomalía». Según su versión, un aparato de cambio de vía se movió «intempestivamente» sin intervención humana.
Esta elección semántica contrasta agudamente con la evidencia visual capturada por los pasajeros, que muestra claramente un vagón fuera de los rieles. La insistencia en un término técnico menos alarmante no es una cuestión de precisión, sino una estrategia calculada de relaciones públicas. Reclasificar un fallo de seguridad evidente como un problema técnico menor busca desviar la responsabilidad y atenuar la percepción pública de un proyecto plagado de problemas. Este control del lenguaje es una extensión de un patrón más amplio de control sobre la supervisión legal y ambiental.
Deficiencias sistémicas y un patrón de fallas
El incidente de Izamal está directamente vinculado a las deficiencias sistémicas del proyecto. El propio director admitió que los cambios de vía se operaban «de forma manual» con «garroteros» debido a la falta de un sistema de señalización automatizado completamente funcional. Esta confesión revela que una de las obras de infraestructura más costosas de la historia reciente de México opera con tecnología incompleta, sacrificando la seguridad por cumplir con plazos políticos.
Además, este no es un evento sin precedentes. Fue el tercer descarrilamiento grave desde la inauguración del tren, siguiendo a los ocurridos en Tixkokob, Yucatán, en marzo de 2024 —atribuido a una «inadecuada fijación manual de tornillos» en un cambio de vía— y en Bacalar, Quintana Roo, en enero de 2025. Se ha establecido un patrón inequívoco de fallas relacionadas con componentes básicos de las vías y operaciones manuales precarias.
El descarrilamiento de Izamal, por lo tanto, sirve como una poderosa sinécdoque del megaproyecto en su totalidad. Encapsula las consecuencias de priorizar un calendario político sobre los protocolos de ingeniería y seguridad, la disonancia entre la retórica oficial y la realidad operativa, y la existencia de profundos defectos estructurales —»vicios ocultos»—. Este análisis forense investiga los defectos sistémicos de construcción, el desfalco financiero, el costo humano y la devastación ambiental, todo ello habilitado por una estrategia deliberada de evasión legal y regulatoria.
La anatomía de una construcción defectuosa
Un análisis forense de la ingeniería y geología del proyecto demuestra que su integridad estructural está comprometida por una combinación de condiciones ambientales de alto riesgo, conocidas de antemano, y prácticas de construcción deficientes que fueron toleradas y, en algunos casos, fomentadas por la corrupción.
Un cimiento de arena: La apuesta geológica sobre terreno kárstico
La decisión de construir un ferrocarril de alta velocidad y carga pesada sobre la geología única y frágil de la Península de Yucatán no fue un error de cálculo, sino una apuesta consciente contra la ciencia y la ingeniería.
La península es una plataforma de roca caliza (carbonato de calcio) porosa, cuya consistencia en algunas zonas ha sido descrita como tan frágil como el «mazapán». Esta geología carece de ríos superficiales porque el agua de lluvia se filtra directamente a un vasto e interconectado sistema de ríos subterráneos, cuevas y cenotes que conforman el Gran Acuífero Maya. La propia Manifestación de Impacto Ambiental (MIA) del proyecto, junto con innumerables advertencias de la comunidad científica, identificó una alta probabilidad de riesgos geológicos, incluyendo colapsos y hundimientos, particularmente en el Tramo 5 Sur.
La decisión de proceder a pesar de esta abrumadora evidencia representa una normalización del riesgo catastrófico en aras de la conveniencia política. Los riesgos no eran desconocidos; estaban documentados. Sin embargo, el gobierno optó por enmarcarlos como un mero desafío de ingeniería que podría superarse con más concreto y acero. La solución implementada —la instalación de miles de pilotes de concreto para sostener un viaducto elevado en el Tramo 5— es en sí misma una admisión de la inviabilidad del terreno. Este método no elimina el riesgo; lo transfiere a una estructura de alto mantenimiento donde el fallo de unos pocos soportes podría comprometer todo el sistema. La construcción ha perforado directamente estos frágiles sistemas de cuevas, causando daños irreversibles y contaminando el acuífero con derrames de cemento. Las vibraciones constantes del tren en operación están diseñadas para acelerar el proceso natural de disolución y fractura de la roca, aumentando la probabilidad de un fallo catastrófico del terreno en el futuro. El Estado, a sabiendas, ha construido un activo de alto riesgo, transfiriendo las consecuencias a largo plazo al público y a futuras administraciones.
«Vicios ocultos»: Un catálogo de defectos latentes
La prisa por construir, combinada con una supervisión laxa y una presunta corrupción sistémica, ha dejado un legado de defectos de construcción que comprometen la seguridad en toda la línea férrea. Una investigación detallada de Fábrica de Periodismo identificó siete «vicios ocultos» críticos que actúan como bombas de tiempo estructurales:
- Fijaciones de mala calidad: Se ha documentado el uso de tornillos y pernos de calibres incorrectos, muchos de los cuales se han encontrado flexionados o rotos. Este fallo fue la causa directa del descarrilamiento de Tixkokob en 2024.
- Cimientos inestables: El uso de «sascab», un agregado de piedra caliza local, para las plataformas de las vías en el Tramo 4 es problemático. Este material se expande y contrae con la humedad, degradándose con la lluvia y causando inestabilidad en la base de las vías.
- Rieles ondulados: Como consecuencia directa de la inestable base de sascab, los rieles en el Tramo 4 ya presentan deformaciones y ondulaciones, lo que exige un mantenimiento constante y costoso para prevenir futuros accidentes.
- Balasto de calidad inferior: Se ha utilizado balasto (la cama de roca triturada que soporta las vías) de diferentes tipos y calidades a lo largo de la ruta. En algunas secciones, se ha empleado un material que es hasta cinco veces inferior a la norma requerida, un problema directamente vinculado a una trama de corrupción.
- Durmientes fracturados: Los durmientes de concreto, que anclan los rieles, muestran fracturas prematuras. Esto se atribuye a una combinación de materiales de mala calidad, la inestabilidad del terreno y las tensiones generadas por el peso y la vibración del tren.
- Acero «inoxidable» que se oxida: Rieles y abrazaderas que debían ser de acero inoxidable presentan una oxidación significativa, lo que indica una sustitución de materiales y un posible fraude en la cadena de suministro.
- Cimentación excesiva y dañina: En el Tramo 5, la cimentación de miles de pilotes se realizó de manera estandarizada, sin tener en cuenta la compleja geología subyacente. Esto ha resultado en la destrucción de sistemas de cuevas y, en algunos casos, en cimientos defectuosos donde el concreto se ha filtrado en el acuífero, dejando el acero de refuerzo expuesto y comprometiendo la integridad estructural de los pilotes.
Estos defectos no se limitan a las vías. Puentes construidos en el municipio de Othón P. Blanco ya presentan fallas estructurales y un deterioro prematuro, atribuido por la Cámara Mexicana de la Industria de la Construcción (CMIC) a la prisa en la construcción, cálculos estructurales inadecuados y la falta de análisis geotécnicos apropiados.
El mando manual: Tecnología y pruebas sacrificadas por la velocidad
El Tren Maya representa una inversión de la lógica de la ingeniería. En lugar de que un diseño final, basado en estudios exhaustivos, diera paso a la construcción, las pruebas y la operación, fue una fecha de inauguración políticamente inamovible la que dictó un proceso de construcción apresurado e improvisado sobre un diseño en constante cambio.
Esta inversión del proceso es la causa fundamental de casi todos los problemas del proyecto. Explica los «vicios ocultos» (sin tiempo para un control de calidad adecuado), los sobrecostos (rediseños constantes y desafíos imprevistos), el daño ambiental (sin tiempo para una evaluación adecuada) y los fallos operativos (sin tiempo para pruebas rigurosas). El proyecto no fue diseñado y luego construido; fue políticamente forzado a un estado de operación prematura y precaria.
La evidencia más flagrante de este sistema incompleto es la admisión de que los cambios de vía se operan manualmente. Esta práctica, más propia de un ferrocarril del siglo XIX, contradice directamente las especificaciones técnicas del proyecto, que exigen control y señalización automatizados para garantizar la seguridad a velocidades de hasta 160 km/h. El proyecto fue inaugurado en diciembre de 2023 con un calendario de pruebas extremadamente comprimido. Las más de 45 fallas operativas documentadas entre la inauguración y agosto de 2025 son el resultado directo de esta falta de pruebas rigurosas.
Peor aún, todo el sistema de control de calidad fue presuntamente saboteado por la corrupción. Grabaciones de audio revelaron una trama en la que participaban allegados a los hijos del expresidente para sobornar a un laboratorio y así aprobar balasto de calidad inferior sin las pruebas adecuadas. En una de las conversaciones, uno de los implicados bromea sobre las posibles consecuencias: «Ya cuando se descarrile el tren pues va a ser otro pedo». Esta declaración encapsula un desprecio deliberado por la seguridad pública que permeó la cadena de suministro del proyecto.
Los costos no contabilizados: Vidas, dinero y ecosistemas
El verdadero costo del Tren Maya trasciende con creces su presupuesto inflado. Se mide en vidas humanas perdidas, en un erario público desangrado por la ineficiencia y la corrupción, y en un ecosistema único e irremplazable sacrificado en el altar de la voluntad política.
El costo humano: Una estela de fatalidades y negligencia
La construcción acelerada del Tren Maya se ha cobrado un alto precio en vidas humanas, tanto de los trabajadores que lo construyeron como de las comunidades indígenas cuyos derechos fueron vulnerados.
Cifras oficiales reconocen al menos 64 muertes de trabajadores, aunque informes detallados de organizaciones de la sociedad civil documentan al menos 48 muertes y 31 lesiones graves entre diciembre de 2018 y febrero de 2024. Otras fuentes elevan la cifra a más de 60 fallecidos. Las causas de muerte —colisiones de vehículos, aplastamientos por maquinaria pesada, caídas desde estructuras, golpes de calor e infartos— apuntan a fallos sistémicos en la seguridad laboral. Muchos de los trabajadores eran temporales y laboraban en condiciones precarias, sin acceso a protección adecuada, hidratación o instalaciones de descanso. A pesar de la alarmante cifra de muertes, no se ha encontrado evidencia de que se hayan impuesto sanciones a las empresas constructoras o a las autoridades responsables.
Paralelamente, el proyecto ha avanzado vulnerando los derechos de los pueblos indígenas. Expertos en derechos humanos de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) han advertido que el proceso de consulta no cumplió con los estándares internacionales de consentimiento libre, previo e informado, ya que a las comunidades no se les proporcionó información completa sobre los impactos del proyecto antes de solicitar su aprobación. El proyecto ha provocado el despojo de tierras, desplazamientos forzados y la militarización de territorios indígenas, mientras que los defensores de los derechos humanos que se han opuesto han enfrentado amenazas y ataques.
El abismo financiero: De proyecto de austeridad a desfalco multimillonario
Anunciado como un pilar del desarrollo regional con un costo austero, el Tren Maya se ha transformado en un agujero negro financiero, marcado por sobrecostos exorbitantes, irregularidades documentadas y una inviabilidad operativa que garantiza pérdidas perpetuas para el Estado mexicano.
El presupuesto inicial del proyecto se estimaba entre 120,000 y 150,000 millones de pesos. Sin embargo, el costo final se ha disparado a más de 540,000 millones de pesos, lo que representa un sobrecosto superior al 228%. Este aumento descontrolado se atribuye a una planificación deficiente, constantes cambios de ruta, inflación y, como sugieren las auditorías oficiales, irregularidades generalizadas.
La Auditoría Superior de la Federación (ASF) ha descubierto un patrón de mala gestión financiera. La revisión de la Cuenta Pública 2022 detectó posibles daños al erario por 785 millones de pesos. La revisión de 2023 fue aún más contundente, identificando más de 1,257 millones de pesos en posibles pagos en exceso, de los cuales 900 millones correspondían a contratos gestionados por FONATUR y 356 millones a tramos construidos por la Secretaría de la Defensa Nacional (SEDENA). Las irregularidades específicas incluyen pagos por obras no realizadas, uso de materiales de calidad inferior a la pagada, adquisición de terrenos que nunca se utilizaron para el proyecto y la falta de planes ejecutivos para la construcción de estaciones.
Operativamente, el tren es un fracaso financiero. En el primer semestre de 2025, generó ingresos por solo 525 millones de pesos, una cifra que no cubre ni el 10% de sus costos de operación. Se estima que el proyecto pierde 7 millones de pesos diarios y registró pérdidas operativas de más de 1,200 millones de pesos en 2024, sin contar los subsidios estatales. La demanda de pasajeros está muy por debajo de las proyecciones, con una ocupación promedio de apenas el 28% en la primera mitad de 2025. Además, solo el 6% de los pasajeros son turistas extranjeros, lo que socava la justificación principal del proyecto como motor del turismo internacional.
Métrica Financiera | Valor |
Presupuesto Inicial (2018) | $150,000 Millones MXN |
Costo Final (2025) | $540,000 Millones MXN |
Sobrecosto | >280% |
Ingresos (1er Semestre 2025) | $525 Millones MXN |
Pérdida Operativa (2024) | $1,223 Millones MXN |
Pérdida Diaria Estimada | $7 Millones MXN |
Ocupación Promedio (1er Semestre 2025) | 28% |
El sacrificio ambiental: Deforestación y un acuífero envenenado
El legado más perdurable y trágico del Tren Maya será su impacto ambiental. Calificado por numerosos expertos como un «ecocidio», el proyecto ha infligido un daño masivo y, en gran medida, irreversible a uno de los ecosistemas más importantes y frágiles del continente.
La deforestación ha sido masiva. Cifras oficiales del Fondo Nacional de Fomento al Turismo (FONATUR) admiten la remoción de más de 7.2 millones de árboles. Sin embargo, análisis independientes basados en datos satelitales, como los realizados por la organización CartoCrítica, calculan que se han deforestado al menos 6,659 hectáreas de selva. Grupos activistas elevan la estimación a más de 10 millones de árboles talados. Gran parte de esta deforestación se llevó a cabo sin las autorizaciones de cambio de uso de suelo en terrenos forestales, en clara violación de la ley ambiental mexicana.
El daño más grave se ha infligido al sistema acuífero de la península. La construcción del Tramo 5, con la perforación para miles de pilotes de concreto, ha atravesado el delicado techo de piedra caliza del sistema de ríos subterráneos. Esto ha provocado la contaminación directa del acuífero con cemento, óxido y otros materiales de construcción, amenazando una de las reservas de agua dulce más importantes del mundo.
Finalmente, la línea férrea de 1,554 kilómetros actúa como una barrera física que fragmenta la Selva Maya, interrumpiendo los corredores biológicos cruciales para la supervivencia de innumerables especies, incluyendo poblaciones vitales del jaguar, un animal en peligro de extinción. Todo este daño se ha perpetrado burlando el estado de derecho, ya que varios tramos del tren se construyeron sin contar con Manifestaciones de Impacto Ambiental completas y aprobadas, una violación directa de la legislación ambiental que fue deliberadamente ignorada por las autoridades.
La arquitectura de la impunidad: Burlando la ley y la supervisión
Los fallos técnicos, financieros y ambientales del Tren Maya no ocurrieron en un vacío. Fueron posibles gracias a una estructura deliberada de impunidad, creada mediante la neutralización de los contrapesos legales y la promoción de una cultura de opacidad y corrupción.
«El clan» y la red de corrupción
A lo largo de la construcción del Tren Maya, han surgido acusaciones creíbles y detalladas de corrupción que vinculan a una red de contratistas y funcionarios con allegados al poder político.
El escándalo más notorio es el del balasto. Grabaciones de audio expusieron una red, apodada «El clan», presuntamente operada por amigos y familiares de los hijos del expresidente Andrés Manuel López Obrador, como Amílcar Olán y Pedro Salazar Beltrán. Esta red habría sobornado a un laboratorio con hasta 80,000 pesos para que falsificara las pruebas de calidad del balasto, permitiendo el uso de material de calidad inferior en las vías. Este caso vincula directamente la corrupción con un riesgo crítico para la seguridad de los pasajeros.
El patrón de irregularidades se extiende a la adjudicación de contratos. La ASF ha señalado repetidamente la asignación de contratos sin criterios técnicos adecuados y la existencia de pagos en exceso. Además, se otorgaron contratos multimillonarios a empresas con un historial cuestionable. Las constructoras españolas AZVI y ACCIONA, ambas implicadas en el escándalo de corrupción «Caso Koldo» en España, obtuvieron contratos clave para los Tramos 3 y 5 del Tren Maya, respectivamente. Otras investigaciones periodísticas han documentado la participación de los hijos del expresidente en un esquema de venta de balasto con un sobreprecio del 70%. La opacidad ha sido la norma, y la participación de las fuerzas armadas en la construcción y gestión del proyecto ha dificultado aún más el escrutinio de los contratos y el gasto público.
Un proyecto de «seguridad nacional»: Neutralizando los contrapesos
La herramienta más eficaz del gobierno para neutralizar la oposición y el escrutinio fue la designación del Tren Maya como un proyecto de «seguridad nacional». Esta no fue una clasificación pasiva, sino una estrategia ofensiva para desmantelar los contrapesos del Estado mexicano.
En noviembre de 2021, el entonces presidente emitió un decreto que declaraba las obras de infraestructura prioritarias como asuntos de interés público y seguridad nacional. El propósito explícito de esta medida era superar los desafíos legales y las «tácticas dilatorias» de los opositores al proyecto. Este decreto se convirtió en un arma legal que permitió al poder ejecutivo ignorar suspensiones judiciales (amparos), acelerar permisos ambientales sin el debido proceso y denegar el acceso a la información pública bajo el pretexto del secreto de Estado. En la práctica, colocó al proyecto por encima de la ley.
Esta estrategia transformó los desafíos legales, que eran ejercicios legítimos de los derechos civiles y ambientales, en actos de oposición al interés nacional, justificando así su anulación. La entrega de la construcción y operación del proyecto a la SEDENA y la Guardia Nacional reforzó esta narrativa, militarizando la obra y aislándola aún más de la supervisión civil. Este precedente es peligroso para la gobernanza en México, ya que establece un mecanismo por el cual cualquier proyecto priorizado políticamente puede volverse inmune a la supervisión judicial y regulatoria mediante un simple decreto presidencial, erosionando fundamentalmente el estado de derecho.
La campaña de desinformación: Contrastando narrativas oficiales con la realidad
El gobierno ha mantenido una constante campaña de comunicación para proyectar una imagen de éxito, seguridad y beneficio social, una narrativa que se desmorona al ser contrastada con la abrumadora evidencia de los hechos.Seguridad y protección:
- Narrativa oficial: Funcionarios gubernamentales y militares han afirmado repetidamente que el tren es «100% seguro», el «más seguro del mundo» y que la seguridad de los pasajeros está garantizada. La presencia de la Guardia Nacional se presenta como prueba de este compromiso.
- Realidad: Un historial documentado de al menos tres descarrilamientos graves, más de 45 fallas operativas, la dependencia de procedimientos de seguridad manuales, el uso de materiales de calidad inferior corroborado por auditorías y filtraciones, y la construcción sobre un terreno geológicamente inestable y de alto riesgo.
Beneficios económicos y sociales:
- Narrativa oficial: El proyecto es presentado como un motor de desarrollo que creará casi un millón de empleos, sacará a 1.1 millones de personas de la pobreza y conectará a comunidades históricamente marginadas.
- Realidad: El tren es una sangría financiera para el Estado, con pérdidas multimillonarias y operando a una fracción de su capacidad. Los principales beneficiarios parecen ser los contratistas y una red de intermediarios con conexiones políticas, mientras que las comunidades locales han sufrido desplazamientos, la degradación de sus recursos naturales y la gentrificación.
Responsabilidad ambiental:
- Narrativa oficial: El proyecto «restaurará la conectividad biológica» y «favorecerá la conservación de los ecosistemas», presentándose como una iniciativa ecológica. Las autoridades han negado o minimizado sistemáticamente el daño ambiental.
- Realidad: Una catástrofe ambiental caracterizada por la tala de millones de árboles, la contaminación irreversible de un acuífero único en el mundo y la violación de múltiples leyes ambientales, documentada por científicos, organizaciones no gubernamentales y organismos internacionales.
Conclusión: Un legado de riesgo y un camino hacia la responsabilidad
El descarrilamiento en Izamal no fue una anomalía, sino una inevitabilidad. Fue el resultado lógico de un megaproyecto definido por sus «vicios ocultos», su apuesta temeraria sobre una geología inestable, sus sobrecostos masivos alimentados por la corrupción, su trágico costo humano, su devastador impacto ambiental y la arquitectura de impunidad que lo hizo posible. El Tren Maya, tal como fue construido, es una empresa de alto riesgo cimentada sobre la negligencia técnica, la opacidad financiera y un profundo desprecio por las vidas humanas y el medio ambiente. Sus fallos sistémicos son el producto directo de un modelo de gobernanza que subordinó la ciencia, la ley y la ética a la voluntad política.
Recomendaciones urgentes: Hacia la rendición de cuentas
Para mitigar los peligros inminentes y establecer una rendición de cuentas a largo plazo, se requiere una serie de acciones urgentes y contundentes:
- Auditoría técnica y suspensión de operaciones: Se debe suspender de inmediato la operación en los tramos de mayor riesgo (particularmente los Tramos 4, 5, 6 y 7) hasta que un consorcio independiente de expertos internacionales en ingeniería y geología realice una auditoría estructural y de seguridad exhaustiva. Los resultados de esta auditoría deben ser públicos y sus recomendaciones, vinculantes.
- Investigación legal y financiera: Es imperativa la creación de una fiscalía especial e independiente para investigar todas las acusaciones de corrupción. Esta investigación debe tomar como punto de partida los hallazgos de la Auditoría Superior de la Federación, la evidencia periodística (como las grabaciones del escándalo del balasto) y los estándares internacionales de lucha contra la corrupción. La fiscalía debe tener la facultad de procesar a funcionarios públicos y contratistas, así como de buscar la recuperación de los fondos desviados.
- Remediación social y ambiental: Se debe establecer un fondo de remediación multimillonario, financiado con las multas impuestas a los contratistas responsables y con recursos públicos, destinado a la restauración a largo plazo del acuífero y los ecosistemas selváticos dañados. Simultáneamente, se debe crear un programa de compensación para las familias de los trabajadores fallecidos y para las comunidades cuyos territorios y medios de vida fueron destruidos por el proyecto.
- Reforma de la gobernanza: Es crucial impulsar una reforma legislativa para restringir severamente el uso de la designación de «seguridad nacional» para proyectos de infraestructura civil. Dicha designación debe requerir la aprobación del Congreso y estar sujeta a revisión judicial para prevenir la futura anulación de la supervisión legal, ambiental y de derechos humanos.
Solo a través de estas medidas podrá México comenzar a abordar el peligroso legado del Tren Maya y reconstruir los mecanismos de control que fueron deliberadamente desmantelados.