
Vargas Llosa y México: el adiós a un crítico implacable del poder
El fallecimiento de Mario Vargas Llosa, este 13 de abril en Lima, no solo marca el fin de una de las plumas más influyentes de la literatura hispanoamericana, sino también la despedida de una voz crítica que incomodó al poder en toda América Latina. Su muerte reabre el debate sobre sus polémicas declaraciones hacia México, un país al que calificó como “la dictadura perfecta” y cuyo gobierno actual también fue objeto de su crítica más frontal: el de Andrés Manuel López Obrador.
El Nobel que denunció a México como “la dictadura perfecta”
Un juicio que cruzó fronteras y épocas
La relación de Vargas Llosa con México no fue únicamente literaria o simbólica, sino marcadamente política. En una célebre intervención durante una mesa redonda en 1990 —organizada por Televisa—, el autor peruano soltó una frase que se volvería histórica:
“La dictadura perfecta no es el comunismo, no es la URSS, no es Fidel Castro. La dictadura perfecta es México”.
El Nobel se refería al régimen priista, que durante más de 70 años dominó el escenario político mexicano bajo un modelo de simulación democrática. Aunque fue criticado por algunos sectores, muchos otros celebraron su claridad para nombrar lo que desde dentro era difícil de denunciar sin consecuencias.
De la crítica al PRI al enfrentamiento con AMLO
Un nuevo ciclo de confrontación política
Décadas después, Vargas Llosa volvió a sacudir el tablero político mexicano, esta vez al señalar los riesgos del “populismo autoritario” bajo la administración de Andrés Manuel López Obrador. Las tensiones no tardaron en escalar. En 2019, durante un evento en Ciudad de México, el escritor fue contundente:
“Lo que estamos viendo en México es un retroceso hacia el autoritarismo”.
Para entonces, el discurso del Nobel había mutado de la crítica al sistema político a la crítica del liderazgo carismático, que, en su visión, ocultaba riesgos democráticos detrás de una retórica popular.
La respuesta de AMLO: entre el desdén y la confrontación ideológica
Andrés Manuel López Obrador no se quedó callado. En distintas conferencias matutinas, AMLO desestimó las críticas de Vargas Llosa. Lo acusó de pertenecer a un sector “conservador” que no comprendía la transformación de fondo que —según él— vivía México.
“Que se informe bien antes de opinar. No conoce la realidad de nuestro país”, respondió AMLO.
Este cruce verbal se volvió símbolo del choque de visiones sobre el rumbo democrático en América Latina: por un lado, la perspectiva liberal de Vargas Llosa; por el otro, el nacionalismo popular impulsado por López Obrador.
El último regreso a Lima: un cierre íntimo y simbólico
Celebración familiar y despedida literaria
Mario Vargas Llosa celebró su cumpleaños número 89 el pasado 28 de marzo en Lima, acompañado de su familia, en su departamento en Barranco, un barrio bohemio con vista al océano Pacífico. Allí pasó sus últimos días, en una especie de peregrinación simbólica por los escenarios que marcaron su obra.
Álvaro Vargas Llosa, su hijo, compartió imágenes y mensajes que mostraban al escritor visitando lugares como Barrios Altos y la Quinta Heeren, escenarios clave de sus novelas Cinco esquinas (2016) y Le dedico mi silencio (2023), su última publicación antes de retirarse de la literatura.
Una despedida cargada de memoria
Ese recorrido final por Lima puede leerse como un gesto íntimo de reconciliación con su país natal, después de décadas residiendo entre Perú y España, y de una vida marcada por controversias políticas, migraciones y disputas intelectuales.
Vargas Llosa y México: un vínculo tenso, pero inevitable
Entre la crítica política y el respeto intelectual
Pese a sus duros señalamientos, México fue un país con el que Vargas Llosa mantuvo una relación constante. Su obra fue ampliamente leída, estudiada y debatida en universidades mexicanas. Participó en foros, ferias del libro y encuentros culturales donde dejó claro su compromiso con la libertad de expresión y la democracia.
La frase “la dictadura perfecta” se convirtió, con el tiempo, en una consigna popular entre opositores del sistema político mexicano, incluso años después del fin del priismo hegemónico.
Un legado incómodo pero necesario
La voz de Vargas Llosa incomodaba, y eso lo sabía. Pero nunca rehuyó el conflicto ideológico. Su legado, especialmente en México, es el de alguien que puso el dedo en la llaga de un sistema que se creía intocable. Y más tarde, de un gobierno que, según él, representaba una nueva forma de autoritarismo encubierto.
La relevancia futura del pensamiento de Vargas Llosa
En un contexto donde los populismos —de izquierda y derecha— resurgen con fuerza en América Latina, el pensamiento crítico de Vargas Llosa sigue siendo un referente obligado. Su defensa del orden institucional, del liberalismo democrático y de la libertad individual no solo lo enfrentó al poder, también lo convirtió en un faro para sectores que aún buscan equilibrios en medio de polarizaciones extremas.
El desafío, ahora que ha muerto, será no convertirlo en un símbolo vacío, sino en un punto de partida para seguir debatiendo los modelos de país que se construyen en la región.