
El Gobierno Federal ya había encendido “luces amarillas” sobre Tulum, pero, como suele ocurrir, fueron minimizadas por ambición o insolencia.
Hace apenas unas semanas, el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública advirtió que Quintana Roo ocupaba el primer lugar en la incidencia de diversos delitos, incluido el homicidio. En el epicentro de esta violencia se encuentra Tulum.
Este destino turístico, cuyo crecimiento parece descontrolado, enfrenta no solo el desafío de un desarrollo acelerado, sino también profundas carencias.
Los recientes hechos ocurridos en Tulum exponen una peligrosa combinación que nadie ha logrado contener: el rezago social y la creciente presencia de la delincuencia.
Además, el llamado noveno municipio ocupa una posición estratégica entre el norte y el sur de Quintana Roo, lo que lo convierte en un punto clave para grupos criminales que buscan afianzar su presencia en el Caribe
Pero no es momento de golpes de mesa ni discursos incendiariosm, sino de establecer una visión estratégica para rescatar a Tulum del desorden y la violencia.
Y cada vez, hay menos margen a dejar las cosas para “los que siguen”.