
Fue en septiembre de 2019, en el gobierno municipal de la joaquinista Sofía Alcocer, cuando el cabildo de José María Morelos decide cambiar el nombre al teatro de la ciudad de José María Morelos, renombrándolo como Teatro del Km 50, en vez de Teatro “Narcedalia Martí de González”. Tal vez como para estar en perfecta sintonía con los ahora extintos joaquinistas, en 2019 se decidió echar atrás ese despropósito y monumento a la adulación política, de nombrar un teatro –cuando no una calle, un equipo de béisbol, una canchita llanera o un sindicato corrupto- con el nombre de la esposa del gobernador en turno.
Y lo más paradójico de aquel cambio, fue que lo hizo la esposa del que nombró primeramente a ese teatro. En efecto, recordemos que fue en el trienio de Pedro Pérez Díaz (2005-2008), cuando se inauguró dicho teatro, producto de una inversión de 10 millones de pesos y que fue bautizado con el nombre de la entonces primera dama de Quintana Roo, esposa del gobernador Félix González Canto. En otras palabras, el ejemplo del “letserío”, del huelecolismo, de la adulación profesional, movieron dos veces los hilos para que el cacique Pérez Díaz nombrara, primeramente, como Narcedalia a ese teatro sin elegancia, y una vez apagada la velita que tenía con su anterior compadre González Canto, para quedar bien con su nuevo jefe Carlos Joaquín, hace un nuevo cambio de nombre vía el ventriloquismo político conminado por la esposa de don Pedro. El teatro tuvo nuevo nombre, haciéndose referencia en ese 2019, al primer nombre que tuvo la cabecera municipal: kilómetro 50.
Este segundo nombre que se le puso a aquel teatro sin elegancia, a aquel teatro que le rechinan a viejo las butacas rotas, que cuando la canícula de agosto llega es imposible estar dentro porque los aires acondicionados nunca han sido cambiados, porque huele a humedad y a oscuridad permanente, a pesar de que no tiene más de 20 años su construcción; digo, este segundo nombre, al menos rescataba una parte fundamental de la historia de José María Morelos, y que consiste en sus años de formación siendo un campamento chiclero y a 50 kilómetros de la torre derecha de la iglesia de Peto.
Ahora, parece que vivimos un tiempo del regreso de los personajes del Ancien Régime priísta, en tiempos de los rabanitos conservadores guindas. ¿Cómo es posible que un gobierno supuestamente de izquierda, rescate imágenes, figuras, referencias como cuando José María Morelos era nido e incubadora de priístas en todo el estado? No es por nada que aquí se acepte cualquier dicho, cualquiera acción del gobernador en turno, porque aquí la mentalidad, la cultura política no ha cambiado en lo más mínimo. Una sociedad que elije y acepta que un teatro lleve el nombre de la esposa de un gobernador que contribuyó con el Borgismo autoritario, me parece no solo cuestionable, sino que está el reto de crear verdadera ciudadanía crítica para no elegir por el precipicio o por el pantano. Ahora bien, un gobierno supuestamente de izquierda que ponga a votación el nombre de un teatro –km 50 o Narcedalia – de una forma denodadamente rupestre, sin antes explicar por qué se le puso el primer nombre y por qué se le cambió; un gobierno supuestamente de izquierda que da la opción “democrática” a una sociedad acrítica, sin antes cuestionar en verdad el pasado reciente del Felixismo-Borgismo, implica una sola cosa, y es en el hecho de que ahí provienen estos anteriores caciques mimetizados, larvados, en morenos y verdes.
Es muy diferente esta postura del gobierno de “izquierda” de José María Morelos, a la que enarboló recientemente el gobierno de Estefanía Mercado en Playa del Carmen, al cambiar esta última el nombre oficial de ese municipio que nos recordaba el tiempo de salinismo y el cretinismo villanuevista. Resultaron no solo patéticos regeneradores del Felixismo y de paso le dieron un cariño de reconocimiento sincero a don Pedro Pérez Díaz, y aparte demostraron lo que son: burdos tramoyistas de una democracia vulgarmente silvestre. ¡Que el pueblo elija! Y el pueblo eligió comer mierda: ¡viva el pueblo que nunca se equivoca!

Quieren pasar por ser los más conspicuos demócratas de las albarradas tropicales, pero caen de a pechito al revivir el pasado cercano de autoritarismo y lealtad perruna al jefe González Canto. Mientras tanto, doña Narcedalia ni enterada estaba que su nombre era el de un teatro de provincia con oscuras telarañas. ¿Qué el pueblo decida que nombre ponerle? ¡Póngale el que el pueblo elija! Como cuando el pueblo elegido eligió mal: “denos a Barrabás, queremos a Barrabás, suelten a Barrabás”. Denos el nombre primero, queremos el nombre primero. Y así la fábula de la simulación de estos priístas vestidos de morenos, se cuenta como parábola cuaresmeña.
Es indignante, pero nadie se indigna porque al final eligió no el liderzuelo del momento, sino el sabio pueblo de 460 personas. Es una actitud que los pinta completos a los que hicieron este risible escenario de votación, dueños de una cultura política de la simulación y la complacencia con el poder.
Frente a este mierderío, apelemos a la construcción de ciudadanías críticas, cosa que falta mucho en el reino selvático de estas tierras profundas de Quintana Roo.