
Narcocorridos en la mira: Sheinbaum rechaza censura, Michoacán los prohíbe
El nuevo campo de batalla cultural en México
“Prohibir los narcocorridos sería absurdo”, sentenció Claudia Sheinbaum. Lo hizo justo cuando Michoacán, bajo el mando de Alfredo Ramírez Bedolla, anunció que cualquier espectáculo que haga apología del delito quedará vetado.
El contraste abrió un nuevo frente en la disputa nacional sobre cultura, violencia y libertad de expresión.
Lo que se juega aquí no es solo música: es la narrativa dominante en la cultura popular mexicana, en especial la que cala hondo en regiones marcadas por la desigualdad, la violencia y la presencia del crimen organizado.
¿Qué dijo Sheinbaum? Una postura nacional con matices
Conciencia social, no censura
Durante su conferencia mañanera, la presidenta mexicana fue clara: no se trata de vetar géneros musicales. Para Sheinbaum, el camino está en fomentar una conciencia social que rechace de forma orgánica las letras que glorifican la violencia, las drogas o la misoginia.
“Lo que planteamos es que las letras no hagan apología de drogas, de la violencia contra las mujeres o de ver a una mujer como objeto sexual”, afirmó.
Al rechazar los métodos punitivos, Sheinbaum apuesta por un cambio cultural paulatino. Esta posición apunta a evitar el efecto búmeran de la censura: que al prohibir algo, se vuelva más atractivo. También reconoce que la regulación de contenidos musicales desde el gobierno federal puede ser vista como un ataque a la libertad artística.
El caso Texcoco como punto de quiebre
La declaración de la mandataria se dio después de un incidente en el palenque de la Feria Internacional del Caballo Texcoco 2025, donde el cantante Luis R. Conriquez se negó a cantar narcocorridos y desató una reacción violenta del público.
Este hecho encendió el debate, evidenciando cuán arraigado está el consumo de este tipo de contenidos en sectores de la población y cómo la industria musical ha construido carreras millonarias sobre la narrativa del narco.
Michoacán impone prohibición total en espacios públicos
Decreto estatal en tiempo real
Mientras Sheinbaum apuesta al cambio social, el gobernador michoacano Alfredo Ramírez Bedolla va en sentido contrario. Anunció que a partir del jueves entrará en vigor un decreto que prohíbe cualquier espectáculo público que haga apología del delito.
“Aquí van a estar prohibidos públicamente en todo el territorio, para que serenemos los ánimos”, explicó.
La medida busca evitar altercados como el de Texcoco y “serenar” al estado. Michoacán ha sido históricamente una de las entidades más afectadas por el crimen organizado, lo que podría explicar una mayor disposición a tomar medidas restrictivas.
¿Qué implica esta prohibición?
- Espectáculos públicos: Conciertos, palenques, bailes, ferias.
- Falta administrativa: Las presentaciones que violen la norma serán canceladas.
- Monitoreo preventivo: Autoridades revisarán los repertorios y redes sociales.
- Espacios privados no incluidos: La ciudadanía puede escuchar narcocorridos en sus hogares.
Este enfoque administrativo, aunque contundente, genera preguntas sobre su aplicación práctica, sobre todo en contextos donde la línea entre apología del delito y libertad de expresión es borrosa.
Querétaro también toma medidas: prevención sin prohibición explícita
En Querétaro, el municipio capitalino canceló el concierto del cantante Eme Mala Fe antes de que se emitieran los permisos. El argumento fue el mismo: contenido que hace apología del delito.
Federico de los Cobos, secretario del ayuntamiento, detalló que esta decisión se tomó de manera preventiva, en acuerdo con los organizadores, y sin necesidad de sanciones legales. Además, destacó que el municipio mantiene vigilancia activa en redes sociales para evitar eventos clandestinos.
La capital queretana no vetó el género en general, pero deja claro que su política es no permitir espectáculos que inciten a la violencia. Esta postura se ubica entre el enfoque de Sheinbaum y el de Michoacán: regulación sin decreto, pero con acción concreta.
El fondo del debate: ¿libertad artística o legitimación del crimen?
Narcocultura y apología: una línea difusa
El auge de los narcocorridos y sus variantes —como los corridos tumbados— ha sido paralelo al crecimiento de la narcocultura en series, películas y redes sociales. Artistas como Peso Pluma o Natanael Cano han popularizado un estilo que mezcla lujo, armas, códigos del narco y una estética juvenil que conecta con audiencias cada vez más amplias.
Para algunos, es solo música que refleja una realidad. Para otros, es un vehículo de propaganda del crimen organizado.
¿Quién decide qué se puede cantar?
Ahí radica la tensión: ¿quién determina si una letra glorifica el delito o simplemente narra una vivencia? ¿Es el Estado quien debe poner límites? ¿O corresponde a la sociedad construir nuevos referentes?
El enfoque de Sheinbaum apunta a lo segundo. Los gobiernos locales como el de Michoacán y Querétaro optan por actuar desde el control institucional, buscando minimizar riesgos y controlar el entorno público.
¿Y en la Península de Yucatán?
Aunque la Península no ha tenido pronunciamientos oficiales recientes sobre los narcocorridos, el tema no es ajeno. Quintana Roo y Yucatán han sido sedes de conciertos donde este tipo de música ha estado presente sin mayores conflictos. Sin embargo, el crecimiento del turismo internacional y la necesidad de cuidar la imagen de destinos como Cancún, Tulum o Mérida podría motivar regulaciones futuras.
La discusión nacional podría anticipar medidas locales, sobre todo si se busca mantener ciertos estándares de seguridad y percepción pública.
Un debate que apenas comienza
La confrontación entre libertad de expresión y combate a la violencia cultural está lejos de resolverse. La postura de Sheinbaum abre una conversación necesaria sobre el papel de la cultura popular en la construcción de valores sociales. Pero también evidencia las diferencias entre el enfoque federal y el de los estados.
Michoacán impone límites. Querétaro los previene. El gobierno federal busca educar. En medio, queda una industria musical poderosa, una juventud expuesta a múltiples narrativas y una ciudadanía que exige seguridad sin sacrificar derechos.
En el fondo, el país discute algo que durante años evitó: cómo se refleja el poder del narco en la cultura cotidiana. Y si es posible cambiar la música… sin silenciar a la sociedad.