Feminicida de Iztacalco: dudas sobre su muerte desatan exigencia de verdad

Familiares del feminicida de Iztacalco dudan de su muerte y exigen acceso a la necropsia para confirmar identidad y esclarecer los hechos.
Familiares del feminicida de Iztacalco
Familiares del feminicida de Iztacalco

¿Realmente murió el feminicida de Iztacalco? Familias exigen pruebas

La noticia parecía cerrar un ciclo, pero abrió nuevas heridas. La supuesta muerte de Miguel N., señalado como feminicida serial de Iztacalco, ha desatado más preguntas que alivio entre las familias de sus víctimas.

Desde la incertidumbre sobre la identidad del cuerpo hasta el silencio institucional, el caso vuelve a sacudir a la Ciudad de México.

El eslabón que no cierra: ¿quién murió realmente?

El anuncio que llegó por los medios, no por la justicia

La confirmación del fallecimiento de Miguel N. no llegó por canales oficiales. Fue a través de los medios que las familias de las siete mujeres asesinadas se enteraron de que el presunto feminicida había muerto tras una supuesta caída dentro del Reclusorio Oriente. Para Erendali Trujillo, abogada y madre de una de las víctimas, esta omisión institucional solo fortalece las dudas.

“No hubo notificación formal. La noticia nos llegó por redes y medios. Así no se cierra una herida, se abre otra”, declaró Trujillo.

Exigencia legal: acceso a la necropsia

Los familiares han solicitado con urgencia la entrega de los resultados de la necropsia. La razón es simple y poderosa: no están seguros de que el cuerpo corresponda realmente a Miguel N.

Ernesto Hoyuela, padre de María José, una de las jóvenes asesinadas, lo expresó con contundencia:

“Hasta que no vea el cuerpo o los resultados forenses, no creo nada”.

La familia apunta a una coincidencia inquietante: el fallecimiento ocurrió justo antes del aniversario luctuoso de su hija y en medio de rumores de que el imputado estaba dispuesto a hablar con las familias. ¿Casualidad o maniobra?

El contexto turbio de su muerte en prisión

Una caída, muchas incógnitas

La versión oficial indica que Miguel N. murió en un hospital tras una caída dentro del reclusorio. Pero ni la mecánica del accidente, ni el momento exacto, ni la presencia de testigos han sido aclarados del todo. Lo que sí se sabe es que no había recibido sentencia y que no tuvo audiencia formal desde su vinculación a proceso en 2024.

Llamadas previas y burlas desde prisión

Según la abogada Trujillo, días antes del fallecimiento, Miguel N. realizó llamadas telefónicas a las familias de sus víctimas, en las que se burlaba y mostraba cero arrepentimiento. Esta conducta, registrada por varios testimonios, fue clave para que la defensa de las víctimas solicitara una cita con el director del penal.

Esa cita no fue cancelada tras el supuesto fallecimiento, y el director aseguró que no ocultaban nada y que estaban dispuestos a colaborar. Aun así, la desconfianza persiste.

El derecho a la verdad y la justicia

¿Por qué desconfían las familias?

Más allá del dolor, hay razones objetivas para desconfiar:

  • Falta de transparencia: la información oficial ha sido fragmentada y tardía.
  • Coincidencias sensibles: la muerte se da justo antes de avances clave en el caso.
  • Historial institucional: en México, los casos de negligencia y encubrimiento en cárceles no son raros.

Además, el hecho de que Miguel N. no hubiera recibido sentencia y su proceso estuviera estancado aumenta la sensación de impunidad.

Posibles escenarios que inquietan

Las familias barajan distintas posibilidades:

  1. Fuga encubierta: que la muerte haya sido simulada para proteger o desaparecer al imputado.
  2. Homicidio dentro del penal: por venganza o como maniobra para silenciarlo.
  3. Negligencia médica o custodial: que no se haya atendido debidamente la caída.

Cualquiera de estos escenarios debe ser investigado a fondo.

Reacción institucional: entre peritajes y silencio

La Fiscalía General de Justicia de la CDMX informó que se están realizando estudios periciales, necropsia y exámenes toxicológicos para esclarecer el caso. También aseguraron que los asesores jurídicos de las víctimas ya ingresaron al Instituto de Servicios Periciales.

No obstante, los avances concretos siguen sin llegar a la opinión pública, ni mucho menos a quienes más lo necesitan: las familias.

“No basta con que digan que se está investigando. Necesitamos pruebas, documentos, verdad”, exigió uno de los familiares en una conferencia improvisada frente al penal.

El eco de un cierre sin justicia

Este caso representa mucho más que una muerte dudosa. Es la expresión de un sistema que, incluso en sus últimos pasos, no logra garantizar verdad ni justicia para las mujeres asesinadas. La impunidad se disfraza de burocracia, y la desinformación institucional reaviva el trauma.

La muerte de un feminicida sin sentencia no es justicia, es una fractura más en el camino de quienes luchan por la memoria de sus hijas. Si Miguel N. realmente murió, la sociedad merece saberlo. Si no, entonces alguien está manipulando la verdad.

La exigencia de acceso a la necropsia no es capricho, es el grito de quienes no van a permitir que el sistema les robe también el cierre.

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