Redacción
CANCÚN.- El Caribe mexicano, conocido por su biodiversidad, playas paradisíacas y los cada vez más frecuentes episodios de sargazo, enfrenta ahora una nueva amenaza ambiental: la invasión del pez diablo (Pterygoplichthys spp.), una especie exótica considerada una de las más destructivas en ecosistemas de agua dulce.
Las autoridades de Quintana Roo han emitido una alerta ambiental tras confirmar la presencia del pez en cuerpos de agua clave como la Laguna de Bacalar, donde ya se observan signos de deterioro ecológico. Su llegada fue registrada por primera vez a inicios de 2025 en el Cenote La Bruja, en el municipio de Bacalar, y desde entonces su expansión ha sido imparable.
Originario de Sudamérica y comúnmente criado en acuarios, el pez diablo posee características que lo convierten en un invasor eficiente: puede sobrevivir fuera del agua hasta 14 horas, tiene una piel dura y espinosa que lo protege de depredadores, y se reproduce a gran velocidad. A diferencia de otras especies, en esta región no enfrenta amenazas naturales, lo que facilita su propagación.
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Su presencia en ecosistemas como la Laguna de Bacalar —famosa por sus aguas cristalinas y sus estromatolitos, estructuras vivas únicas en el mundo— ya causa daños visibles: erosión en las orillas, aumento en la turbidez del agua, posible reducción del oxígeno disuelto y afectación directa a especies nativas, al competir por alimento y alimentarse de huevos y larvas.
Su nombre popular, «pez diablo», no es casual: donde llega, arrasa con el equilibrio natural. Y aunque no tiene valor comercial ni gastronómico, su captura tampoco representa una solución viable, pues los ejemplares deben ser descartados, lo que además plantea retos logísticos y sanitarios en el manejo de residuos.
Aún no se ha determinado con certeza cómo llegó esta especie a Quintana Roo, pero se sospecha que fue liberada por particulares que la mantenían como mascota. Su caso no es aislado: estados como Veracruz, Tabasco y Coahuila también enfrentan su invasión, lo que deja ver un patrón preocupante a nivel nacional.
Frente a este panorama, especialistas y autoridades coinciden en la necesidad urgente de establecer medidas de contención y prevención. El reto no solo es conservar la riqueza natural del Caribe mexicano, sino también frenar la propagación de una especie que amenaza los ecosistemas acuáticos de todo el país.