Redacción
CHETUMAL.- La estrategia de “abrazos y no balazos” ha tenido consecuencias directas en el sur de Quintana Roo. Esta región se ha convertido en un escenario de trasiego de drogas y violencia, con el Cártel de Caborca como principal protagonista.
En los últimos años, se ha configurado una auténtica historia de terror, desde las comunidades rurales del municipio de Bacalar hasta la ribera del Río Hondo. La población ha quedado a merced del Cártel de Caborca, que en su lucha por arrebatar el control territorial al Cártel de Sinaloa, ha desatado una oleada de violencia en una región clave para el tráfico de estupefacientes.
Esta historia tuvo ayer un nuevo capítulo, con el homicidio del líder cañero Evaristo Gómez Díaz y sus dos escoltas en la comunidad de Sacxán.
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El Gallito
La incursión más brutal ocurrió el 18 de mayo de 2024, cuando al menos 40 sicarios del Cártel de Caborca irrumpieron en el ejido El Gallito, habitado por unas 40 familias de ejidatarios. Durante más de dos horas, se registró un enfrentamiento armado. Casas, palapas, maquinaria agrícola y vehículos fueron calcinados. La comunidad quedó arrasada.
Según los pobladores, el ataque fue precedido por una serie de advertencias: vendedores de víveres y compradores de ganado fueron amenazados por los criminales para que no ingresaran más al ejido. Luego, cortaron el suministro eléctrico. Finalmente, llegó la toma violenta. “La gente de El Gallito quedó entre dos fuegos”, relatan.
Este acto de barbarie tuvo un preludio siniestro la misma noche del 18 de mayo, cuando dos ataúdes con cuerpos torturados fueron abandonados frente a una funeraria en Bacalar. Las víctimas fueron Marina Coronel, secretaria general del Ayuntamiento de Bacalar, y su sobrino José Roberto Coronel, colaborador cercano del alcalde morenista José Alfredo Contreras Méndez.
Ambos fueron señalados por medios locales como presuntos operadores del Cártel de Sinaloa, lo que refuerza la hipótesis de una limpia ejecutada por el grupo que dirige José Gil Caro Quintero, alias “El Pelo Chino”, líder del Cártel de Caborca. Las amenazas escalaron al grado de que nadie reclamó los cuerpos; su traslado al Semefo se realizó bajo resguardo de la Guardia Nacional.
Rutas
El objetivo de esta violencia, coinciden los habitantes, es el control de una zona estratégica para el trasiego de drogas. Por su geografía —terrenos planos, caminos rurales y vestigios de pistas clandestinas— la región ha sido utilizada desde hace décadas para recibir cargamentos provenientes de Centro y Sudamérica.
Hoy, esos mismos caminos están prohibidos por las noches. En tramos que conectan comunidades como Nuevo Canaán, Veracruz, Nuevo Becar y otras, los vehículos de los pobladores son interceptados, inspeccionados y despojados de sus pertenencias. “Solo rige la ley del crimen organizado”, aseguran.
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Además del ejido El Gallito, comunidades como Río Verde, Miguel Alemán, Canaán, Otilio Montaño, Melchor Ocampo, Zamora y Francisco Villa se encuentran dentro del círculo de violencia desatada por los cárteles. “Tienen arrinconados a todos los pueblos. En todo lugar están esos cabrones”, afirman pobladores del ejido.
En este clima de terror, permanece sin resolver la desaparición de Nahum Fuentes Rivera, líder cañero y empresario ganadero. Fue visto por última vez en noviembre de 2022, cuando un comando armado lo secuestró en su rancho ubicado en Álvaro Obregón Nuevo. Desde entonces, no hay rastro de su paradero. Algunas versiones lo vinculan a las mismas redes criminales que hoy se disputan Bacalar y la ribera del Río Hondo.
El caso más reciente ocurrió el 12 de mayo de 2025, con la ejecución de Evaristo Gómez Díaz, también líder cañero, en la comunidad de Sacxán, en Bacalar. Figura reconocida en el sector agropecuario de la región, Gómez había sido un referente entre los productores de la ribera. Su muerte fue interpretada como un nuevo mensaje de los cárteles hacia quienes se resisten a su control.
Costas
En junio de 2019, el periódico español El País, en colaboración con El Faro, publicó el artículo titulado “El Caribe Turbio”. Este trabajo periodístico investigó cómo el narcotráfico aprovecha las costas de Xcalak, en el sur de Quintana Roo, para el trasiego de drogas, especialmente mediante la práctica conocida como “playeo” o “paqueteo”.
En el reportaje, dos pescadores locales, Don Luis y “El Guanaco”, describieron cómo los habitantes de la zona encontraban y recogían paquetes de droga —principalmente cocaína— que llegaban a las playas arrastrados por las corrientes marinas. Estos paquetes eran luego vendidos a intermediarios del narcotráfico.
El reportaje también señaló la presunta complicidad de autoridades locales en estas actividades ilícitas, como parte de las estructuras de poder que permitían el funcionamiento de estas redes criminales.
Tras la publicación del reportaje, ambos pescadores enfrentaron represalias. Don Luis y su esposa desaparecieron días después de la difusión del reportaje, y se presume que fueron llevados por mar. Por su parte, “El Guanaco” sufrió un intento de decapitación con un machete y tuvo que abandonar México para proteger su vida.
El sur de Quintana Roo, históricamente relegado, enfrenta hoy una de sus crisis más graves: la de vivir bajo un régimen de facto impuesto por el narcotráfico, sin ley, sin protección y sin Estado.
