Por Sergio R. Caballero
El anuncio de la presidenta estatal (formal) de Morena, Johana Acosta, no se sabe si fue un chiste mal contado o una proclama de mucha forma, pero sin nada de fondo.
La dirigente morenista anunció este sábado una “gran asamblea” para poner orden entre sus funcionarios, legisladores y suspirantes rumbo al 2027. Pero, para ser sinceros, las precampañas están desatadas.
En el morenismo quintanarroense hay adelantados para todos los cargos. Por todos lados, hay funcionarios guindas en pre-precampaña… hasta la pareja de la propia Johana, la alcaldesa de Felipe Carrillo Puerto, Mary Hernández, que ahora busca ser diputada federal.
Justo un día después del anuncio de la joven dirigente, uno de los aspirantes estaba, en domingo, recorriendo un tianguis de Cancún, en el acto de precampaña más gastado y más obvio del mundo entero.
Los suspirantes no solo recorren colonias y comunidades, también invierten cientos de miles de pesos en redes sociales para inflar sus nombres y posicionarse desde ahora en la carrera por las candidaturas. Algunos incluso ya han incurrido en posibles violaciones a la ley, como aquel caso del aspirante a alcalde de Cancún que rotuló una camioneta con su cara y su nombre para repartir regalos.
Palabras más, palabras menos, dijo que el próximo mes realizará una asamblea general estatal con su militancia, líderes morales y “aspirantes” para pedirles que bajen sus revoluciones políticas y para aclarar las reglas del juego rumbo al reparto de candidaturas,
Pero cualquiera que conozca la dinámica interna sabe que estamos ante un desorden bien organizado. Además, Johana tiene el cargo formal, pero no el control real del partido. Al menos en Quintana Roo, hay un mando único.
Y mientras ella recita el decálogo de mesura y asegura que “en Morena cabemos todos”, la realidad es que la pelea es cada vez más intensa. La convocatoria de la líder morenista tiene la misma dimensión política que un llamado a misa.
