
Para más de uno, el reciente informe de Vero Lezama sería también el posible arranque de una nueva dinastía política en Quintana Roo.
Algunos ya la ubican en la ruta hacia la gubernatura en 2027. Otros, menos entusiastas, apuntan a que el primer paso será la presidencia municipal de Benito Juárez (Cancún). El apellido, la cercanía con el poder y el posicionamiento mediático la colocan, sin duda, en la lista de aspirantes.
En Quintana Roo ya ha habido dinastías políticas. Destacan los Joaquín —con dos gobernadores—, los Alonso en Chetumal, los González también en Cozumel y hasta los (o las) Ricalde en Isla Mujeres.
El primer acotamiento es que Morena en Quintana Roo parece que está a pruebas de balas. Ha cometido excesos y la ha librado, relativamente fácil.

A falta de oposición efectiva —salvo en un par de municipios—, el partido guinda ha pasado pruebas que en otros estados habrían costado caro. La elección judicial local dejó magistraturas y juzgados en manos de perfiles impresentables, pero parece que no habrá impugnaciones. Lo mismo pasó con el caso de Anahí González, ungida como senadora indígena sin pertenencia real a ningún pueblo originario. Nadie se atrevió a denunciar -ni adentro ni afuera de la 4T- formalmente esa falsa acción afirmativa.
Pero, hay otro condición que resulta contrastante.
Tras el tropiezo electoral en Durango y Veracruz, Luisa Alcalde remarcó los candados éticos: nada de candidaturas para cónyuges, hijos, padres o hermanos de funcionarios en turno. Eso aplica para Morena, aunque PVEM y PT no se han comprometido con esas reglas.
No se descartaría que Vero esté en la boleta, o mejor dicho en alguna de las boletas en 2027.