
La presidenta Claudia Sheinbaum ha entrado en un terreno movedizo. En cuestión de semanas, su discurso de autoridad moral ha sido puesto a prueba por escándalos que afectan directamente a su gobierno y al partido que representa. El caso de Cuauhtémoc Blanco y la tragedia de Jalisco son dos espejos en los que su narrativa se fractura.
La caída de los símbolos: el caso Cuauhtémoc Blanco
¿Una candidatura indefendible?
La postulación de Cuauhtémoc Blanco como candidato a diputado federal por Morena fue vista desde el inicio como una provocación ética. Con un historial plagado de señalamientos por corrupción, violencia política y vínculos con el crimen organizado, su llegada al Congreso parecía una burla para quienes aún creen en los principios de la 4T. Su reciente acusación por intento de violación no hizo más que encender una mecha que ya ardía.
Un cierre de filas costoso
La respuesta institucional fue cerrar filas. El Congreso de Morelos, dominado por aliados de la presidenta, evitó el desafuero. El mensaje fue claro: la lealtad política está por encima de las exigencias éticas. Y aunque Sheinbaum intentó mantener distancia, su declaración sobre la invalidez moral de la acusación —por venir de un fiscal supuestamente corrupto— sonó a encubrimiento más que a prudencia.
“Esa denuncia viene de un fiscal que protege feminicidas”, dijo Sheinbaum, desestimando el caso sin entrar en sus méritos.
El problema no es solo la defensa indirecta del exfutbolista, sino lo que representa: la instrumentalización de la justicia en función del mensajero, no del mensaje.
¿A quién se le cree?: la lógica perversa del poder
El testimonio de las víctimas en entredicho
Cuando la presidenta pidió “pruebas del acoso”, colocó el debate en un plano peligrosamente regresivo. En México, donde el 94% de los delitos sexuales no se denuncian, exigir evidencia física o documental en un caso de tentativa de violación es ignorar la realidad de las víctimas.
“¿Qué pruebas, presidenta?”, replicó una columnista en redes sociales. “¿Cómo se demuestra lo que ocurre en lo privado, en silencio y con miedo?”
El discurso de Sheinbaum no solo falla en empatía, sino que contradice los principios del movimiento que enarbola: el de escuchar a los que históricamente han sido silenciados.
El horror en Jalisco: entre la minimización y la negación
El campo Izaguirre: ¿campo de exterminio o “centro de entrenamiento”?
La narrativa gubernamental en torno a la desaparición de jóvenes en Teuchitlán ha oscilado entre la negación y el control de daños. La propuesta oficial de que el lugar no era un centro de exterminio, sino un “centro de entrenamiento” para jóvenes forzados por el crimen, suena a eufemismo cínico.
“Los tenían ahí para obligarlos a trabajar, pero no los mataban”, dijo un funcionario local bajo anonimato.
El uso del lenguaje como herramienta para desdibujar la tragedia es una práctica peligrosa. La diferencia entre un campo de exterminio y uno de esclavitud forzada no exime al Estado de su responsabilidad.
El dolor de las madres, el silencio del poder
Mientras tanto, las madres y hermanas de los desaparecidos en Jalisco siguen exigiendo justicia. El caso ha sido minimizado desde Palacio Nacional, donde Sheinbaum ha preferido hablar de “ataques al movimiento” en lugar de asumir la magnitud del crimen.
Este contraste entre la narrativa oficial y la realidad del territorio muestra una desconexión alarmante.
¿Dónde quedó la autoridad moral?
De la ética discursiva a la ética de la responsabilidad
Uno de los principales activos de Morena desde 2018 ha sido su supuesta “superioridad moral” frente a los partidos tradicionales. Pero gobernar es, sobre todo, tomar decisiones éticas en la práctica. Y en estos casos, Sheinbaum ha optado por proteger al partido antes que a las víctimas.
“La autoridad moral no se decreta, se construye”, escribió un analista político del sur del país.
El problema para Sheinbaum no es solo el costo político de estos escándalos, sino la erosión del principio que le dio sentido a su llegada al poder: la coherencia entre el decir y el hacer.
Morena y su doble rasero
¿Es la lealtad más importante que la justicia?
Los casos de Blanco y Jalisco reflejan una tendencia más amplia dentro de Morena: la protección de cuadros políticos problemáticos si estos garantizan votos o poder territorial. Lo vimos con Félix Salgado Macedonio en Guerrero. Lo vemos hoy con Cuauhtémoc Blanco.
Y al final, la consecuencia es una sola: el debilitamiento de la narrativa moral que sostenía al movimiento.
¿Qué viene para Sheinbaum?
Entre el pragmatismo político y el mandato ético
Sheinbaum enfrenta una encrucijada. Puede continuar sacrificando coherencia ética en nombre de la gobernabilidad, o puede arriesgarse a romper con figuras y narrativas que lastiman al proyecto que dice representar.
La cuestión es si tiene el poder —y la voluntad— para hacerlo. De seguir por el camino actual, la narrativa de “no somos iguales” podría quedar definitivamente enterrada.
Gobernar sin excusas
Claudia Sheinbaum llegó al poder con la promesa de representar una política distinta, más justa, más ética. Pero los hechos recientes muestran una deriva preocupante. Defender lo indefendible, descalificar a fiscales por su pasado en vez de enfrentar los delitos que investigan, y pedirle pruebas a las víctimas, no es gobernar con responsabilidad.
Es tiempo de preguntarse si la presidenta quiere seguir siendo la voz de un movimiento o si está dispuesta a convertirse en una estadista con todo lo que eso implica: renuncias, decisiones difíciles, y sobre todo, coherencia.