
Texcoco: Donde una vez se impuso el poder, hoy florece la educación
Hace 19 años, Texcoco fue símbolo de represión estatal; hoy, con la inauguración de una universidad del Bienestar, se transforma en emblema de justicia social.
Un cambio de rumbo: del despojo al reconocimiento
El pasado que aún duele
En mayo de 2006, el pueblo de San Salvador Atenco se convirtió en epicentro de una brutal represión por parte de fuerzas federales y estatales. El conflicto surgió inicialmente por la resistencia a la construcción del aeropuerto en el Lago de Texcoco, una megaobra promovida por el gobierno federal que implicaba el despojo del territorio ejidal. La lucha encabezada por el Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra (FPDT) fue respondida con violencia: detenciones arbitrarias, tortura, abusos sexuales y la muerte de ciudadanos marcó un capítulo oscuro de la historia reciente.
El símbolo que no se olvida
El pretexto oficial fue un conflicto en el mercado de flores, pero tanto los pobladores como figuras públicas sostienen que el verdadero motivo fue la organización popular en defensa del territorio. Claudia Sheinbaum lo dijo con claridad: “no soportaban que un pueblo estuviera organizado”. Hoy, a casi dos décadas de esos hechos, la Cuarta Transformación busca saldar cuentas pendientes con la historia.
Universidad del Bienestar: una victoria del pueblo
El Lago de Texcoco ahora forma ciudadanos
La inauguración de la sede de la Universidad del Bienestar Benito Juárez en el Parque Ecológico Lago de Texcoco representa mucho más que una infraestructura educativa: es la transformación de un sitio de represión en un centro de oportunidades. Este plantel ofrecerá la carrera de Ingeniería Civil y forma parte de una red nacional con más de 85 mil estudiantes y más de mil 600 docentes. Se espera que se sigan abriendo 20 nuevas sedes cada año, hasta llegar a 300, con una inversión estimada de 7,800 millones de pesos en infraestructura.
Sheinbaum: la educación como justicia
Para Sheinbaum, la apertura de estas universidades cumple un doble objetivo: ampliar el acceso a la educación superior y resarcir el daño a comunidades históricamente vulneradas. “Gobernar con el pueblo, por el pueblo y para el pueblo” no es solo un lema, sino un proyecto en marcha que, en este caso, le da continuidad al plan de justicia iniciado por Andrés Manuel López Obrador.
Hospital y justicia: nuevas instituciones en territorio de resistencia
Homenaje a los caídos y a la lucha
En Atenco, además de la universidad, se inauguró un hospital del IMSS-Bienestar que lleva el nombre de Francisco Altamirano Núñez, uno de los luchadores fallecidos. Sheinbaum portó el paliacate rojo, símbolo de los movimientos sociales de Atenco, en un gesto de reconocimiento explícito. Ignacio del Valle, uno de los líderes históricos del FPDT, tomó la palabra para exigir justicia y el juicio a los expresidentes Vicente Fox y Enrique Peña Nieto por crímenes de lesa humanidad.
Compromiso de continuidad
La presidenta reiteró su compromiso con el Plan de Justicia de Atenco y anunció una reunión con una comisión del FPDT para revisar los pendientes. El reconocimiento institucional hacia estos movimientos, largamente criminalizados, abre un nuevo capítulo en la relación entre el Estado y los pueblos organizados.
Texcoco: memoria, resistencia y futuro
Un símbolo de lo que puede cambiar
El rescate del Lago de Texcoco, convertido hoy en parque ecológico, fue una de las primeras acciones del gobierno de AMLO, y ahora se complementa con el impulso educativo. En palabras de Arturo González, vocero del FPDT, la lucha fue por la educación, la salud y el territorio. Y hoy, al ver un campus universitario en lugar de pistas de aterrizaje, el mensaje es claro: el territorio se defiende, se transforma y se honra.
Más allá de la infraestructura
Aunque se trata de una universidad y un hospital, el trasfondo es profundamente político y simbólico. La inauguración en Texcoco es también una declaración: los territorios que antes eran campo de batalla entre el capital y la comunidad hoy son espacios de reconstrucción del tejido social. No es sólo un edificio: es una forma de decir que el Estado puede, si quiere, estar al servicio del pueblo.
¿Puede la educación sanar heridas históricas?
La pregunta no es menor. ¿Puede una universidad curar el trauma de la represión? ¿Es suficiente un hospital con nombre de mártir para hacer justicia? Tal vez no del todo, pero sí es un inicio. La transformación de Texcoco no borra el pasado, pero lo resignifica. Y, en un país donde tantas heridas siguen abiertas, reconocer, invertir y devolver dignidad al pueblo es un acto de justicia urgente.