
Francisco J. Rosado May
fjrmay@hotmail.com
Estamos en los meses de promoción para estudiar una carrera profesional. Las universidades, tecnológicos, normales, están desarrollando formas para convencer a los estudiantes que egresan próximamente de su bachillerato para que se inscriban y estudien una carrera. Presentan lo mejor de su infraestructura, apoyos, calidad académica, entre otros elementos, ya sea visitando las escuelas o estableciendo puntos de información en los eventos preparados para la promoción de la educación superior.
Por otro lado, está la presión de incrementar la matrícula o designar presupuesto con base en matrícula, con la lógica de que mientras más personas tengan preparación a nivel superior, mejor desarrollo tendrá el país. Esta lógica descansa en cantidad, no calidad.
Los datos de cobertura de educación superior en México, de alrededor del 35%, entre los más bajos de América Latina, parecen apoyar la lógica de promover el ingreso. Por otro lado, se estima que alrededor del 25% de los jóvenes ingresan a educación superior. Esto parece explicar los programas de apoyo económico a los estudiantes, la facilidad para ingresar a educación superior y la apertura cada vez de más y más instituciones de educación superior.
Pero hay focos amarillos que están subiendo de intensidad. Un artículo de Jorge Sainz, publicado en El Debate el 09-05-2023, muestra que el número de jóvenes españoles que no creen en la universidad está creciendo. Quizá fue un artículo aislado, pero la semana pasada Noam Scheiber publicó en el New York Times un artículo titulado ¿Ha iniciado el declive del conocimiento para el trabajo?, analizando el comportamiento del mercado laboral y el interés de los jóvenes en acceder a ese mercado a través de la educación formal universitaria o mediante otros medios.
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Cada vez hay más y más indicios de que los jóvenes ya no consideran al título universitario como sinónimo de triunfo o llave de acceso a un mejor futuro o a un mejor salario. Sabiendo navegar en internet y teniendo el mínimo de capacidad de interpretar información en línea, ¿por qué gastar tiempo y recursos en ir a la universidad, tomar clases aburridas, con malos profesores o instalaciones, usar tiempo valioso de mi juventud, y sin la garantía de que voy a tener una mejor vida y salario? No es necesario ser especialista para saber que esta pregunta no solo cada vez se escucha con más frecuencia, sino que, al analizar las condiciones de oferta laboral en el país, el analista no puede soslayar las dificultades económicas que está atravesando nuestro país. Es un fenómeno global.
Ahora bien, el problema con el razonamiento anterior radica en que se puede tener éxito, hasta cierto punto, siendo auto didacta, si y solo si la persona tiene la habilidad suficiente de razonamiento crítico para discernir adecuadamente ante el océano de información que representa el internet. Y esto no es nada fácil.
Conociendo entonces la preocupación de los jóvenes, y las condiciones económicas del país, quizá es tiempo de establecer una estrategia diferente al de la lógica de la cantidad sobre la calidad. La generación actual, ¿milenials o centenials?, y la que está en educación básica (de cristal), tienen una forma diferente de entender su realidad. Hay indicadores de que estas generaciones chocan con la lógica de la cantidad en vez de la calidad.
Los estrategas de planeación educativa deben de tomar en cuenta lo anterior y actuar acorde. Las condiciones actuales del país requieren pensar fuera del cajón.
Es cuanto.