En el corazón del movimiento de la Cuarta Transformación, la ostentación de sus dirigentes choca con el inquebrantable discurso de austeridad de Claudia Sheinbaum. Viajes de lujo y accesorios millonarios de figuras clave de Morena ponen en jaque la promesa de humildad, planteando serias preguntas sobre la coherencia del proyecto político.
La austeridad de sheinbaum bajo escrutinio por dirigentes de Morena
Relojes de lujo, joyas exclusivas y ropa de diseño. La ostentación de la que ha hecho gala el presidente de la Cámara de Diputados de México, Sergio Gutiérrez Luna, vuelve a meter el dedo en el ojo de la presidenta, Claudia Sheinbaum. Ella repite cada día en sus conferencias matutinas que «el poder se ejerce con humildad y sencillez», solo para ser contradecida por los miembros de su propio partido, Morena, casi cada semana.
Los artículos con los que el líder morenista ha sido fotografiado suman cifras millonarias e inaccesibles para la inmensa mayoría social del país. Esta situación es una flagrante contradicción del principio de austeridad republicana que impulsó el expresidente Andrés Manuel López Obrador y que hoy se ha convertido en un campo de minas para el Gobierno, especialmente en las vacaciones de verano. Cada tanto aparece algún dirigente del partido en algún rincón del globo alejado de México, y el goteo de casos obliga a la mandataria a responder por ello diariamente. Sheinbaum ha evitado la confrontación directa, pero no se ahorra el regaño. “Representamos un movimiento. Nos evalúa el pueblo siempre”, les insiste.
Casos emblemáticos de ostentación en el círculo rojo
El lujo y los viajes internacionales objeto de discusión alcanzan a diversos altos perfiles de la formación gobernante. El último ha sido Gutiérrez Luna, que también ha sido descubierto asistiendo junto a su mujer, diputada del Partido del Trabajo, a un evento exclusivo de la Fórmula 1 cuya entrada costaba varios miles de dólares. Pero no es el único.
El hijo del expresidente y actual secretario de Organización de Morena, Andrés Manuel López Beltrán, protagonizó otro episodio similar apenas unos días antes. El político fue fotografiado esta semana en Tokio, Japón, en un hotel de lujo. En una carta publicada después de que saliera a la luz, López Beltrán justificó que se trató de un viaje sufragado con su propio dinero, el principal argumento al que han recurrido quienes, como él, se han visto forzados a dar explicaciones por sus vacaciones.
La austeridad republicana: más allá del gasto público
La cuestión, sin embargo, es más enredada. El principio de austeridad que promueve el movimiento de la presidenta no alcanza solo al gasto público, sino muy especialmente al estilo de vida de los políticos, cuyos límites son mucho más difíciles de definir. “En un contexto de bajo crecimiento económico, de mucha desigualdad y de amplia pobreza en el país, se presentaba como un tema de justicia social”, recapitula Gustavo Martínez, politólogo de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
En ese marco, no solo importa si los recursos son públicos o privados, sino si el comportamiento se ajusta al principio de vida sencilla que debe regir entre los representantes de la Cuarta Transformación, el nombre con el que López Obrador designó al movimiento.
Un examen autoimpuesto suspendido: otros perfiles bajo el ojo público
Muchos han suspendido este examen autoimpuesto. El secretario de Educación, Mario Delgado, fue señalado por su viaje a Portugal. El presidente del Senado, Gerardo Fernández Noroña, por su visita a Roma, y también el coordinador de los diputados morenistas, Ricardo Monreal, fue reprendido por veranear en España. Para Monreal ya era, además, la segunda polémica del año por una cuestión similar, pues en noviembre tuvo que disculparse por utilizar un helicóptero privado para trasladarse desde el Congreso.
“Intentaré que no se repitan este tipo de situaciones que, aunque de buena fe y utilizadas sólo en caso de emergencias o excepcionales, pueden causar alguna afectación a nuestro movimiento”, dijo entonces, tras la reprobación de la mandataria, que le recordó que debían “ser ejemplo”. La presidenta de Morena, Luisa María Alcalde, también ha cuestionado la pertinencia de estos viajes que amenazan con minar el crédito del partido. “Si dañamos a Morena, ¿qué le queda de alternativa a este país?”, ha espetado a sus compañeros.
El dilema de sheinbaum: control partidista frente a batallas mayores
A pesar de esos pequeños regaños, las llamadas al orden de Sheinbaum no han ido más allá de los recordatorios, las recomendaciones o la repetición de los principios rectores del movimiento. Estas son directrices generales que evitan crear un conflicto personal en el interior del partido, habida cuenta de que tiene otras batallas más importantes que librar, y quizá no pueda ganarlas todas.
La firmeza con la que cada día capea el temporal desatado por Trump, reconocida por propios y ajenos, contrasta con el titubeante dominio que tiene sobre el partido, donde su autoridad se ve comprometida cada tanto por las imprudencias de algunos de sus miembros.
“Es una presidenta que tiene poco control sobre su formación y que constantemente tiene que estar haciendo concesiones o llamamientos para mantener el orden”, incide el experto de la UNAM, Gustavo Martínez: “Pero al menos en términos públicos no le conviene hacer confrontación por estos temas, por eso los mensajes son escuetos. Corre el riesgo de partir el partido, ampliar las posibilidades de que se generen corrientes internas o perder capacidad para disciplinar. Hay otros temas más importantes para ella”.
La reforma electoral y la hipoteca de la ostentación
La energía y los esfuerzos de la presidenta están volcados en la reforma electoral con la que enfila la recta final de su primer año de Gobierno. A Sheinbaum todavía le faltan los votos de sus aliados en el Congreso —el Partido Verde y el del Trabajo— para sacar adelante una de las últimas grandes apuestas de su predecesor. Y también aquí la austeridad republicana juega su papel. Entre las propuestas que deberán debatir los legisladores se encuentra la reducción de la financiación del organismo encargado de organizar los comicios, el INE, y la financiación de los partidos durante los periodos ordinarios, es decir, cuando no hay campañas ni elecciones a la vista.
El Ejecutivo de Sheinbaum, como antes el de López Obrador, justifica la pertinencia de esta medida en ese principio rector. “A la gente no le gusta que los partidos políticos tengan tantos recursos, no hace falta. Y no le gusta que haya tantos recursos destinados a las elecciones, tampoco hace falta para que haya elecciones democráticas”, ha dicho esta misma semana, preguntada por la reforma, sobre la que ha anunciado que hará una encuesta popular. La reducción de la financiación pública al organismo electoral y a los partidos, cuestionada por voces de diferentes sectores, encuentra sin embargo un caldo de cultivo favorable en el rechazo a la clase política que predomina entre la población desde hace más de una década. Es ese mismo rechazo el que alimenta el escrutinio público al que se someten los viajes y contradicciones de los dirigentes de Morena.
En este complejo tablero político, ¿logrará Claudia Sheinbaum alinear a Morena con el espíritu de la austeridad republicana, o la persistente ostentación de sus dirigentes terminará por desdibujar la esencia misma de la Cuarta Transformación ante los ojos de la nación?