
Una apuesta al asfalto: carreteras como columna vertebral del sexenio
El gobierno de Claudia Sheinbaum arranca su administración con una promesa tangible: caminos nuevos y modernizados que conecten al país. El anuncio de una inversión de 369 mil 814 millones de pesos para infraestructura carretera hasta 2030, presentado por el secretario Jesús Esteva, redefine el enfoque territorial y productivo del nuevo sexenio.
¿En qué se gastarán los 369 mil millones?
La cifra es histórica y ambiciosa. Implica una reconfiguración logística y económica del país. La palabra clave es infraestructura carretera, pero el verdadero trasfondo está en cómo esta inversión podría transformar regiones enteras.
El arranque: 56 mil millones para 2025
De acuerdo con Esteva Medina, el primer año de ejecución —2025— contará con un presupuesto de 56 mil 549 millones de pesos. Esta inversión inicial está proyectada para generar 162 mil empleos directos e indirectos, un factor clave en la economía nacional.
La magnitud del recurso refleja la prioridad del proyecto: la movilidad terrestre como detonador de desarrollo regional. En un país donde el 56% de la carga se transporta por carretera, modernizar la red vial no es sólo una necesidad, sino una estrategia.
Obras específicas: puentes, ejes prioritarios y caminos rurales
Dentro del plan, hay proyectos con nombre y apellido:
- Puentes Rizo de Oro y Nichupté: 2 mil 472 millones de pesos para 109 km.
- Diez ejes prioritarios: 112 mil 773 millones de pesos para 2 mil 220 kilómetros.
- Otros programas: caminos artesanales, conservación periódica y rutina, distribuidores viales y obras en Guerrero y Michoacán.
Se mencionan también programas como el de Lázaro Cárdenas del Río, lo que anticipa una intervención directa en polos logísticos y regiones rezagadas.
¿Por qué importa esto ahora?
México se encuentra en una transición política y económica. Con Claudia Sheinbaum como presidenta, este anuncio establece un mensaje claro: el desarrollo irá por carretera. Y no es menor. La geografía nacional obliga a repensar la conectividad como un instrumento de equidad territorial.
Del centro al sureste: caminos como eje de inclusión
El sureste mexicano, históricamente marginado en términos de infraestructura, aparece en el mapa de obras con proyectos como Macuspana-Escárcega, un corredor clave para articular Tabasco con Campeche. También destaca la Tamazunchale-Huejutla, que conecta la Huasteca con el altiplano.
En el caso de Bavispe-Nuevo Casas Grandes, se observa un interés geopolítico: seguridad y movilidad en una zona estratégica del norte del país.
¿Y los beneficios reales?
Más allá del discurso oficial, el impacto tangible de esta inversión será medido en tiempo, productividad y cohesión territorial. Las regiones más desconectadas —como la montaña de Guerrero o el sur de Veracruz— podrían integrarse a las cadenas logísticas nacionales, lo que implica también desafíos:
- Supervisión efectiva de los recursos
- Ejecución técnica sin corrupción
- Sostenibilidad de las obras (mantenimiento y conservación)
La inclusión del componente de conservación periódica es una señal positiva. No se trata sólo de construir, sino de mantener lo ya existente.
La carretera como símbolo
En comunidades como Xpujil, Calakmul o Villa Purificación en Jalisco, un camino nuevo no es sólo concreto: es acceso a servicios, seguridad en traslados, oportunidad de comercializar productos locales, y también un símbolo de presencia estatal.
Los caminos artesanales, a menudo olvidados por las grandes constructoras, tendrán un lugar en esta agenda. En un país donde más de 180 mil comunidades están en zonas rurales, este tipo de proyectos son clave para la equidad.
Claudia Sheinbaum y el sello de la continuidad infraestructural
Aunque el gobierno cambió de rostro, la línea de inversión en infraestructura se mantiene. La transición entre López Obrador y Sheinbaum implica continuidad en términos de enfoque social y territorial. Pero el reto será hacerlo con eficiencia técnica, transparencia y visión de largo plazo.
Esteva Medina, ingeniero y exsecretario de obras en CDMX, representa ese puente entre el enfoque urbano capitalino y la escala nacional. Su papel será clave en la ejecución de este megaplan.
Lo que está en juego
La inversión en infraestructura carretera entre 2025 y 2030 no es solo una política pública: es una apuesta estratégica por reordenar el territorio, integrar regiones desconectadas y detonar economías locales.
De su correcta ejecución dependerán factores clave del futuro sexenio: crecimiento económico, percepción pública y capacidad de gestión. El camino al desarrollo, literalmente, se está construyendo.