La iglesia maya que vino de la Guerra de Castas: el culto a la Cruz Parlante


Por Gilberto Avilez

A lo largo de más de 300 años de colonia, y de 200 de Estado independiente, los mayas peninsulares, y propiamente, los mayas del centro de Quintana Roo, gestaron entre sus tradiciones culturales un culto religioso propio, que algunos estudiosos han denominado desde los parámetros de la “misgenenación” cultural, de la hibridización, o bien, del “sincretismo religioso”. Se ha hablado recientemente, entre el hecho religioso que subyace en los años de la Guerra de Castas, a la instauración de la Cruz Parlante como un elemento incuestionable de identidad con el cual los grupos indígenas mayas alrededor del nuevo culto, representaron su lucha en contra de la dominación extranjera. No obstante, como lo ha establecido Villa Rojas (1981: 277-311), en torno a la Cruz Parlante de los pueblos cruzoob, debido a esos 300 años de sincretismo religioso de los pueblos peninsulares, se gestó un “complejo religioso pagano-cristiano” donde están presente elementos de las dos tradiciones culturales emanadas del proceso de conquista y colonización del pueblo maya, por parte de los grupos españoles. Y así, podemos entender que los mayas cruzoob no volvieran a su antiguo “paganismo” como apuntaron las miradas más racistas del siglo XIX, sino que erigieran nuevas iglesias al más puro estilo colonial: una iglesia con rituales, jerga y símbolos mayas, pero también una iglesia híbrida, la de Chan Santa Cruz.i

El culto a la Cruz Parlante de los cruzoob, ha sido vista como continuadora de los elementos prehispánicos representando el axis mundi, el eje y centro del mundo donde la ceiba sagrada crecía y en cuyas sombras descansaban los muertos, para revitalizar su cultura en resistencia y lograr su autonomía a través de la adopción de una identidad propia (Lizama, 1995: 66 y 67). Este culto a la “Santísima”, tomó las siguientes dos formas para la revitalización de la cultura de los mayas que se levantaron en armas en 1847, y que en 1850 buscaban afanosos un elemento simbólico que fuera más allá de la fragilidad de la vida de sus caudillos: fue un intento por reinterpretar o revitalizar los símbolos del mundo católico que les impusieron sus conquistadores españoles, con el objeto de transformarlos en algo más acorde con la experiencia indígena. Y también fue un intento por sacudirse lo que ellos consideraban que era el yugo de la dominación extranjera y por establecer su gobierno propio (Bricker, 1993: 25).

Con respecto a los mayas coloniales y decimonónicos, bien viene a cuento citar lo que en su momento recogió el gran folklorista estadounidense de la segunda mitad del siglo XIX: “Estos mayas, como ellos mismos se llaman, fueron convertidos, en la época de la Conquista (alrededor de 1550), al cristianismo de aquella manera sumaria que tanto gustaban a los españoles…su llamado cristianismo era por lo tanto su antiguo paganismo bajo un nuevo nombre que no les daba ni luz espiritual ni progreso intelectual..” Como dijo Apolinar García y García en un famoso libro sobre los mayas de la Guerra de Castas: “De idólatras paganos que eran, sólo se ha conseguido que se conviertan en idólatras cristianos”.ii

Aquí quiero hacer una reflexión sobre este nuevo impulso que sostuvo con largo aliento a los mayas rebeldes del oriente de la Península: la Cruz Parlante, un elemento simbólico que representa a la perfección el sincretismo maya-cristiano. Aunque si bien coincido con las tres propuestas que Falcón ha señalado, con los cuales se facilitó la autonomía de los de Santa Cruz,iii habría que señalar la solidificación ideológica establecida por la Cruz Parlante. Barabas, quien ha hecho un estudio sobre las utopías indias contra el sistema colonial y neocolonial, apuntaba sobre esta importancia que los rebeldes -macehuales de los pueblos, y “huites” de la Montaña, así como una diversa gama de mestizos impregnados de la visión mesoamericana de la historia posibilitada por el contexto social maya que en buena parte del siglo XIX y hasta entrado el siglo XX, lo abarcaba casi todo- le dieron a la “ayudadita” de las fuerzas cosmogónicas. Desde ídolos, santos, hasta vírgenes que anunciaban el triunfo a los rebeldes, estas hierofaníasiv pasaron a segundo término cuando para 1850, la insurrección iniciada el 30 de julio en Tepich se transformó en una guerra santa cuando hizo acto de presencia la Cruz Parlante de tradición oracular, que fundía sus raíces en la época prehispánica.v

Grabada en un cedro cercano a un cenote, esta cruz fue descubierta en el centro de lo que hoy es Quintana Roo por José María Barrera, lugarteniente de Jacinto Pat, y pronto alrededor de ella los grupos desperdigados de mayas rebeldes refugiados en los bosques orientales debido a la contraofensiva yucateca, escucharían sus ordenanzas por medio de un primer intérprete, Manuel Nauat, que según Barabas, se trataba de un chilam.vi En la entrada que hiciera Juan María Novelo en el nuevo bastión rebelde (donde se dio muerte a Manuel Nauat, natural de Kanxoc, que para defender a las dos cruces que se adoraban “hizo una vigorosa resistencia”, logrando escapar Barrera), las primeras impresiones del nuevo culto son conmovedoras. Se decía que “De todas partes del interior bajan á Chan Santa Cruz porción de familias con el exclusivo fin de conocer y adorar á las cruces, encenderles velas y obsequiarlas con dinero, maíz y otros efectos que recibe el patrón para entregar al mencionado Barrera”.vii

En aquella primera “ordenanza” de la Cruz, se señalaba a los cruzoobliberar el rancho de Barrera, Kampokolché, con mil armas de mil guerreros. El cuatro de enero de 1851 se cumplió la orden, misma que culminó en una derrota estrepitosa de los insurrectos, pero lo peor se dio dos meses y medio después. Los ladinos, al saber del nuevo culto, irrumpieron con sus tropas el 23 de marzo de 1851 en el villorrio donde se iniciaba el culto, matando a Nahuat y desbandando a los cruzoobLa muerte del ventrílocuo, dio como resultado que el primitivo culto fuera modificado en sus formas, y llevado al culmen por Juan de la Cruz Puc, segundo profeta que tuviera la Cruz, y que había venido de Xocen, para dedicarse a redactar las cartas que dictaba LaSantísima.viii

Juan de la Cruz Puc era un indígena de temperamento místico que se hacía pasar como el elegido para pasar al papel lo que le dictaban las cruces, pues había sido nombrado ministro de ellas con la facultad de entrar al cielo para conversar con Dios y sus ángeles y querubines. Cada carta que firmaba tenía su nombre junto con tres crucecitas. Con el tiempo, Puc llegó a ser considerado como el mismo Jesucristo, dándose en ocasiones los nombres de “Hijo de Dios”, “Creador de los Cristianos”, “Yo, Nuestros Señor Jesucristo”, o “La Santa Cruz”.ix Preguntándose por su identidad, Bricker (1993:209) se cuestiona ¿quién fue Juan de la Cruz?, respondiéndose que los historiadores del conflicto, como Reed, González Navarro y Molina Solís, tal vez consideren que “Juan de la Cruz” se trata en realidad de un seudónimo de Venancio Puc, quien fue el jefe principal del movimiento entre 1852 y 1863. Venancio Puc, quien bajo su mando, la Cruz Parlante y Chan Santa Cruz llegaron bajo su máximo apogeo, fue muerto por Crescencio Poot en 1863, coincidiendo exactamente su muerte con el decaimiento del culto en 1864, cuando los enemigos de Puc, los generales Dionisio Zapata y Leandro Santos, expresaron ante la comunidad cruzoob que la voz de la Cruz no era divina sino humana.x No obstante, Bricker (Ibidem: 212) considera que Atanasio Puc era la persona detrás del Juan de la Cruz.

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Anterior al advenimiento de la Cruz Parlante, hubo intentos de unificación de los mayas desperdigados en los bosques orientales, por los caudillos que quedaban. Tanto Macedonio Tut como Bonifaci Novelo, sin ser ampliamente aceptados sus medios (el primero se dijo sacerdote, el segundo llevaba a una imagen de la virgen por los pueblos y aduares en la selva), intentaron “revitalizar” los ánimos del grupo de mayas rebeldes a través de elementos religiosos, apelando a la fuerte religiosidad de los sublevados. La explicación a esta respuesta pírrica dada por los insurrectos tanto a Tut como a Novelo, se debía a que sus “elementos no proporcionaban la seguridad de una continuidad entre su cultura ancestral y su vivencia presente. Es decir, no habían elementos que unieran el pasado con el presente y lo proyectaran hacia el futuro”xi, pues el cura y la Virgen, aunque aceptados y reformulados por los indígenas, eran elementos de la cultura invasora contra la cual peleaban. “Por tanto, se necesitaba un fenómeno que diera esa referencia, que uniera y sintetizara en él mismo una historia común y, de este modo, reforzara la identidad, cohesionara al grupo y le diera los elementos que permitieran que la cultura se perpetuara. Este elemento fue la Cruz Parlante”.xii

Acorralados, perseguidos, desmoralizados, muertos sus aguerridos generales de la primera hora Cecilio Chi y Jacinto Pat (ambos en 1849), y casi derrotados por los ejércitos yucatecos, el advenimiento de la Cruz Parlante significó un “segundo aire” para los insurrectos mayas, en sus afanes libertarios; pues esa Cruz, verde como el árbol de la vidaenlacosmogoníamaya,lacruzfoliada,laceibaoYaxchécomunicadordelastres divisorias espaciales mayas, con antecedentes culturales en la cruz antigua de Cozumel, el ídolo parlante de Tayasal -destrozado a palos por los propios itzáes cuando este ancestro de la cruz de los cruzoob no había podido cumplir su palabra de impedir que los españoles entrasen a su isla en 1697xiii (Villa Rojas, 1978: 99)-, ―fue prometedora de nuevos horizontes y paraísos, fue el elemento que unió a los mayas en su lucha y les dio un nuevo significado a sus vidas‖ (Lizama, 1995: 67). La Cruz daría la posibilidad para que los rebeldes estructuraran una nueva sociedad, una nueva religión, una autonomía en resistencia que vendría a ser posteriormente una empresa icónica que, de todas las resistencias de liberación indígenas realizadas desde el día siguiente en que Colón pusiera su bota invasora en la isla de los araguacos, como ya nos lo refirió Reed, fue la de más éxito, la de más duración, y la que se dio el lujo de comunicarse, mediante la soberanía de la Cruz, “por carta con el gobernador de Yucatán en Mérida y con el superintendente de Honduras Británica en Belice”; la que forzó a los representantes de las potencias extranjeras a discutir sus asuntos con ella: la Cruz que habla (Bricker, 1993: 219). La Santa Cruz Parlante, cuyo profeta, Juan de la Cruz tres personas, escribió que con ella, “Verdaderamente esta gente de la Cruz ganará”. Había llegado el tiempo del katún libertario, escribía el profeta, “el momento de una insurrección divina contra los blancos… para concluir esta explotación de mis iguales, por nada” (Lizama, Op.cit: 226).

Pero vamos del misticismo al materialismo, para apuntar que la razón de que Chan Santa Cruz había sido establecida precisamente en la zona céntrica del oriente de la Península, tal vez se deba porque Barrera, entre marzo y octubre de 1850, había trasladado su cuartel general a lo más tupido de la selva oriental, un punto estratégico para atacar a Peto, Valladolid y Bacalar, poder replegarse con seguridad, y teniendo un cenote para abastecerse de agua. Había que agregar la cercanía que da escaparse o tener tratos comerciales con el inglés por la costa cercana del Mar Caribe, en la Bahía de la Ascensión, distante a tan sólo 56 kilómetros de Santa Cruz.xiv Además, el centro de Quintana Roo, donde se establecerían los pueblos de Santa Cruz, era un terreno menos palustre como en el sur de Bacalar.xv No obstante, no puedo negar que Barrera –un mestizo que conocía la lógica del pensamiento del mundo “ladino” y del mundo indígena- haya apelado al fuerte elemento religioso de los combatientes para fortalecer la resistencia y poner los andamios para una sociedad maya que sería autónoma durante más de 50 años, aunque esto no me lleve a estar de acuerdo con las ideas de Ancona, que veía a Barrera como “un mestizo muy ladino”xvi porque, como ha indicado Dumond, haciendo uso de todas las palabras de Barrera que se conocen, “uno no está forzado a creer que la visitación de Dios por medio de las cruces hubiera ocurrido por sus intrincadas maquinaciones”.xvii Sin embargo, sin duda ese elemento cohesionador sería la Cruz Parlante. Mediante sus intérpretes, los mayas rebeldes le darían batalla durante mucho tiempo a los yucatecos y, para ser precisos en la geografía, a los hombres de los Partidos fronterizos; porque la Cruz Parlante les había vaticinado que:

Pues aunque oiganElestruendo

Delosdisparos

DelosriflesdelenemigoNadalescausarádañoa ellos.

..

PorqueSabed,

Ohcristianospueblerinos,

Queyosoyquienosacompaña;Queatodahora

SoyyoquienvoyalavanguardiaDelantede vosotros,

Frente a los enemigosCon el finde que

No caiga sobre vosotrosniunapizcadedaño,

Oh vosotrosmishijosindios.xviii

La Cruz sería la unificación de los “cristianos pueblerinos”, de sus “hijos indios”,xix y como dice esta proclama de Juan de la Cruz, ella iría a la vanguardia, adelante de los comandantes y la tropa de una nueva sociedad autónoma maya. En la toma de Bacalar, comenzada entre la una y dos de la madrugada del 21 de febrero de 1858, los mayas de Santa Cruz fueron comandados por el propio nohochtataVenancio Puc;xx y los combatientes –un número de 800, 600 armados y 200 cargadores comandados por Claudio Novelo, hijo del general Bonifacio Novelo; el incansable Crescencio Poot, Pedro Dzul y Juan Balamxxi– iban “inspirados por la presencia extraordinaria de la Cruz Parlante al frente de la expedición”.xxii Sobre esta importante aparición de la Cruz en el centro de Quintana Roo, Dumond apuntó lo siguiente:

Convencidos para entonces de la necesidad de establecer un territorio gobernado independientemente en el oriente de Yucatán el liderazgo rebeldexxiii debió haber visto que la concentración de macehualob en Chan Santa Cruz proveía la única cosa de la que sus dominios habían carecido hasta ahora: una capital, un centro de fe y gobierno. Pero cuando apareció esta milagrosa capital, no se convirtió en la sede de ninguno de aquellos rebeldes de mayor prestigio, los que habían estado en el partido oriental de Cecilio Chi –líderes tales como Florentino Chan y Venancio Pec, ambos designados gobernadores, o Paulino Pech, llamado comandante general. La capital más bien se estableció como territorio del comandante José María Barrera, heredero de las fuerzas del sur que en un tiempo habían sido conducidas por Jacinto Pat y, hasta cierto punto, un rival de la facción oriental. No es improbable, entonces, que los recorridos de Bonifacio Novelo con un santo supuestamente milagroso fueran una señal de la proliferación de partidos desilusionados. Cualquiera que fuera el propósito de Novelo, la inmigración a Chan Santa Cruz se incrementó.xxiv

Sin duda, diversos estudios han señalado el fuerte peso religioso de la sociedad maya: el monte, poblado de fuerzas, la cotidianidad en los pueblos surcada de “inmanencias”, el pensamiento imbricado de ideas que retrotraen a la religiosidad.xxv La idea de que la CruzParlanteposibilitaralalargaduracióndelaresistenciadelosmayasrebeldes,xxvi eslatesis que sostiene Victoria Bricker, y a la cual Lorena Careaga, en su estudio sobre el simbolismo y la religiosidad en la Guerra de Castas, se adhiere al bosquejar ideas sobre la religión como resistencia.xxvii Por el contrario, Lapointe sostiene la tesis económica (la relación mercantil con Honduras Británica por parte de los de Chan Santa Cruz), y a esta tesis Villalobos González se afilia.xxviii Sin duda, en este caso habría que volver a las enseñanzas de Bloch, en el sentido de que hay que tener cuidado con “la superstición de la causa única”.xxix En el orbe histórico, las sociedades nunca se mueven siguiendo el monolitismo de la causa única. Su movilidad se da impulsada por distintos factores (sean políticos, económicos, sociales, religiosos, biológicos) que pueden estar o no imbricados. Considero que, en el caso de la resistencia de Chan Santa Cruz, tanto el factor económico como el factor religioso jugaron mucho para dicha resistencia. La cuestión sería dilucidar qué porcentaje jugó cada uno de estos factores, pero esto sería desembocar en puras especulaciones ahistóricas. Lo que sin duda no fue ahistórico, fueron las sendas distintas que siguieron los de Chan Santa Cruz con su culto a la Cruz Parlante, y los mayas pacíficos de la región chenera, los cuales en 1852 firmarían una tregua con el gobierno yucateco. Mientras que la fuerte religiosidad de los de Chan Santa Cruz todavía es posible de verificar en Tixcacal Guardia y otros centros ceremoniales del centro de Quintana Roo como Tusik,xxx y aun cuando los mayas rebeldes, al igual que los cheneros, fueron expuestos a las incursiones chicleras y caoberas (este último, en jerga de los chicleros, el benquexxxi) en las primeras décadas del siglo XX,xxxii es un hecho que no se dio la desaparición étnico- cultural de los de Chan Santa Cruz. Mi hipótesis estriba en que tal vez la Cruz Parlante ayudó para ello. Caso contrario de los antiguos rebeldes de la región chenera y de La Montaña campechana (me refiero a aquellos que firmarían la paz en 1852 y no seguirían a los rebeldes en la década de 1860 combatiendo al Segundo Imperio), que no pasarían la senda de sobrevivencia colectiva más allá de la tercera década del siglo XX, y se convertirían en chicleros.xxxiii

Las historias paralelas entre los mayas pacíficos de la región chenera y de La Montaña campechana, y los mayas rebeldes del centro de Quintana Roo, al ser sitiados por las nuevas conformaciones económicas capitalistas (el chicle y la explotación de recursos forestales), así como las nuevas políticas agrarias (la reforma agraria) y educativas del Estado Postrevolucionario, discurrieron en causes distintos, con respuestas disímbolas. Tal vez el culto a la Cruz Parlante –a las diversas cruces de los pueblos macehuales del centro de Quintana Roo- jugaron en gran medida para esa solidificación de la comunidad. En el periodo del máximo apogeo de la explotación del chicle, se dio la escisión entre los de Chan Santa Cruz: una facción reacia al general Francisco May comandada por el capitán Concepción Cituk, se separó del grupo en 1929, año de la depresión mundial. Los que han estudiado ese momento del grupo rebelde, sostienen la idea de que Cituk tenía la intención de reunir a los cruzoob en un solo mando, pero al no poderlo hacer, optó por el aislamiento.xxxiv Los intereses económicos en choque entre los distintos jefes mayas instigados por el chicle, sin duda jugaron para la escisión en la primera mitad del siglo XX, pero también podemos comprender esa ruptura -con base a la etnografía del periodo y los trabajos antropológicos más contemporáneosxxxv-, como de un repliegue de la comunidad que se defiende:xxxvi en Tixcacal, o Xcacal Guardia, se dio un reforzamiento y una continuidad cultural basado, propiamente, en los distintos rituales emanados del culto a la Cruz Parlante.xxxvii Sin embargo, no se entienda que somos de la idea “cultural” obviando lo económico y, por supuesto, la constante reciedumbre y el proceso de consolidación del Estado, que sólo fue posible bien entrado el Porfiriato. Las políticas económicas –mayores recursos-, de comunicación –la llegada del tren a Peto en 1900, facilitando la movilidad de la tropa salida de Mérida-, y diplomáticas de Don Porfirio –los tratados de límites entre México e Inglaterra, haciendo imposible el avituallamiento de armas de los cruzoob-, jugaron para la pacificación rebelde. Pero esto, la simple entrada del ejército mexicano en Chan Santa Cruz en mayo de 1901, no desdibujó la fuerza cultural religiosa de los herederos de la Cruz Parlante. Así vemos que las respuestas nativistas a la reforma agraria de los de Tixcacal Guardia son elocuentes por la forma en que la territorialidad, defendida al día siguiente del levantamiento de 1847, se hacen diáfanas bien entrado el siglo XX: “Qué es un gobierno –decía Concepción Cituk, uno de los jefes de Xcacal Guardia, en la década de los treinta del siglo XX respecto a las dotaciones de tierra- que le gusta decirnos que nosotros no tenemos tierra, la tierra fue hecha por el verdadero dios para el sustento. Lo que queremos [futuro] hacer, lo vamos a hacer, él [Gobierno] no lo va a saber. Nosotros, aquí nacimos, aquí vivimos, no nos gusta que venga a decirnos que a ellos les pertenece”.xxxviii O una carta que para esas mismas fechas de 1930, varios jefes mayas del “cacicazgo” de Xcacal le mandaron a Silvanus Morley, señalando sus deseos autonómicos y territoriales:

Nosotros que estamos aquí en el poblado queremos que nos sea entregado para todos los fines el territorio de Santa Cruz tal como hace mucho tiempo. Porque nosotros estamos acostumbrados a gobernarnos a nosotros mismos en este pueblo. Porque nosotros no queremos que vengan mexicanos a gobernarnos. Estamos acostumbrados a gobernarnos en nuestro pueblo hace mucho tiempo, y así en el presente. Por lo tanto, también esto te digo, señor don jefe: no creas que todos nos hemos rendido a los mexicanos.xxxix

Esto, sin duda, no se dio en los pueblos de los mayas pacíficos convertidos en comunidades de chicleros, de campesinos. Pues bien, después de esta reflexión sobre lo que significó el culto a la Cruz Parlante desde abril de 1851, podemos señalar que no del todo estaba errada la cláusula de Careaga, en el sentido de que, mediante la Cruz, los desperdigados mayas rebeldes conformarían una sociedad autónoma que sería el dolor de cabeza durante más de cuarenta años para los Partidos fronterizos, y cuyas arremetidas a la frontera retardarían el proceso de recapitalización de la zona hasta 1890. Para 1855, una vez alejado el general Rómulo Díaz de la Vega, en Chan Santa Cruz:

[…] el culto a La Santísima se fue fortaleciendo en un proceso continuo y creciente de unificación e identificación. Las distintas facciones o “compañías” rebeldes, cada una dirigida por un jefe autónomo, empezaron a aglutinarse alrededor y bajo la guía de la Cruz Parlante, a cumplir sus órdenes, plegarse a sus designios, a sus leyes. Más que la lealtad a un líder superior único, aunque fuera éste el nohoch tata de Chan Santa Cruz, era la devoción por La Santísima y por su palabra hablada y escrita lo que finalmente logró el fortalecimiento del ejército maya […].xl

“Si los tunkules y el maya pax acallan su voz, nadie se va a salvar”. Fotografía de Gregorio Vázquez Canché.

i Cfr. Gilberto Avilez Tax. “La iglesia que construyeron esclavos blancos en Quintana Roo”. Caribe Peninsular. 3 de diciembre de 2021.

ii Daniel Garrison Brinton. El folk-lore de Yucatán. Ediciones del Gobierno de Yucatán, Mérida, Yucatán, 1976, pp. 13-14.

iii Falcón señaló que algunas de las grandes coordenadas que posibilitaron la larga autonomía de los de Santa Cruz, fueran trazadas por la República restaurada a partir de 1867: México rompió relaciones con los países que había reconocido el Segundo Imperio, y Gran Bretaña era uno de ellos (el rompimiento con Gran Bretaña se mantendría hasta 1884). Otro factor establecido por la autora, fue el impulso que se dio al Noroeste henequenero a fines de 1860. Y tal vez el punto más interesante señalado por Falcón, fue el hecho de que tanto Juárez como Lerdo “Viesen cierta ventaja” en la permanencia de la resistencia de los de Santa Cruz, para contener los ímpetus separatistas de las élites regionales (Falcón, 2002: 214-215).

iv El concepto de hierofanía ha sido utilizado por Lorena Careaga (1998) en un célebre trabajo sobre la guerra de castas. Significa la “manifestación de lo sagrado en una realidad profana”. (DRAE).

v Barabas, 2002: 174.

vi Barabas, 2002. Dumond (2005: 275) apunta un dato interesante de este apellido náhuatl mayanizado del primer intérprete de la Cruz, ya que una palabra afín, nahuati, designa ciertas formas de hablar. Haciéndonos la pregunta que Bricker se hiciera, ¿era una simple coincidencia que el primer intérprete de la Cruz tuviera ese apellido?

vii “Despacho de J. María Novelo 1º de abril”, en Micheltorena a Barbachano, El siglo XIX, 4 de abril de 1851.

viii Primero fue la palabra del mesías (Cristo-los primeros momentos de la Cruz Parlante), y ahora las cartas de sus apóstoles o profetas. Similitudes precisas con los primeros años del cristianismo.

ix Villa Rojas, 1978: 101. Todos esto nombres, posiciones, investiduras, formas y maneras, tienen que ver, sin duda, con la panoplia cristiana, reconfigurada por los mayas peninsulares.

x Careaga, 1981: 68.

xi Lizama, 1995: 65.

xii Lizama, 1995: 65.

xiii Villa Rojas, 1978: 99.

xiv Sin duda, mi idea estriba en la sostenida por Eligio Ancona (Cfr. Careaga, 1979, T. IV, p. 66). También puede consultarse lo que señala Reed sobre la bahía de la Ascensión (Reed, 1971: 128).

xv George Cheever, describiendo la corografía del centro de Quintana Roo, refirió que “Los pueblos de los indios de Santa Cruz se hallan situados a lo largo de un bajo collado o estrecha meseta de terrenos más altos, que permanece más o menos seco, aun en la temporada de lluvias”. (Cheever Shattuck, 1937: 9).

xvi Sobre las ideas de Ancona sobre Barrera, cfr. Careaga, 1979, T. IV, p. 66.

xvii Dumond, 2005: 275.

xviii Bricker, 1989: 204.

xix Recordemos que, en los primeros años de la guerra, los rebeldes generalmente combatían en grupos pertenecientes al mismo pueblo, organizados y dirigidos por un jefe. Cfr. Quintal Martín, 1992: 59.

xx Nohoch tata era otro nombre que se le daba al Tatich, que era un jefe importante de los cruzoob encargado de la Cruz Parlante.

xxi “Declaración del indígena José Cen, soldado de las fuerzas de Chan Santa Cruz”, 5 de abril de 1858. Las Garantías Sociales, 7 de abril de 1858.

xxii Careaga, 1998: 42.

xxiii Después de la muerte de Cecilio Chi y Jacinto Pat, el liderazgo rebelde se había dividido entre Venancio Pec, Florentino Chan, José María Barrera y Bonifacio Novelo. Los tres primeros, según Bricker, eran lugartenientes de Jacinto Pat, y Novelo operaba por el rumbo de Valladolid. Pec y Chan eran claramente indígenas, y fue precisamente Pec el que le dio muerte a Pat porque este quería entrar en tratados de paz con los ladinos, negativa a la que en 1850, para mayo, sostuvo junto con Chan. Podemos decir que, a pesar de ser lugartenientes de Pat, Pec y Chan estaban más cerca nativistamente hablando de Cecilio Chi (Bricker, 1989: 201). Dumond, por su parte, sostiene que tanto Chan como Pec, eran del bando de Chi, y entrarían en disputa con el bando suriano de Barrera. Barrera y Novelo, por su parte, eran mestizos (y este grupo sería el que unificaría a los otros grupos de bandas combatientes tanto de macehuales pueblerinos levantados en armas, como de huites residentes en la Montaña).

xxiv Dumond, 2005: 280.

xxv Según Brinton: “Para el maya, los bosques, el aire y la obscuridad están llenos de seres misteriosos que siempre están listos para hacerle daño o servirlo; daño generalmente, pues la mayor parte de estas creencias de su imaginación son espíritus malévolos (1976: 24). Sin ser exhaustivo, señalo estos estudios sobre la religiosidad maya: Garza y Nájera (2002), Garza (1998), Negroe y Fernández (2000), Lizama (1995), Bricker (1989), Villa Rojas (1978), Redfield (1944). En su trabajo etnográfico sobre Xoy, comunidad perteneciente al municipio de Peto, Rivera (1976), en un apartado sobre religión, señala que a pesar de que los aldeanos de la década de 1970, su fervor hacia el patrono y la virgen de los Dolores es incuestionable, la cruz, las novenas y otras “divinidades” agrícolas pueblan las creencias de esa población: los yuntziloobs, los balames, los chaques, los aluxes, van a la par del panteón católico.

xxvi Aunque Reed y Villa Rojas hablan del declive de la Cruz para 1864, podemos indicar que el cambio que se dio en esos años del poder “mestizo” hacia un poder eminentemente indígena, reforzaron el culto, y como ha señalado Dumond (2005), nuevas cruces, como la de Tulum, aparecerían en la región rebelde. Sin embargo, discrepo de lo que sostienen Reed y Villa Rojas, porque sin duda, a partir de 1865 y durante más de una década, los ataques a las fronteras hablarían de una fuerte solidificación cruzoob.

xxvii Cfr. Bricker (1993) y Careaga (1998, sobre todo, el segundo ensayo). Cuando Careaga habla de la religión como resistencia, se está refiriendo a “la recreación y readaptación continuas de la cultura como mecanismo de resistencia, o tradiciones históricas, o culturas distintas”. Resistencia como adaptación estratégica, asimilación, y también de apropiación, movidas por un espíritu volitivo, estratégico, con un propósito consciente de resistencia. Para Careaga, el culto instaurado por Barrera y que duraría hasta la actualidad con los “hermanos separados” de Tixcacal Guardia, no es una mera patraña o una maquinación ingeniosa, sino que parte del contexto de la cosmovisión maya y del momento histórico de la guerra (Careaga, 1998: 165, 169).

xxviii Cfr. Lapointe, 1997; Villalobos González, 2006.

xxix Bloch, 1975.

xxx Sobre esto, cfr. Villa Rojas, 1978; Sullivan, 1991; Lizama, 1995; Ucán Yeh, 2008

xxxi El benque es el corte de árboles como pich (parota o guanacaste), caobas, cedro, ciricote.

xxxii Cfr. Villalobos González, 2004; y Bartolomé y Barabas, 1977.

xxxiii Ramayo Lanz, 1996b: 4-5.

xxxiv Hostettler, 2004: 175.

xxxv Me refiero al trabajo de Villa Rojas, 1978; Pacheco Cruz, 1934; y Sullivan, 1991.

xxxvi Podríamos ver esta acción de grupo de Cituk, como una especie de “repliegue autonómico”. No olvidemos que la autonomía comunitaria, es un repliegue del “nosotros” en resistencia: “La comunidad resiste, defiende la imagen que tiene de su ser, y busca amparo y legitimidad para sus actos en la visión campesina universal de una sociedad libre de los predadores de afuera’” (Gilly, 1998: 19).

xxxvii Un relato recogido entre los descendientes de los mayas rebeldes en el centro del actual estado de Quintana Roo, refiere esa continuidad entre los de Chan Santa Cruz e Xcacal Guardia gracias a la Cruz Parlante: “el santo [la cruz] salió en el cenote de Chan Santa Cruz [hoy Felipe Carrillo Puerto] porque el cenote es la casa del Señor […] dio su bendición al árbol y de él salieron las órdenes […] en las puntas del árbol desde la Gloria […] por eso los huaches [soldados mexicanos] cortaron el Árbol […] [pero] porque sabíamos que de allí vendrían las órdenes, los macehuales hicimos otra Cruz de la madera del mismo Árbol; y esa fue la Santísima del Noh Cah […] [Gran Pueblo] de Santa Cruz que después pasó a X-Cacal […] del mismo árbol se hicieron en seguida cruces más pequeñas que fueron a San Antonio, a Chumpón, a Chan Cah y a Tulum” (Barabas, 2002: 175).

xxxviii Avilez Tax, 2010: 235.

xxxix Sullivan, 1991: 75.

xl Careaga, 1998: 39.

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