
La reforma al Poder Judicial: Sheinbaum responde con firmeza ante críticas opositoras
“No entienden que no entienden”, sentenció Claudia Sheinbaum, en una frase que ya resuena en los pasillos políticos del país. Frente a la polémica por la elección popular de integrantes del Poder Judicial, la presidenta defendió con determinación el espíritu de la reforma: combatir un sistema corroído por la corrupción y el nepotismo.
Hacia una elección inédita: ¿quién teme a que el pueblo decida?
La presidenta Claudia Sheinbaum respondió esta semana a las críticas que ha generado el nuevo proceso de elección de jueces, magistrados y ministros del Poder Judicial, enfatizando que esta medida busca erradicar prácticas opacas al interior del sistema judicial mexicano. Según la mandataria, lo que hoy está en juego no es solo una reforma, sino un cambio de paradigma: devolverle al pueblo el poder de decidir sobre uno de los pilares más sensibles del Estado.
Corrupción y privilegios: los cimientos de la reforma
Sheinbaum no dudó en señalar que el origen de esta reforma se encuentra en años de corrupción institucionalizada. Según sus declaraciones, jueces y ministros han operado con criterios alejados de la justicia, favoreciendo intereses empresariales e incluso liberando a presuntos miembros del crimen organizado sin sustento legal.
“No se trata solo de cambiar nombres o rostros, sino de desmontar una estructura que protegía privilegios”, dijo.
Esta narrativa conecta con una percepción social generalizada: el Poder Judicial como una élite intocable, desconectada de la ciudadanía.
Comparaciones históricas: la sombra de Zedillo
El precedente de 1994
Durante su intervención, Sheinbaum evocó un momento clave de la historia reciente: la reforma judicial de Ernesto Zedillo, que removió por completo a los ministros de la Suprema Corte. La diferencia, aclaró, es que entonces los nuevos ministros debían su cargo directamente al Presidente. Hoy, con el nuevo esquema, serán los ciudadanos quienes voten.
“¿Qué es más democrático: que lo decida el Ejecutivo o que lo decida el pueblo?”, cuestionó.
Este punto toca un nervio sensible en la política mexicana: la legitimidad de los poderes del Estado y la forma en que se distribuye el poder real.
Reacciones opositoras: entre el escepticismo y la alarma
Críticas a la elección directa
Desde la oposición, las voces no han tardado en calificar el modelo como un intento de control autoritario. Argumentan que la elección popular puede derivar en campañas judiciales contaminadas por intereses partidistas y que se corre el riesgo de “politizar” la justicia.
No obstante, la presidenta reviró señalando que el modelo actual ya está viciado por prácticas políticas informales: “¿acaso no es ya política la justicia, cuando responde a intereses privados?”
Justicia desde abajo: ¿utopía o necesidad?
El derecho a decidir sobre los jueces
La propuesta de elección directa se presenta como una apuesta por la democratización del Poder Judicial. En teoría, empoderaría a la ciudadanía para castigar o premiar el actuar de jueces, quienes históricamente han operado sin rendir cuentas públicas.
Sin embargo, los expertos advierten sobre los retos que implicaría este sistema:
- ¿Con qué criterios evaluará la ciudadanía a los aspirantes?
- ¿Cómo se evitarán campañas judiciales financiadas por grupos de interés?
- ¿Qué mecanismos garantizarán la imparcialidad de los elegidos?
Desde el sur del país: la reforma vista desde la trinchera local
En estados como Quintana Roo, donde se han documentado decisiones judiciales controvertidas en casos de despojo de tierras, crimen organizado o impunidad empresarial, la reforma despierta esperanza en sectores que históricamente han sido excluidos del acceso a la justicia.
En entrevistas locales, abogados y activistas coinciden en que la posibilidad de elegir a jueces es una herramienta que puede generar cambios reales, siempre que existan controles éticos y transparencia.
“El pueblo ya elige a su presidente, a sus diputados… ¿por qué no también a quienes imparten justicia?”, comenta un abogado de Chetumal.
Entre la incertidumbre y el anhelo de justicia
La propuesta de Claudia Sheinbaum abre un debate urgente y necesario: ¿cómo se construye un Poder Judicial legítimo en una democracia herida por la impunidad? La crítica opositora apunta a los riesgos del modelo, pero omite los fallos estructurales del sistema actual.
El reto no está solo en la elección, sino en garantizar que quienes resulten electos respondan a los principios de justicia, legalidad y ética pública. La reforma, lejos de ser un capricho político, podría convertirse en un parteaguas si se ejecuta con visión de Estado y vocación ciudadana.