
Los historiadores del trópico debemos estar abiertos a todos los discursos de las ciencias sociales, y la literatura nos incumbe para buscar una fineza a la hora de zurcir la trama, y más en una región como la de Quintana Roo donde la historia apenas está iniciando, pues su profesionalización no tiene ni 30 años con los estudios pioneros de Lorena Careaga o Carlos Macías Richard, entre otros, que un día salieron de la Universidad de Quintana Roo (la historia que se practica en esa universidad, hoy en día, tiene un tono bostezante y avejentado, muy lejos de la pasión que tenían sus profesores, los que ya no están, obviamente, cuando contaban con 30 o 40 años) y todavía nos alumbran con sus halos eruditos de luz historiográfica.
Y es que en este estado de selva y caribe hace falta mucho por realizar, trabajos que escribir, repositorios que consultar, en periodos poco trabajados como la historia del Ramirismo (1944-1959), las historias de repoblamiento y construcción municipal en la selva, los caminos que se abrieron apenas durante la segunda mitad del siglo XX, el sistema fluvial del Hondo (una antropología del río o una historia del río tiene que partir con lo que había escrito a principios del siglo XX Homero Lizama Escoffie, sobre el Hondo), la historia de la izquierda en Quintana Roo, la perspectiva crítica a toda la fauna política, la desacralización del mito del indigenismo de estado de Francisco May, la historia de la educación después de 1940, la historia de la copra y los proyectos de construcción del Estado en los discursos de los últimos gobernadores del Territorio de Quintana Roo. Son algunos temas que se pueden trabajar para escribir una historia crítica del Quintana Roo en el siglo XX.
El único compromiso del historiador, pienso, es consigo mismo y su preparación de todos los días en la soledad de su biblioteca personal, el archivo o el aula. Considero que la formación de los argonautas de Clío en el Caribe Mexicano debe estar construida apelando siempre a la inter y la transdisciplinariedad; y, desde luego, que esos bodrios eruditos y mal escritos que algunos aplauden, deben traducirse a una escritura que busque el gancho y la amenidad para el lector, la síntesis necesaria. Por eso no podemos dejar de leer a nuestros maestros y maestras, a esos historiadores e historiadoras que hacían que uno no pueda dejar el libro para seguir leyendo. Creo que eso es a lo que uno aspira al final de cuentas, escribir con calma y decencia, e investigar sin las prisas. Y uno de mis maestros, que tuve la fortuna de que me leyera, fue Terry Rugeley, el mayor conocedor de la Guerra de Castas extranjero. En unos comentarios que me hizo a un trabajo doctoral, creo que se resume mi idea de por qué y cómo escribir historia:
“De la historia podemos afirmar de lo que observó el romano Ovidio de la poesía: ‘El secreto consiste en no decir todo’”.
“Hiciste el trabajo del archivo, y tienes la pasión, pero no te olvides de las reglas doradas: respeta al lector, respeta el orden cronológico, sintetiza tu material”.
Y otra de mis maestras que, aunque nunca tuve la fortuna de cursar una materia con ella porque cuando yo llegaba como estudiante de derecho a la UQROO esta historiadora ya estaba de salida, fue Lorena Careaga Viliesid. De Careaga he leído casi toda su producción historiográfica, y he podido conocer documentos y textos que se han escrito sobre Quintana Roo, gracias a los trabajos de rescate que esta historiadora pionera ha realizado de 40 años a la fecha.
De la muerte de la historia regional en la Universidad de Quintana Roo
Señalamos al principio de este artículo, que en la Universidad de Quintana Roo, a pesar de que se cuenta actualmente con una rectora con un doctorado en historia, podemos afirmar que la historia regional se encuentra en crisis, no menos acuciante que el estado de muerte con que practican la antropología los últimos alabarderos de una antropología mortinata uqrista. Lo poco que hoy se practica, resulta algo risible si nos remontamos 27 años atrás cuando en 1998 se diera a la estampa la Hierofanía combatiente de Careaga, o en 1997 cuando Carlos Macías Richard publicara la Nueva frontera mexicana. Milicia, burocracia y ocupación territorial en Quintana Roo (1902-1927). Ambos textos, cardinales en la historia de las ediciones publicados con el sello de la UQROO.
Preguntemos: de 2004, fecha que inicia la primera generación de licenciados en humanidades de la UQRoo, a 2025, ¿qué de bueno ha salido de la licenciatura en historia o humanidades de esa universidad quintanarroense? ¿Existe una tesis de licenciatura que valga la pena leer, han tenido sus “profesores investigadores” un trabajo individual que haya salido de la normal mediocridad que se destila ahí? Los trabajos pioneros, y los únicos trabajos de nivel, hay que volverlo apuntar pues si se le olvida a alguno, lo han hecho personas que ya están en el más allá que acá, o bien, que se han ido a otras instituciones. Me estoy refiriendo a los textos de Lorena Careaga, los de Vallarta Vélez o Carlos Macías Richard. Ya ninguno de ellos está en la UQROO: Vallarta Vélez murió tan joven, y su pérdida todavía se lamenta porque estaba apenas en los cuarenta de vida.
Hay que decir, por supuesto, que actualmente la historia regional en Quintana Roo se hace desde fuera y en extramuros de la UQROO. Por ejemplo, los trabajos de Martha Herminia Villalobos González y Macías Zapata, del CIESAS Peninsular, o de Teresa Ramayo, o cualquier tesis de los posgrados en historia que imparte el CIESAS Peninsular.
No se puede delegar todo el trabajo investigativo y de altos vuelos en cuanto a la historia regional, en los hombros de investigadores a los que admiro y respeto, como Díaz Ramos y hasta ahí. En ese sentido, la crisis sistémica de la UQROO se debe, sobre todo, a este Chetumal Times (la huevonada investigativa) y a este refocilarse barato en mediocridades tremendas.
¿Cómo se puede subir el nivel teórico en alumnos de la UQROO si vemos y comprobamos especímenes disléxicos y profesores que hacen como que enseñan, y sin una experiencia investigativa previa? Los chetumaleños tropicalosos, salvo sus raras excepciones, al fin y al cabo, se decantan a los lugares comunes.
La muerte de la historia regional en Quintana Roo se debe, en primera, a mercenarios académicos que vienen a hacer su fiesta tropical de vez en vez y sin comprometerse de lleno a la historia regional (no exclusivamente de la península, igual se puede hacer trabajo historiográfico de Oaxaca o Chiapas encontrándote en el polo norte), y en segunda, a las mafias provincianas que han hecho mucho daño a la Universidad de Quintana Roo.
Frente a la desidia historiográfica en Quintana Roo, el ejemplo de Lorena Careaga
Pero frente a la desidia actual en la historia regional, vale la pena volver a leer lo que nuestros maestros nos han enseñado, como es el caso de Lorena Careaga Viliesid. Hace unos meses, nos enteramos de su ingreso como miembro corresponsal a la Academia Mexicana de la Historia.
Lorena Careaga es una de las guerracastólogas más puntillosas del país, historiadora pionera de la historia regional en Quintana Roo, y profesora investigadora fundadora de la Universidad de Quintana Roo. Lorena Careaga es una de los artífices, sino es que la más importante por su trabajo de largos años en busca de fuentes documentales para la historia de Quintana Roo, del proceso de profesionalización de los estudios históricos en Quintana Roo, cuando el estado apenas era, como se dice, pura selva.
Nació el 11 de septiembre de 1953, es antropóloga de formación por la Universidad Iberoamericana, y precisamente su tesis versó sobre la historia “cimarrona” de Chan Santa Cruz, la aldea fundada por los mayas rebeldes del oriente que la convirtieron en su capital, hasta convertirse en el actual Felipe Carrillo Puerto, Quintana Roo. Careaga obtuvo un doctorado en Historia por la UNAM, y es miembro del Sistema Nacional de Investigadores.

Apuntemos que no se puede entender la historia de Quintana Roo, sin sus trabajos históricos, pero también los trabajos de divulgación y de recopilación sistemático, puntilloso y exhaustivo de fuentes que desde la década de 1980 ha llevado a cabo.
Muy pocos saben que es la autora de la monografía de historia para niños de primaria “Quintana Roo, entre la selva y el mar” (1982, 1985). Del mismo modo, Careaga es autora de esclarecidos estudios sobre la Guerra de Castas, concibiendo el fenómeno regional más importante de la Península, como de un claro de un proceso histórico local, que sin embargo tuvo nexos nacionales e internacionales. La visión de la Guerra de Castas que Careaga nos ha presentado en sus estudios de más de 40 años, ha pasado de las escalas locales –la perspectiva cimarrona localista- hasta las apreciaciones internacionales de la Guerra de Castas con el libro De llaves y cerrojos (2000). En el estudio que en la década de 1990 le dedicó a la simbología de la Cruz Parlante, Careaga sigue a Bricker (1993) al bosquejar ideas sobre la religión popular indígena maya, como la forma más prístina de la resistencia. Apuntemos que cuando Careaga habla de la religión como resistencia, se está refiriendo a “la recreación y readaptación continuas de la cultura como mecanismo de resistencia, o tradiciones históricas, o culturas distintas”. Resistencia como adaptación estratégica, asimilación, y también de apropiación, movidas por un espíritu volitivo, estratégico, con un propósito consciente de resistencia. Para Careaga, el culto instaurado por José María Barrera en la medianía del XIX, y que duraría hasta la actualidad con los “hermanos separados” de Tixcacal Guardia, no es una mera patraña o una maquinación ingeniosa, sino que parte del contexto de la cosmovisión maya y del momento histórico de la guerra.
Es autora, como hemos apuntado, de libros sobre la bibliografía de Quintana Roo, dedicándole harto tiempo de su trabajo sobre las cosas de Quintana Roo, en la búsqueda de pesquisas bibliográficas y documentales en repositorios regionales, nacionales e internacionales. Careaga ha tenido, como historiadora fundadora de la historia profesional en Quintana Roo, el privilegio de investigar en el Archivo Militar de la Sedena, en el Archivo de la Secretaría de Relaciones Exteriores, en archivos españoles, cubanos y beliceños; en la Librería del Congreso de los Estados Unidos en Washington, en los repositorios de la Universidad de Tulane.
Como la autora que reactualizó los estudios bibliográficos sobre Quintana Roo, en un trabajo de 1987, Careaga apuntó sobre su trabajo de recopiladora: “Curiosamente la bibliografía del estado de Quintana Roo es abundante, pero al mismo tiempo dispersa, en gran parte agotada y muy poco difundida. Hasta 1979, se ignoraba prácticamente el caudal de información que existía fuera de su territorio”.
Careaga fue de las autoras que más ha trabajado algunas cuestiones interesantes de la Guerra de Castas, como los mercenarios
norteamericanos que llegaron a combatir a los mayas (véase el capítulo 2 de su libro Episodios de una identidad futura, 2002). Uno de sus últimos libros (en 2 tomos), se originó de su erudita y acuciosa investigación doctoral titulada “Invasores, exploradores y viajeros”, donde analiza la vida cultural de los yucatecos del siglo XIX desde estas ópticas de fuera, en años que van de 1836 a 1906.

Al principio, pensé que la tesis doctoral de Lorena Careaga sobre los viajeros y exploradores a Yucatán se había adelantado a lo que deseo realizar: hacer la geografía histórica de la Península en el siglo XIX. Creo que su tesis doctoral convertida en libro en dos volúmenes en 2016, será un referente para los futuros guerracastólogos, pero en mi apreciación particular, igual será una brújula para interesarme no solamente con las visiones de los viajero, invasores y exploradores, sino con las estadísticas locales, algo de historia económica, revisar el antes y el después de 1847 en las regiones incendiadas por la guerra, los trabajos de geografía y las memorias que hablan sobre la geografía del Yucatán de la segunda mitad del XIX.
Siguiendo las lecturas de Careaga, el reto sería igual centrándonos a indagar el libro de la Estadística de Yucatán de Regil y Peón, del año de 1853, y concebir y cuestionar las exploraciones, los acentos de los intelectuales meridanos de ese tiempo (los corrillos del incipiente pensamiento científico), la geografía yucateca y, desde luego, la historia enseñada en las escuelas primarias de esos años, mediante libros escritos para la juventud que se educaba. Mis visiones geográficas están enmarcadas a la metodología de la geografía histórica, pero también, en los aportes que como primera guerracastóloga de Quintana Roo, nos ha enseñado Careaga Viliesid.
Para los que se interesen en la obra de Careaga, a continuación, finalizando estas breves líneas, apunto algunas de sus obras más emblemáticas y necesarias para estudiar la historia regional de Quintana Roo y la Península de Yucatán en su conjunto:
a) (1981) Chan Santa Cruz: Historia de una comunidad cimarrona de Quintana Roo, México, Tesis de Licenciatura en Antropología Social, Universidad Iberoamericana.
b) 1990 (recopiladora), Quintana Roo: Textos de su historia, México, Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora, Tomo II. c) (1996) y Luz del Carmen Vallarta.
Roo: Historiografía regional, instituciones y fuentes documentales. México: Editora Norte Sur.
d) (1998). Hierofanía combatiente. Lucha, simbolismo y religiosidad en la Guerra de Castas, México, UQROO Conacyt.
e) (2000). De llaves y cerrojos: Yucatán, Texas y Estados Unidos a mediados del siglo XIX. México. Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora. 1998b (Recopilación de textos), Lecturas básicas para la historia de Quintana Roo. Tomo IV. La Guerra de Castas, Chetumal.
f) (1998). Pablo Ek, el defensor de la Cruz Parlante, México, Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora.
g) (2011) y Antonio Higuera Bonfil. Quintana Roo: historia breve, México, FCE, COLMEX, FHM.
h) (2016). Invasores, exploradores y viajeros: la vida cotidiana en Yucatán desde la óptica del otro, 1834-1906. 2 Volúmenes. Mérida: Sedeculta.