
• ¿Se habrá desterrado por completo aquella regla no escrita de la era priista “gobernador no pone gobernador”?
Por: Jorge A. Martínez Lugo.
En política lo que se percibe es. Lo que se percibió en la visita presidencial este viernes en Felipe Carrillo Puerto, es la estrecha relación que ha construido la gobernadora de Quintana Roo con la presidenta.
No se sabe si es una relación tan cercana como la que tenía con el ex presidente Andrés Manuel López Obrador, pero esta demostración de proximidad se da en momentos en que la sucesión adelantada agarra a los grupos que buscan la gubernatura armando sus estructuras y estrategias; la lucha es ya interna e intensa.
El brazo de la gobernadora en los hombros de la presidenta es una señal que no se puede pasar por alto, a menos que a los estrategas y aspirantes les gane el estómago; será una variable que tendrán que colocar en sus planes de aquí a cuando la decisión sea tomada.
Tampoco quiere decir que aquella regla no escrita de la era priista “gobernador no pone gobernador” haya sido desterrada por completo; se rompió a partir de la era panista, periodo en que los gobernadores de los estados se convirtieron en virreyes y colocaban a su sucesor.
En Quintana Roo así fue con Joaquín Hendricks, quien, ante la ausencia de la omnipotente figura presidencial priista, tuvo el poder para imponer a Félix González Canto, aunque en medio de una negociación con el grupo Joaquín, con don Nassim para ser preciso, y pudo imponer a quien resultó ser un gobernador de siete suelas, hoy inmensamente rico, que detonó la deuda de Quintana Roo en más de diez mil millones de pesos.
El mismo Félix también tuvo el poder para colocar sin mayor problema a Roberto Borge y mantuvo sobre él tal influencia, que se puede hablar de un mini maximato de once años que se caracterizó por la histórica corrupción que aumentó al doble la deuda, por cierto, acompañados y asesorados desde entonces, por Jorge Emilio González Martínez, quien enseguida saltó del barco y pactó con Carlos Joaquín González; lo mismo después pactó con Morena y hoy cohabita en el poder.
Te puede interesar: Supervisan Sheinbaum y Mara avance de nuevo Hospital General de FCP
Borge y Félix impusieron al candidato Mauricio Góngora Escalante, pero ya no les alcanzó para hacerlo gobernador; coincidentemente, ya no estaban los presidentes panistas, sino había regresado el priismo con Enrique Peña Nieto y la regla no escrita se cumplió: “gobernador no pone gobernador”.

Entonces, ahora no hay nada escrito. Nada garantiza que la gobernadora de Morena pueda colocar a su propio sucesor o sucesora, entre Eugenio Segura, Ana Patricia Peralta y Estefanía Mercado Asencio, en ese orden, o algún caballo negro de la misma filiación.
Mara Lezama, justo a la mitad de su gobierno, está en su apogeo de poder y estaría en condiciones de influir, aunque ya aclaró que no tiene Delfín y que será el método de encuesta y ponderación política, el que determine democráticamente a la persona candidata de la 4T; cualquiera gana y seguramente será titular del poder ejecutivo de Quintana Roo 2027-2033.
Si fueran otros tiempos podríamos decir que la última palabra la va a tener la presidenta Claudia Sheinbaum, quien decidió enviar una señal de respaldo y cercanía con la gobernadora.
Mensaje político que podría tener diversas lecturas, ya que ante todo, la decisión podría venir del Palacio Nacional y sería acatada en el Palacio de Gobierno y todo mundo quieto y a la cargada, como en la era priista. Pero quien sabe. Estamos viviendo tiempos cambiantes y la política tiene múltiples vericuetos. Para 2027 falta mucho o poco, depende. Eso sí, será un proceso intenso. La moneda está en el aire. Usted tiene la última palabra.