
La historia en disputa desde la sede del poder
El 24 de marzo, Día de la Memoria en Argentina, la Casa Rosada difundió un video que incendió las redes y el debate público. Protagonizado por Agustín Laje, ideólogo de la nueva derecha, el material no solo niega el terrorismo de Estado, sino que lo justifica.
El gobierno de Javier Milei convierte así la memoria histórica en campo de batalla política.
Una provocación con firma oficial
El video del 24 de marzo: propaganda desde el corazón del Estado
En lugar de conmemorar a las víctimas de la dictadura militar argentina (1976–1983), el Ejecutivo nacional decidió marcar la fecha con una pieza audiovisual cargada de revisionismo, difundida desde sus canales oficiales.
El video, que dura más de 20 minutos, muestra a Laje, en la mesa de gabinete presidencial, desglosando su versión de la historia reciente argentina. La estética es sobria, con música sombría y encuadres que buscan dar legitimidad a su relato.
Lo preocupante no es solo el contenido, sino su procedencia: se trata de una reinterpretación del pasado emitida desde la cúspide del poder, con recursos del Estado y en una fecha emblemática para la memoria democrática.
¿Quién es Agustín Laje y por qué importa?
Laje es uno de los principales referentes del pensamiento conservador en América Latina. Conocido por su libro El libro negro de la nueva izquierda, ha construido un personaje mediático que mezcla denuncias morales, anti-izquierdismo radical y una supuesta erudición autodidacta.
Su papel como vocero intelectual del mileísmo lo convierte en una figura central para comprender el viraje cultural del oficialismo.
La teoría de los dos demonios recargada
De la justificación a la tergiversación
Aunque el gobierno dice no reivindicar la teoría de los dos demonios —esa que iguala la violencia de las guerrillas con la del Estado—, lo hace en la práctica. Según Laje, los militares “salvaron a Occidente” de una amenaza comunista financiada por la URSS vía Cuba.
Bajo esta lógica, los desaparecidos dejan de ser víctimas del terrorismo de Estado para convertirse en bajas inevitables de una guerra geopolítica.
“No es un debate sobre la historia, es una campaña para reconfigurar la memoria colectiva desde el poder”, advirtió una fuente del Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS).
Negar no es discutir: el valor de la evidencia histórica
Laje muestra libros, informes y citas que supuestamente respaldan su posición. Pero omite toda la producción académica que estudió sistemáticamente el período: desde los informes de la CONADEP hasta las investigaciones del CONICET, pasando por los trabajos de historiadores como Emilio Crenzel, Pilar Calveiro o Marina Franco.
Lo que se presenta como una “visión alternativa” es, en realidad, propaganda política con estética académica.
El síndrome autoritario en América Latina
Paralelismos con Bolsonaro y Kast
El caso argentino no es aislado. En Brasil, Jair Bolsonaro llegó a decir que “el error de la dictadura fue torturar y no matar”, mientras su “filósofo” de cabecera, Olavo de Carvalho, difundía teorías negacionistas sin ningún rigor. En Chile, el excandidato José Antonio Kast justificó los crímenes de Pinochet bajo el manto de la lucha contra el comunismo.
Estos líderes comparten una estrategia: manipular la memoria colectiva para legitimar su modelo autoritario, presentar al pasado dictatorial como un mal necesario, y reconfigurar el relato nacional desde el poder.
El Plan Cóndor y la verdadera historia de la represión
Qué fue y cómo funcionó
El Plan Cóndor fue una operación coordinada entre las dictaduras del Cono Sur —Argentina, Chile, Uruguay, Paraguay, Bolivia y Brasil— para perseguir, secuestrar y asesinar opositores políticos. Financiado y respaldado por Estados Unidos en el contexto de la Guerra Fría, este plan implicó crímenes de lesa humanidad y dejó miles de víctimas.
Negar este hecho es también negar la existencia de redes clandestinas de represión transnacional que operaban con impunidad y con el apoyo (o silencio) de organismos internacionales.
¿Por qué hablar hoy de terrorismo de Estado?
Porque sin ese reconocimiento no hay posibilidad de justicia. Argentina es pionera en juicios por crímenes de lesa humanidad cometidos por militares. Esa política de memoria, verdad y justicia es considerada ejemplo a nivel mundial.
La memoria como política pública en disputa
De Néstor Kirchner a Javier Milei: un péndulo político
Durante los gobiernos kirchneristas, la memoria se convirtió en política pública activa: se impulsaron juicios, se señalizaron ex centros clandestinos de detención, se fortaleció el rol de organismos de derechos humanos.
Con la llegada de Milei, se intenta borrar ese camino, cuestionando la cifra de 30,000 desaparecidos y ridiculizando la lucha de Madres y Abuelas de Plaza de Mayo.
El riesgo de un negacionismo institucionalizado
Más allá de lo simbólico, este tipo de acciones tienen efectos concretos: se debilita la enseñanza de la historia reciente en las escuelas, se deslegitima la lucha por los derechos humanos y se envía un mensaje de impunidad para quienes aún niegan haber cometido delitos durante la dictadura.
La historia no se tuitea, se investiga
El intento del gobierno de Milei de imponer una versión oficial de la historia argentina reciente representa un retroceso alarmante. No es solo un desacuerdo sobre el pasado, es un intento por redefinir el presente y el futuro desde el poder.
La democracia no se construye con relatos únicos ni con propaganda digital, sino con memoria crítica, justicia y pluralidad de voces.