Poco a poco, Quintana Roo se acerca a la normalidad democrática.
Y es que, para nada es “normal” que todo sea uniforme, monolítico y en silencio.
Lo normal es que la oposición se oponga, los disidentes disientan y los temas abiertos se abran, se discutan y se confronten.
Al interior de Morena, hay un grupo de militantes y simpatizantes que no están de acuerdo en que las candidaturas ya vengan precocidas, permanezcan empaquetadas y solo se abran o destapen cuando “llegue el momento”. Sobre todo porque, dentro de la poderosa alianza cuatroteísta, van a salir los próximos gobernantes y legisladores de la entidad.
Pero también parece que la oposición empieza a despertar.
Si bien los partidos opositores tienen una representación modesta, al menos ya le están entrando al debate y al posicionamiento público.
En el Congreso del Estado, el diputado José Luis Pech ha puesto a raya a la aplastante mayoría verdi-guinda, que ha optado por el silencio como su mejor defensa ante los dardos venenosos del emecista.
Otro escenario de estos episodios de normalidad es el Ayuntamiento de Benito Juárez (Cancún), en donde la oposición ha optado por dejar de ser parte del mobiliario.
Los señalamientos de MC y PRI obligaron, al menos, a posponer el incremento del transporte urbano.
También, la oposición le hizo abolladuras al Presupuesto 2026, que se pretendía aprobar en cuestión de horas, como si fueran cortecitos.
Pero no hay nada de qué espantarse. Eso es lo normal.
Lo que sí es de terror son los coros al unísono, las coreografías uniformes y el mando unipersonal.
