La muerte de dos opositores presos en Nicaragua ha encendido las alarmas de exiliados y defensores de los derechos humanos, quienes atribuyen esta nueva «era represiva» a una transición de poder en Nicaragua anticipada de un Daniel Ortega enfermo a su esposa, Rosario Murillo. El presidente, que cumplirá 80 años el 11 de noviembre, cede cada día más tareas a Murillo, elevada a «copresidenta» hace siete meses por una reforma constitucional.
Consolidación de un poder implacable: la «Era Murillo»
La figura de Rosario Murillo, de 74 años, con una imagen de implacable, ha consolidado su poder a través de diversas estrategias que van desde la represión hasta la toma de control de las instituciones clave.
La «Era represiva» y las muertes en prisión
El 25 de agosto, Washington denunció la muerte del opositor Mauricio Alonso, quien estaba preso desde el 18 de julio. Managua, por su parte, nunca reconoció su arresto. Un caso similar es el del abogado Carlos Cárdenas, detenido el 15 de agosto, cuyo cadáver fue entregado a su familia dos semanas después.
Según Arturo McFields, exembajador nicaragüense en Estados Unidos, «en una semana se entregaron los cuerpos de dos personas que fueron desaparecidas […], es una nueva etapa que lleva el sello de Murillo». Juan Pappier, subjefe para las Américas de Human Rights Watch, sostiene que esta nueva era represiva «tiene que ver con un esfuerzo de Murillo por estar preparada para el momento de la sucesión».
Purgas internas: El sandinismo bajo control
En meses recientes, se ha registrado la detención de históricos comandantes sandinistas como Bayardo Arce, Álvaro Baltodano y Henry Ruiz, así como de Marcos Acuña, jefe de la escolta presidencial de Ortega. McFields afirma que la «era Murillo» también se caracteriza por el «despido de funcionarios históricos o que habían jurado lealtad a Ortega».
Otros militantes menos conocidos se encuentran también presos o en arresto domiciliario, entre ellos el hijo de Carlos Fonseca, fundador del Frente Sandinista. El académico exiliado Uriel Pineda señala que la «represión se ha centrado en aliados históricos del régimen para que no pueda articularse ninguna estrategia de oposición interna». Santos Méndez, coordinador de la Comunidad Nicaragüense en Guatemala, agrega que «intentan hacer una limpieza sobre a quién (mantener) o no mantener en el círculo cercano» al poder.
La salud en declive de Daniel Ortega
En sus últimas apariciones públicas, Daniel Ortega muestra dificultades para caminar y un semblante pálido. De acuerdo con el médico exiliado Richard Sáenz, quien atendía a la familia presidencial, Ortega padece lupus e insuficiencia renal. En mayo, su ausencia en los festejos del natalicio de Augusto Sandino levantó rumores sobre su estado.
El académico Pineda subraya que «Ortega en sus últimas apariciones públicas es notorio por su edad, naturalmente, y por su aspecto, que ha tenido un deterioro». Pappier, por su parte, sostiene que «hay un esfuerzo claro, evidente de Rosario Murillo por estar lista para que el día que la salud de Ortega se deteriore o fallezca».
Mando militar: El ejército bajo la nueva «copresidenta»
Al convertirse en copresidenta, Rosario Murillo adquirió mando militar. Esta semana, en el acto de aniversario del Ejército, entregó por primera vez los galones de ascenso a los oficiales. Durante esta ceremonia, Ortega justificó el ascenso de su esposa a la cima del poder, declarando que «las mujeres se han incorporado en todos los campos».
Gonzalo Carrión, activista de derechos humanos exiliado, sugiere que la transición «a lo mejor se aceleró porque en este mes precisamente va a cumplir un año de muerto Humberto Ortega», hermano de Daniel y excomandante del Ejército. Humberto Ortega había sido puesto en arresto domiciliario en mayo de 2024, tras declarar a un medio extranjero que consideraba «muy difícil» que la esposa e hijos de su hermano Daniel lograran mantenerse en el poder si este fallecía.
La empresa familiar: Una dinastía en formación
Murillo comenzó a ganar influencia desde el regreso de Ortega al poder en 2007, ocupando cargos como vocera del gobierno, vicepresidenta y, ahora, copresidenta. Su poder se incrementó con sucesos que debilitaron a su marido, como la acusación de abuso sexual contra Daniel Ortega por parte de su hijastra Zoilamérica Narváez (hija mayor de Rosario Murillo) en 1998, y las protestas opositoras de 2018, que fueron reprimidas con un saldo de 300 muertos.
Excepto Zoilamérica, todos los hijos de la pareja ostentan cargos en el gobierno o en empresas estatales. El más prominente es Laureano, encargado de los lazos con Rusia y China, dos aliados clave para el régimen. Pappier concluye con una sombría comparación: «lamentablemente Nicaragua es la versión de Corea del Norte del hemisferio occidental».
La transición de poder en Nicaragua avanza en medio de un clima de represión creciente y la consolidación de una dinastía política. ¿Podrá este modelo de gobernanza, cada vez más autoritario y centrado en la figura de Rosario Murillo, garantizar la estabilidad en la nación centroamericana o está sembrando las semillas de futuras crisis?