La exregidora priista y exdiputada local morenista, Érika Guadalupe Castillo Acosta, retrata con una nitidez de 3840 x 2160 píxeles de qué se trata la reforma al Poder Judicial.
La también excandidata a liderar el sindicato de taxistas de Cancún se consagró como jueza en la elección judicial de hace dos meses, en la que apenas participó el 12 por ciento del listado nominal.
Castillo Acosta estuvo en dos de las tres planillas —la del Ejecutivo y la del Legislativo— para los cargos de jueces Civil y Familiar de Primera Instancia. Es decir, tenía pase directo.
En muchos de esos casos, los candidatos a juzgadores fueron militantes morenistas o perfiles cercanos que ya no tenían cabida en cargos de elección popular ni en el gabinete, y fueron acomodados en el Poder Judicial de Quintana Roo.
Por supuesto, no se espera imparcialidad y crece el temor de sesgos partidarios en los nuevos jueces. El caso de Érika Castillo lo ilustra con crudeza: con su constancia de mayoría en mano, mantiene la conducta de militante de Morena, como si siguiera en campaña.
Al puro estilo del “cuatroteísmo caribeño”, la jueza electa se toma selfies con sus amigos de Morena en actividades claramente partidistas. Su comportamiento advierte que los acusadores o acusados que no tengan un vínculo con el partido estarán en desventaja cuando enfrenten la penosa necesidad de llegar a su juzgado.