
Una fuerza invisible que marcará el futuro de la seguridad en México
Una nueva generación de cuerpos policiales de élite se gesta en silencio bajo el liderazgo de Omar García Harfuch. En la Ciudad de México funcionó. ¿Pasará lo mismo a nivel nacional?
El modelo Harfuch: entre el combate al crimen y la opacidad operativa
Reformas profundas en la CDMX: el origen de la estrategia
Cuando Omar García Harfuch tomó las riendas de la Secretaría de Seguridad Ciudadana en la capital del país, introdujo una transformación silenciosa pero poderosa.
Una de sus apuestas más fuertes fue la creación de un grupo de élite de 500 elementos entrenados para operaciones encubiertas, especializados en tareas de inteligencia e infiltración de células delictivas.
La identidad de estos agentes se mantuvo bajo estricta confidencialidad, operando en barrios donde ni siquiera los jefes de cuadrante sabían que había presencia policial. Este diseño, al estilo de unidades especiales como la GIGN en Francia o los SWAT estadounidenses, permitió una reducción significativa de delitos de alto impacto, según cifras del propio gobierno capitalino.
“Logramos disminuir en 40% los homicidios dolosos en zonas críticas como Iztapalapa y Gustavo A. Madero. No fue magia, fue inteligencia operativa”, declaró Harfuch en una entrevista con El Universal en 2022.
El éxito de esta estrategia cimentó su ascenso político y lo colocó como una figura con peso nacional dentro del equipo cercano de Claudia Sheinbaum.
¿Fuerza de élite o militarización encubierta?
La nueva etapa como Secretario de Seguridad y Protección Ciudadana del país trae consigo una ambición mayor: escalar ese modelo a nivel nacional. Fuentes dentro del gabinete de seguridad revelan que ya se encuentran en formación los primeros 300 elementos de esta nueva fuerza federal, cuya estructura replicará el formato capitalino, aunque con ajustes regionales.
Sin embargo, analistas y organizaciones civiles han lanzado señales de alerta.
“Lo que estamos viendo no es una policía civil fortalecida, sino una militarización con estética civil. Nos preocupa la opacidad con la que se elige y capacita a estos elementos”, apunta Tania Reneaum, directora de Amnistía Internacional México.
En un contexto donde la Guardia Nacional ya ha sido absorbida por la Secretaría de la Defensa Nacional, la creación de cuerpos de élite sin supervisión ciudadana ni rendición de cuentas podría representar, dicen expertos, una regresión en el proceso de seguridad democrática.
El Caribe mexicano y el sureste: ¿próximos laboratorios del modelo?
Quintana Roo: entre el turismo de lujo y las células delictivas
En estados como Quintana Roo, la necesidad de cuerpos policiales altamente entrenados es evidente. Cancún, Playa del Carmen y Tulum enfrentan una espiral de violencia relacionada con el crimen organizado y el control del narcomenudeo en zonas turísticas.
La actual administración estatal ha impulsado desde 2023 el reforzamiento de la Policía Estatal con nuevos protocolos de inteligencia, y ha recibido apoyo federal en operativos coordinados. Pero la posibilidad de aplicar el “modelo Harfuch” abre preguntas sobre su efectividad y su legitimidad ante la ciudadanía.
“Si esa fuerza viene con resultados, bienvenida. Pero si lo que quieren es imponerse sin diálogo, se van a topar con pared”, advierte María Elena Hermelinda Lezama, gobernadora de Quintana Roo.
Yucatán y Campeche: escenarios con dinámicas distintas
Aunque Yucatán presume ser uno de los estados más seguros del país, su ubicación geográfica lo convierte en zona de paso clave para operaciones ilegales. El modelo Harfuch podría enfocarse aquí en la prevención, más que en la confrontación directa.
En Campeche, el despliegue de la Marina ha sido la estrategia dominante, especialmente en zonas como Ciudad del Carmen. La posible introducción de esta nueva fuerza de élite generaría un reacomodo delicado entre corporaciones.
El factor huachicoleo: lecciones desde la GAM
Un ejemplo reciente de riesgo y desconfianza ciudadana
En la colonia Cuchilla del Tesoro, en la alcaldía Gustavo A. Madero, una crisis por tomas clandestinas de turbosina expuso no sólo fallas estructurales en Pemex, sino la debilidad de las tareas de inteligencia policial.
A más de un año, aunque autoridades de Protección Civil aseguran que “ya no hay riesgo alguno”, los vecinos siguen preocupados. La promesa de cambiar el ducto fue incumplida y la percepción de vulnerabilidad persiste.
Este caso evidencia la urgencia de contar con fuerzas que no sólo respondan con fuerza, sino con información e inteligencia preventiva. ¿Es ahí donde entraría el nuevo cuerpo élite?
El contexto político: poder, contrapesos y resistencia
El PRI y otros partidos exigen equilibrio legislativo
El impulso de esta nueva estructura de seguridad también se da en un ambiente político polarizado. El PRI, a través de Elías Rescala, ha exigido un trabajo legislativo menos parcial hacia Morena y sus aliados.
Esta tensión, que también se vive en congresos locales como el del Estado de México o la Ciudad de México, impacta directamente la posibilidad de aprobar presupuestos o reformas que fortalezcan a las nuevas corporaciones policiales.
Entre el éxito operativo y el riesgo institucional
La pregunta de fondo no es si la estrategia de García Harfuch funciona, sino a qué costo. La creación de fuerzas de élite con capacidades encubiertas, sin contrapesos externos ni vigilancia ciudadana, puede derivar en abusos o en una consolidación de prácticas autoritarias.
Desde el Caribe mexicano hasta la frontera norte, el modelo puede ser útil para contener la violencia. Pero si no se acompaña de transparencia, control civil y formación ética, el remedio podría ser peor que la enfermedad.
“Un país que se cuida a sí mismo con cuerpos secretos corre el riesgo de olvidar que la seguridad también debe ser pública, legítima y confiable”, advierte el investigador de seguridad Eduardo Guerrero.