
El horror detrás de un “asalto”: la historia de Alejandra Judith
“Nos asaltaron”, dijo Édgar Alonso con voz temblorosa mientras recibía atención médica por heridas menores. Pero detrás de esa declaración, se escondía un crimen atroz: el feminicidio de su novia, Alejandra Judith Medina, una joven víctima más de la violencia feminicida que sigue estremeciendo a Chihuahua y al país entero.
Una desaparición con rostro conocido
La madrugada del 16 de mayo, Alejandra Judith fue vista por última vez en una reunión en la colonia Vistas del Norte. Salió acompañada de su pareja, Édgar Alonso. Nada indicaba que esa sería la última vez que sus amigos la verían con vida.
Horas después, Édgar llegó a un hospital. Golpeado, con una herida punzocortante superficial, relató a los médicos y autoridades una versión falsa: que él y su novia habían sido asaltados por desconocidos que, además de golpearlos, secuestraron a Alejandra y se llevaron su auto, un Sentra gris.
La Fiscalía estatal emitió una ficha de búsqueda. Por un breve momento, se creyó que Alejandra estaba desaparecida a causa del crimen de terceros. Pero la verdad no tardaría en emerger.
El encubrimiento cae: una confesión inesperada
Un día después del supuesto asalto, Édgar confesó. Lo hizo primero ante sus padres y luego ante las autoridades. Reveló el lugar exacto donde había dejado el cadáver de Alejandra.
La escena fue brutal. En un terreno de la colonia Granjas del Valle, la Fiscalía halló el Sentra incendiado. Dentro del vehículo estaba el cuerpo sin vida de Alejandra, con dos heridas profundas: una en el tórax y otra en el cuello. Había sido apuñalada y luego calcinada, en un intento desesperado por borrar la evidencia del feminicidio.
Chihuahua: feminicidio sin tregua
El caso de Alejandra no es un hecho aislado. Chihuahua es uno de los estados con mayor incidencia de feminicidios en México. La violencia de género se ha enquistado en los espacios públicos y privados, a pesar de los mecanismos de alerta y protocolos de actuación.
El intento de Édgar por disfrazar el crimen como un asalto no solo subraya la frialdad del agresor, sino también un patrón común en los feminicidios: la negación, el encubrimiento, la culpa proyectada sobre “otros”.
Alejandra fue asesinada por alguien de su entorno más cercano. Alguien en quien confiaba.
Sentencia: 30 años por feminicidio
Tras confesar el crimen, Édgar fue vinculado a proceso. La Fiscalía General del Estado formuló los cargos por feminicidio, y en un juicio abreviado celebrado el domingo 18 de mayo, fue sentenciado a 30 años de prisión.
La rapidez del proceso judicial puede interpretarse como un mensaje claro: no hay espacio para la impunidad en casos de violencia extrema contra las mujeres. Pero también deja una pregunta en el aire: ¿cuántos casos como el de Alejandra no alcanzan esta resolución?

¿Cómo evitar otro caso como el de Alejandra?
La violencia feminicida es un problema estructural. La historia de Alejandra Judith Medina expone la necesidad urgente de políticas efectivas de prevención, atención integral a víctimas, y justicia con perspectiva de género.
Algunas medidas clave incluyen:
- Fortalecimiento de redes comunitarias de apoyo para mujeres
- Capacitación constante a autoridades judiciales y policiales
- Difusión de alertas tempranas de violencia en el entorno íntimo
- Educación emocional y de género desde la infancia
El feminicidio de Alejandra no puede verse como un expediente cerrado con una sentencia. Es un espejo de lo que aún falta por hacer en materia de justicia y seguridad para las mujeres.
Justicia a medias: la deuda pendiente con las víctimas
Aunque el agresor fue sentenciado, el dolor permanece. Alejandra no volverá. Su historia se suma a una larga lista de mujeres asesinadas por sus parejas, víctimas de relaciones violentas invisibilizadas o minimizadas.
La memoria de Alejandra exige no solo justicia penal, sino también justicia social. Que no se apague su nombre. Que se denuncie. Que se proteja. Que se actúe.