
Más que nunca, Morena necesita un liderazgo formal de verdad.
No es que a Johana Acosta le haya quedado grande la silla… es que los tiempos han cambiado. Lo que ya ocurre (y lo que viene de aquí al 2027) necesita de alguien que pueda cohesionar al interior del partido y entre sus aliados.
Cierto, la gobernadora es la líder real de Morena-QR, y no podía ser de otra forma. Pero para la presidencia formal del partido es determinante contar con un operador u operadora de verdad, que se entienda con todos los grupos, sobre todo en tiempos donde habrá suspirantes por todos lados.
Los números de Morena son extraordinarios, pero se deben más a la marca nacional y a la inercia de la 4T. El verdadero problema de Morena ahora está adentro.
Además, Morena no pinta ni da color en los asuntos de interés general del estado. Su mejor “argumento” es el silencio. Por ejemplo, nadie sabe cuál es su postura frente al conflicto magisterial.
En los hechos, Morena son solo sus gobiernos y sus programas sociales. La figura de “partido” es solo un requisito que hay que cumplir.
Si sigue por esa ruta, Morena-QR corre el riesgo de convertirse en un partido disfuncional.