La primera vez que Robert Isenberg escuchó el grito, fue en un cine mientras esperaban la película «Tron: Aries». Un joven exclamó “¡Six-seven!”, y ante la pregunta, su hijo de once años respondió: “Oh, no significa nada”. Este misterioso fenómeno six-seven se ha convertido en la máxima expresión de la cultura absurda de la Generación Alpha y la última víctima del desgaste cultural adulto.
La autopsia de un fenómeno fugaz: entre el meme y el childlore
El fenómeno de exclamar «six-seven» o «seis-siete» cuando los números seis y siete aparecen juntos en impresión, discurso o televisión se ha esparcido ampliamente entre los preadolescentes. Este auge parece haber alcanzado su punto máximo alrededor de Halloween. El escritor Ian Bogost, cuyo hijo de once años lo despreciaba activamente, observó que, a medida que las fiestas descendían, sus días estaban contados.
Para el escritor Robert Isenberg, la frase se volvió una repetición compulsiva entre su hijo de sexto grado y sus amigos. Al igual que el viejo «Not!» o «Talk to the hand!», esta nueva jerga requiere «la paciencia de un santo» por parte de los padres.
Origen y la ausencia de significado
La investigación sobre sus orígenes, a menudo impulsada por la cultura obsesiva en línea, suele ser un error, según Bogost, porque arruina la naturaleza del fenómeno. Intentar trazar un fenómeno infantil a su explicación es contraproducente, ya que para los niños, el punto clave es que la frase existe y es suya.
Sin embargo, se ha rastreado su inicio:
- Skrilla: Se originó supuestamente en una letra de la canción “Doot Doot (6 7)” del artista de hip-hop Skrilla.
- LaMelo Ball: Luego se vinculó al base de la NBA LaMelo Ball, cuya estatura es de 6 pies, 7 pulgadas.
- Wikipedia: Define a «six-seven» como un «slang term» (término de argot) sin «no fixed meaning» (significado fijo).
La clave de «six-seven» es su vacuidad; es un mero sonido, un «placeholder» o expresión sin sentido que, deliberadamente, no señala emoción, sorpresa, dolor, fatiga, ni es un insulto o una salutación. Es simplemente un lazo que la casualidad puso alrededor de dos enteros adyacentes en la recta numérica. Esta vacuidad fue clave para su ascenso.
La teoría del folclore infantil (childlore)
Ian Bogost argumenta que referirse a «six-seven» como un meme no es útil. Sugiere tomarlo como un ejemplo de childlore, el nombre que se da a la cultura popular que surge o se extiende entre los niños.
El childlore se distingue por:
- Las rimas y calumnias infantiles (Ej: Mary Mack, Fatty Fatty Two-by-Four).
- Conceptos abstractos (Ej: La enfermedad ficticia de las cooties).
- Creaciones materiales (Ej: El garabato de la “cool S”, los cootie catchers o mancias de papel, el juego MASH).
El childlore prospera bajo dos condiciones esenciales:
- Orígenes turbios: La falta de conocimiento sobre quién inició la tradición le da un aire de leyenda o de tendencia «lanzada desde el aire por extraterrestres».
- Una red infantil local: Les permite a los niños desarrollar y controlar una cultura dentro de las restricciones impuestas por los adultos (maestros, padres).
Las formas más exitosas de childlore suelen ser más resistentes porque son materiales (como doblar una página de cuaderno) y están limitadas por el contexto. El «six-seven», por el contrario, es volátil y puede ser pronunciado por cualquier razón o sin razón alguna. Una hija mayor de Bogost, de veintitantos, incluso admitió haberlo dicho involuntariamente al escuchar a un compañero de trabajo referirse a «seis o siete» de algo.
Cuando los adultos mataron la diversión
La fragilidad de «six-seven» no solo es producto de su estructura vacía. Aunque escuchar la frase podría irritar a padres o maestros, la irritación carece de causa real. Su falta de «carga secreta de violencia, sexo o sacrilegio» hace que el reproche sea infundado, aunque algunas escuelas llegaron al extremo de prohibir la mención de los números enteros.
La apropiación y el desgaste cultural
Bogost es contundente al señalar que el fenómeno, una vez iniciado en la red infantil, se convirtió rápidamente en una «moneda social para los adultos en línea».
- Gen X y Millennials: Los padres de los actuales middle schoolers están acostumbrados a quemar estos memes «como sus padres o abuelos hacían con los cigarrillos», abusando de la cultura en general.
- Influencers y marcas: La cultura de influencers y las marcas (los «indefatigables carroñeros») se apoderaron de la frase para obtener atención.
Estas fuerzas externas robaron «six-seven» a los niños que lo habían nutrido. El hecho de que fuera tan universal por naturaleza, condenó su rápida propagación al mundo adulto, lo que inevitablemente lo asfixió.
El absurdo como resistencia pasiva
Isenberg, por otro lado, aprecia la naturaleza absurda de la jerga. La compara con movimientos artísticos del siglo XX, como el Surrealismo (René Magritte, Salvador Dalí) y el Movimiento Dadá, donde el juego, lo onírico y la falta de sentido eran el punto central.
La Generación Alpha está tejiendo su propia cultura bizarra, con referencias como:
- «Skibidi» (de la serie animada de YouTube Skibidi Toilet, sobre monstruos de inodoros).
- «Tong Tong Tong Sahur» (un personaje de sopa antropomórfica de Indonesia).
- El concepto de «Italian Brain Rot» (mascotas extrañas sin personalidad que Dalí habría apreciado).
Isenberg sugiere que «six-seven» es un refugio lingüístico, una forma de resistencia pasiva. En una era de «simbolismo hiperactivo» y «minas terrestres de significados cargados» (como dog whistles, Me Too, Let’s Go Brandon o Covfefe), los niños tienen un «espacio seguro lingüístico» que es inofensivo y neutral, una expresión que nadie puede criticar o comprender.
El legado efímero y el fin de la inocencia
A medida que las vacaciones de fin de año descienden, el fenómeno está en sus últimos días. Para los niños, es fatal que los padres (e incluso ligas deportivas y cadenas de comida rápida) comiencen a usarlo.
Según un preadolescente, el fenómeno no está muerto, sino «lentamente muriendo». Los pares lo han reemplazado por memes competidores, como la nueva expresión «41», la cual «lleva el fantasma de six-seven» y se calcula mediante la fórmula: (seis veces siete, más seis, menos siete).
Isenberg predice que es solo cuestión de tiempo antes de que «six-seven» pierda su inocencia, sea «patentado» y aparezca en camisetas y tazas de café, transformándose en un producto. El fin de «six-seven» trae alivio, pero también tristeza a Bogost, ya que el childlore, un pilar de la niñez, se ha vuelto más tenue y frágil en la actualidad.
Anotación de la tecnología: De forma complementaria, la naturaleza del fenómeno también interactuó con la búsqueda digital, como lo sugiere la mención sobre lo que ocurre al «escribir este número en Google, la pantalla…».
La caída de «six-seven» trae alivio a muchos adultos irritados, pero su rápida extinción es un síntoma preocupante. ¿Qué dice de nuestra cultura de consumo digital que incluso la expresión más tonta e inocua de la niñez, aquella que se resistía a tener un significado, no puede sobrevivir más allá de unos meses antes de ser colonizada, comercializada y desechada por el ciclo perpetuo de la atención adulta?











