
El martes 13 de mayo de 2025, desde su chacra en Rincón del Cerro, José “Pepe” Mujica se despidió del mundo sin discursos ni homenajes en vida, fiel a su estilo. La noticia de su muerte conmovió a Uruguay y a toda América Latina. El “revolucionario tranquilo”, que sobrevivió a la tortura, el encierro y el poder, eligió partir con la misma coherencia que lo guió durante toda su vida.
Su legado trasciende lo político: representa una forma de estar en el mundo, una filosofía vivida que desafió al poder desde dentro y fuera del sistema.
Una vida atravesada por la historia
De militante rural a guerrillero urbano
La biografía de Mujica no responde al molde clásico de los estadistas. Fue un joven campesino, un ciclista, un autodidacta, y luego, un revolucionario radicalizado por la desigualdad.
En los años 60, con Uruguay al borde del colapso económico y social, se unió al Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros (MLN-T), participando en acciones armadas, clandestinidad y fugas carcelarias que lo convirtieron en leyenda.
El precio de la lucha: prisión, tortura, aislamiento
Entre 1973 y 1985, bajo la dictadura uruguaya, Mujica fue uno de los “nueve rehenes” del régimen. Vivió años de tortura, incomunicación y confinamiento en condiciones inhumanas.
Pasó dos años en un aljibe. Domesticó ranas, alimentó ratones, sobrevivió al aislamiento extremo. Y de allí emergió no con odio, sino con una filosofía: vivir con lo justo para ser libre.
De la cárcel al Parlamento: el renacer democrático
1985: Libertad y reconstrucción
Su liberación, tras la restauración democrática, fue descrita por él como el día más feliz de su vida. Decidió canalizar su militancia a través de la democracia representativa.
En 1989 fundó el Movimiento de Participación Popular (MPP), dentro del Frente Amplio, y desde entonces empezó a construir, desde abajo, una carrera política basada en la cercanía, el lenguaje llano y la credibilidad.
Diputado, senador, ministro
Su estilo directo y desprovisto de solemnidad cautivó al electorado. Fue elegido diputado (1995), senador (2000) y ministro de Ganadería (2005), donde defendió a pequeños productores.
Cada paso fue cimentando su figura como un político atípico: sin oratoria grandilocuente, sin ambiciones personales, pero con una popularidad imparable.
Presidencia (2010-2015): Un gobierno con sello personal
La “agenda de derechos” que transformó Uruguay
Desde la presidencia, Mujica impulsó reformas que pusieron a Uruguay en los titulares globales por su audacia:
- Cannabis legal y regulado: política de salud pública para arrebatar el mercado al narcotráfico.
- Matrimonio igualitario: igualdad jurídica sin retórica, solo sentido común.
- Despenalización del aborto: por salud, no ideología.
- Reducción histórica de la pobreza: del 40% al 12%, según datos oficiales.
Su economía del sentido común
Mantuvo una política fiscal progresiva (“paga más el que tiene más”), impulsó salarios, energía renovable y descentralización educativa con la creación de la UTEC.
Sin embargo, su gestión también enfrentó críticas por el aumento del déficit fiscal y por no reformar áreas clave como la educación media.
Un líder global sin traje ni corbata
Austeridad real, no decorado
Mujica se convirtió en un fenómeno mundial por su estilo de vida:
- Vivía en su chacra sin escoltas formales.
- Donaba el 90% de su salario.
- Usaba un viejo Fusca celeste.
- Dormía con su perra Manuela.
Pero su austeridad no era marketing: era una filosofía política. Creía que los líderes debían vivir como el pueblo que representan.
Discurso viral en Río+20 y la ONU
En foros globales, cuestionó el modelo de desarrollo capitalista. Habló de sobriedad, libertad, y tiempo como bienes supremos. Sus palabras cruzaron idiomas y generaciones.
“No soy pobre, soy sobrio. Pobres son los que precisan mucho”.
Lucía y la chacra: política y afecto como revolución cotidiana
Lucía Topolansky fue más que su compañera de vida: fue su par en la lucha, en la cárcel y en el Senado.
Vivieron en una chacra donde cultivaban flores. Mujica pidió ser enterrado allí, bajo una secuoya, junto a su perra Manuela.
Una despedida íntima, sin mausoleos, coherente hasta el último suspiro.
Filosofía de vida: tiempo, libertad y dignidad
Crítica al consumo como cárcel moderna
“Compramos cosas que no necesitamos con plata que no tenemos para impresionar a gente que no queremos”.
Para Mujica, el sistema consumista esclaviza a las personas quitándoles lo más valioso: el tiempo.
Política como servicio, no negocio
“Si te gusta la plata, bien lejos de la política”. Mujica defendió la función pública como una vocación de servicio, no como un camino al enriquecimiento.
Defendía la empatía, el tiempo libre, y el derecho a vivir con dignidad. Su propuesta no era económica, era espiritual.
Un legado que trasciende fronteras
En Uruguay: referente y también polémico
Dentro de su país, el legado de Mujica es complejo: admirado por su honestidad, criticado por algunos aspectos de su gestión.
El Frente Amplio sigue siendo una fuerza central, y Yamandú Orsi, su delfín político, mantiene vivo su ideario.
En el mundo: un símbolo ético
Fuera de Uruguay, Mujica es una brújula ética. Jóvenes activistas, movimientos sociales y académicos encuentran en su figura una respuesta posible al desencanto con la política tradicional.
No construyó un imperio ni dejó fortuna. Dejó una pregunta: ¿cómo vivir sin dejar de ser humano?
La revolución más difícil
La muerte de Mujica marca el fin de una vida inusual, pero también el comienzo de su permanencia. Porque su revolución —la de vivir con sentido, coherencia y respeto— no terminó con su cuerpo.
“Moriré feliz”, dijo. Porque su vida, más que una carrera política, fue una lucha por lo esencial: la libertad interior.
Y esa es la revolución más difícil, y la más urgente.