La política energética mexicana se cruza con la infraestructura ferroviaria en el sureste. Este 29 de noviembre de 2025, la presidenta Claudia Sheinbaum encendió un nuevo debate logístico al asegurar que el Tren Maya de carga permitirá, finalmente, reducir el precio del combustible en la región. El anuncio, realizado durante un evento público en Playa del Carmen, Quintana Roo, sitúa al proyecto ferroviario como un eje central en la distribución nacional de hidrocarburos.
La promesa presidencial y el dilema logístico del sureste
Durante su gira por Quintana Roo, la mandataria mexicana Claudia Sheinbaum sostuvo que el Tren Maya no solo será de pasajeros, sino también de carga, una ampliación que había prometido previamente en su campaña. Esta funcionalidad tiene un propósito clave: “Para que pueda haber más distribución de gasolina y baje el precio de la gasolina aquí en el sureste del país”, mencionó la presidenta.
La afirmación reaviva el debate sobre el verdadero propósito logístico del proyecto y su conexión con la política energética. El problema de los combustibles caros en la región es antiguo y se debe históricamente a la falta de infraestructura:
- El sureste ha dependido tradicionalmente de rutas marítimo-carreteras, que son rutas largas y costosas, elevando el precio final de la gasolina.
- Expertos consultados han señalado que la escasez de terminales y la falta de una red logística robusta hacen que los precios en estados como Quintana Roo o Chiapas sean vulnerables a las fluctuaciones del mercado.
La visión presidencial es que el tren de carga funcione como una arteria principal para mover combustibles desde terminales estratégicas hacia zonas urbanas y turísticas, a un costo significativamente menor que el transporte por carretera. Pese a albergar algunas de las zonas petroleras más importantes, la región ha pagado por décadas la gasolina más cara, lo que el nuevo tramo ferroviario buscaría revertir para romper la brecha energética con el centro-norte del país.
El tren de carga, los datos de inversión y la conexión geopolítica
El Tren Maya, que fue una obra priorizada por el expresidente Andrés Manuel López Obrador (2018-2024), tiene un total de 1,553 kilómetros de vías y abarca los estados de Campeche, Chiapas, Quintana Roo, Tabasco y Yucatán. El tramo de carga, que todavía se encuentra en construcción, comenzó sus obras en abril pasado.
La inversión inicial de este componente es de 25 mil millones de pesos (unos 1,250 millones de dólares).
Más allá del beneficio regional, la obra cobra una dimensión geopolítica. El ferrocarril se conectará con el tren del Corredor Interoceánico del Istmo de Tehuantepec, otro proyecto insignia de López Obrador que busca ofrecer una alternativa al Canal de Panamá, uniendo el Pacífico con el Atlántico. La interconexión sugiere que el suministro de combustibles podría alcanzar una escala nacional e incluso internacional.
Dudas sin resolver: ¿quién garantiza el ahorro al consumidor?
Aunque la presidenta sostuvo que el objetivo es “que baje el precio de la gasolina en el sureste”, no detalló el cómo ni el cuándo ese impacto se reflejará. Esto mantiene abiertos varios cuestionamientos sobre la viabilidad de la medida:
- ¿Qué empresas moverán el combustible por el tren?
- ¿Se construirán terminales de almacenamiento vinculadas a las nuevas estaciones del Tren Maya?
- ¿El ahorro logístico, garantizado por la reducción de costos de transporte, realmente se trasladará al consumidor final?
Este anuncio ocurre en un momento donde el gobierno ya ha intervenido en los precios del combustible. En agosto pasado, la presidenta Sheinbaum informó de la renovación de un acuerdo con el sector gasolinero para mantener el tope de 24 pesos (casi 1.3 dólares) por litro de gasolina magna (regular).
Mientras la presidenta defiende que el Tren Maya “es un éxito” y que “sorteó toda clase de amparos” durante su construcción, las críticas ambientales persisten. Alicia Bárcena, por ejemplo, reconoció previamente el daño ambiental por la construcción del tramo 5, al admitir que “se afectó cenotes”.
Un plan ambicioso frente a la realidad del mercado
La apuesta de la presidenta Claudia Sheinbaum por integrar el Tren Maya a la estrategia energética busca romper la brecha histórica de desigualdad en los precios del combustible. Si la nueva infraestructura logística, con una inversión inicial de 25 mil millones de pesos, logrará cumplir la promesa de abaratar la gasolina y, al mismo tiempo, establecer una ruta comercial de alcance internacional, es una pregunta que definirá el éxito de esta administración en el sureste. ¿Será suficiente este nuevo tramo ferroviario para reestructurar un mercado de combustibles que ha resistido cambios por décadas, o las promesas de ahorro se diluirán en la falta de transparencia sobre la cadena de distribución final?








