Tras casi dos décadas de prisión sin una sentencia definitiva, Israel Vallarta obtuvo su libertad el pasado 8 de agosto de 2025. Una semana después de ser absuelto de los delitos de secuestro y delincuencia organizada, su primera declaración fue contundente: «tiene que limpiarse mi nombre». Su liberación, calificada como «legítima», no marca el fin de su batalla, sino el inicio de una nueva etapa.
La liberación: un paso, no el fin de la lucha
Desde una carpa instalada frente a la Suprema Corte de Justicia de la Nación, en el Zócalo de la Ciudad de México, Vallarta ofreció una conferencia de prensa. Su objetivo no es solo la reivindicación personal, sino la de su familia. Anunció que seguirá su lucha incansable para lograr la liberación de su hermano Mario y su sobrino Sergio, quienes, al igual que él, permanecen encarcelados. Su voz, ahora libre, resuena como un testimonio de la urgencia de justicia en el país.
Un llamado directo a la justicia mexicana
Exigencia a la Suprema Corte
El exrecluso dirigió un mensaje directo al próximo presidente del máximo tribunal del país, Hugo Aguilar. La petición es clara: asegurar una libre y equitativa aplicación de la justicia. Vallarta enfatizó la necesidad de que «voces como las mías sean escuchadas», para evitar que sea «tan fácil armar una carpeta de investigación ‘a la carta’», una práctica que lo mantuvo privado de su libertad por un montaje televisivo.
Las denuncias que aguardan justicia
Al ser cuestionado sobre una posible demanda al Estado mexicano y a los exfuncionarios implicados en el montaje que truncó dos décadas de su vida, Vallarta reveló que las denuncias ya están interpuestas desde el año 2006, señalando la implicación de varios funcionarios. Aunque no ofreció detalles específicos, el tono fue claro: el Estado tiene una deuda pendiente.
En un ejercicio de transparencia forzada, Vallarta exigió: «Será bueno cuestionar a las autoridades ministeriales si ya judicializaron esa carpeta de investigación, y si no lo han hecho que motivos hay para estar retrasando la investigación y su presentación ante un juez”. Esta postura, firme y directa, busca presionar por la continuidad de las investigaciones y no descarta la posibilidad de exigir una reparación del daño por los años arrebatados.
Compromiso inquebrantable y distancia política
Israel Vallarta fue enfático al rechazar haber recibido cualquier «atención especial» por parte de algún gobierno. Su liberación, afirmó, fue «legítima, una libertad sin dudas». Este punto es crucial para su credibilidad, disipando cualquier especulación sobre posibles favores o negociaciones detrás de su excarcelación.
Asimismo, descartó categóricamente cualquier interés en afiliarse a partido político alguno. Su prioridad, ahora más que nunca, es la reunificación de su familia. «Mi lucha no termina con mi liberación. Mi familia no está completa porque falta mi hermano y mi sobrino», sentenció, dejando en claro que su agenda está dictada por la búsqueda de justicia, no por intereses partidistas. Su caso, y el de su familia, se erige como un espejo de los desafíos del sistema judicial mexicano.