En una jornada significativa para la cultura nacional, el Senado de la República entregó el Premio al Mérito Literario Rosario Castellanos 2024 a Silvia Molina. Este reconocimiento, concedido en sesión solemne, honra la trayectoria de una escritora cuya obra entrelaza la búsqueda personal con el vasto universo de la literatura mexicana, proyectando la relevancia de su figura en el «círculo rojo» de la política y el arte.
Un reconocimiento a la trayectoria literaria
El 30 de septiembre de 2025, el Senado de la República otorgó el Premio al Mérito Literario Rosario Castellanos a la escritora, poeta, ensayista y promotora cultural, Silvia Molina. Desde el pleno de la cámara alta, Molina expuso una profunda reflexión sobre el arte de escribir: “Si la vida es una aventura, la literatura es una reflexión de lo que uno recuerda de la vida. Es una búsqueda de nosotros mismos, un repaso del mundo y su condición humana”.
La galardonada expresó que recibía este premio como “una distinción y una responsabilidad, la de cuidar otro nombre”, el de Rosario Castellanos. Destacó su asombro por la oportunidad de estar presente, honrando a esta “escritora universal y recordándole como la gran intelectual que fue”.
Antes, la presidenta de la Comisión de Cultura, Beatriz Mojica Morga, de Morena, habló en nombre del Senado. Indicó que el premio conlleva un mensaje claro: “México reconoce a sus creadores, a las mujeres que con su palabra han transformado la vida de la nación”. La senadora añadió que este homenaje es “para usted y para todos los lectores que han encontrado en sus páginas, la certeza de que siempre podemos aspirar a una vida más luminosa”.
La voz que teje la memoria individual y colectiva
Mojica Morga formuló un repaso por la obra de la galardonada, destacándola como una mujer “cuya voz ha sido puente entre la memoria individual, la memoria colectiva”. Subrayó que hablar de Silvia Molina “es recorrer los caminos de la literatura mexicana” en las últimas cinco décadas.
Su narrativa, resaltó la senadora, ha conducido a los lectores desde la emoción de *La mañana debe ser gris*, su primera novela galardonada con el Premio Javier Villaurrutia, hasta relatos y ensayos que son parte integral de la historia literaria del país. La obra de Molina, que también incluye novela infantil, ensayo crítico y de difusión literaria, contiene declaraciones que resuenan en el corazón, como su propia afirmación: “si quieres hacer y no haces nada para lograrlo, estás perdida”. Esta frase, según la senadora, resume una literatura de mujeres y hombres que buscan, desafían los límites y se atreven a imaginar otra vida posible. “Como Rosario Castellanos, Silvia Molina ha dado a la palabra un sentido emancipador”.
El origen del seudónimo y la búsqueda de las raíces
La escritora Silvia Molina explicó que su nombre es un seudónimo. Su padre, Héctor Pérez Martínez, fue un reconocido periodista e intelectual de Campeche, quien falleció cuando ella era muy niña. Cuando, ya joven, decidió escribir y terminó su primera novela, *La mañana debe seguir gris*, consideró una responsabilidad demasiado grande usar el nombre de su progenitor.
Su madre, Celia Campos, una sonorense y hermana de tres generales de división revolucionarios, enviudó con cinco hijos y sin recursos. Ante la pregunta de Silvia sobre si su padre les había dejado alguna herencia, la madre respondió: “Tu padre les heredó un nombre limpio, algún día, comprenderás y cuidará su apellido”.
Este legado, enfatizó Molina, es el núcleo de su obra: la búsqueda del padre y “el deseo de hacer mío de veras Campeche, la búsqueda de mis raíces”. Esto la llevó a escribir diversas obras sobre la entidad, como *Las letras del siglo XIX, en Campeche* y otros libros.
La obra de Silvia Molina también se nutre de las historias contadas en reuniones familiares por sus tíos generales, quienes narraban sus batallas en la Revolución y hablaban de sus jefes como Álvaro Obregón, Benjamín Gil, Ignacio Pesqueira y Francisco Serrano. La historia de uno de sus tíos, que estuvo oculto en una pared falsa del sótano de su abuela durante más de un año, perseguido por oponerse a la reelección de Álvaro Obregón –quien llamaba a los Celis sus “muchachitos” por su juventud–, inspiró el libro *La familia vino del Norte*.
Aun después del fallecimiento de su padre, su casa seguía siendo punto de encuentro cada domingo para los exiliados españoles que fueron sus amigos. Entre ellos se contaban poetas como León Felipe y Juan Rejano, pintores y médicos que ofrecían consultas gratuitas, además de científicos y editores. “La historia es larga”, dijo Molina, y también sirvió como material para sus libros.
De la dislexia a la literatura infantil: La palabra como salvación
Silvia Molina también se dedicó a escribir obras para niños, motivada por una experiencia personal. En aquella época, “la dislexia no se trataba, era una discapacidad desconocida”. Recordó que cuando “conocí el milagro de encontrarle a la unión de las letras, un significado, sentí por primera vez que nunca más viviría avergonzada de no saber leer, y había otros mundos y otras personas que me acompañarían toda la vida”.
Los únicos momentos, agregó, “en que perdí el miedo a un entorno que no podía entender, era cuando mi madre y mis hermanos me leían y me contaban cuentos que sabían o inventaban para mí, lo que fue siempre una manera de darme seguridad y decirme lo que tanto me querían”. Esta experiencia la impulsó a escribir literatura infantil para sus hijas, un reto que continuó al crecer, pues consideraba que “escribir para niños, es más difícil de lo que se cree”.
Rosario Castellanos: Inspiración y legado feminista
Una de sus escritoras favoritas ha sido Rosario Castellanos, en quien reconoció “de alguna manera sureste, al ser humano marginado, el infierno de la explotación y de las pasiones humanas que se sufren en la intimidad”. Molina describió a Castellanos como una escritora inteligente, culta, disciplinada, que se exigía demasiado y moldeó sus palabras desde el sufrimiento, pero siempre rescatada por “la ironía y el sentido del humor”.
Citando a José Emilio Pacheco, Silvia Molina recordó que la obra de Rosario Castellanos fue una de las más importantes en México, tanto en verso como en prosa narrativa y ensayo. Pacheco afirmó que, para Castellanos, no solo era el descubrimiento del mundo interior, sino “el deber que nos acerca a los demás y da nombre y sentido a las palabras”.
Molina destacó la obra feminista e indigenista de Rosario Castellanos, así como sus poemas, los cuales describió como “pequeñas joyas que llegaron al lector” de forma sencilla y precisa, melancólica y desgarradora, pulida y rotunda. Para finalizar su agradecimiento, Silvia Molina recitó un fragmento del poema de Rosario Castellanos: “No me toques el brazo izquierdo, duele de tanta cicatriz. Dicen que fue un intento de suicidio, pero yo no quería más que muy profunda, largamente como duerme la mujer que es feliz”. Con este emotivo verso, agradeció el premio que lleva el nombre de la escritora chiapaneca.
Un tiempo de mujeres y escritoras
La presidenta del Senado, Laura Itzel Castillo, afirmó que este galardón “fortalece, enriquece y honra a la literatura mexicana. Estamos muy orgullosos de entregarlo a una mujer que ha dedicado su vida a contribuir a la cultura de nuestro país. Sin duda es tiempo de mujeres y de escritoras”. La sesión concluyó con un minuto de aplausos en memoria de Luisa Josefina Hernández, otra escritora galardonada con este premio, recientemente fallecida.
El reconocimiento a Silvia Molina con el Premio Rosario Castellanos reafirma la importancia del arte como espejo de la sociedad y motor de transformación. La literatura, en su capacidad de reflexión y búsqueda, se consolida como un pilar en la construcción de la identidad nacional, demostrando que la palabra puede ser, en sí misma, una forma de política y legado.