El único bastón de mando que existió entre los mayas de Yucatán, fue mandado a destruir por Cecilio Chi

Por Gilberto Avilez

Apuntemos, para empezar este pequeño texto, un dato histórico que se pierde entre el piélago inabarcable de pasajes sobre la guerra de castas: en Yucatán no hubo un bastón de mando para los pueblos mayas de la Península, y el único bastón de mando que se elaboró para supuestamente gobernar a todos los mayas de Yucatán, se lo entregó el hispanista Miguel Barbachano1 a Jacinto Pat en abril de 1848, pero en menos de lo que tardó en obtenerlo, vino Raymundo Chi a destruir ese símbolo de la sumisión de un pueblo que meses antes se había levantado contra el dominio de Mérida.

Pero vamos por partes, para analizar la cuestión de estos supuestos bastones de mando. Ahora que están de moda la entrega de “bastones de mando” de los pueblos indígenas a las autoridades civiles blancas y mestizas, hay que apuntar algunas cuestiones pertinentes. El bastón de mando fue puesto de moda desde el 1 de diciembre de 2018, cuando el ex presidente López Obrador, con un fuerte sesgo indigenista y de entender la historia indígena desde una óptica romántica, por no decir ahistórica, aceptó de grupos indígenas afines a sus operadores indígenas como Hipólito Arriaga Pote y los oaxaqueños que no sueltan el INPI Federal, un supuesto bastón de mando que le hacían entrega líderes indígenas y afro mexicanos de todo el país, para que el presidente comenzara su gobierno desde el lema del “mandar obedeciendo” a los pueblos indígenas de México.

Sucesivos bastones de mando se comenzaron a dar a lo largo de todo el país de 2018 a 2025 a sucesivos y supuestos “gobernadores indígenas” afiliados a Morena y a nuevos funcionarios del partido gobernante –desde presidentillos municipales, gobernadores folkloristas, hasta los nuevos y flamantes ministros de la SCJN- que grupos y asociaciones civiles con pinta indígena o indigenista, consideraron que eran pertinentes en obtenerlo, aunque sabemos que esos bastones no significaban y no significan cosa alguna, ni ética ni históricamente importaban, pero sí era asunto de raja política para que los que se agenciaran dichos bastones, obtuvieran un cargo a futuro, como sucedió con la hoy diputada estatal por Morena en Yucatán Neyda Pat Dzul -dirigente de la CNTE y El Barzón- que en mayo de 2019, en una “ceremonia concelebrada por Koneex Mulmeyaheex, Chan Tzab Can y otras Asociaciones civiles e indígenas”, recibió un “bastón de mando” por promover los derechos y la cultura maya.2

Sin embargo, historiadores e investigadores reconocen que los bastones de mando, que no es práctica común de todos los pueblos indígenas de México, tuvieron sus orígenes en la época colonial surgida con las repúblicas de indios y lo cabildos indígenas coloniales,3 aunque podemos decir que más que de la época colonial, es un trasunto directo, una importación española –como muchas importaciones que tenemos actualmente en América Latina- establecido en los tres siglos que duró la colonia española en lo que hoy es México, y está relacionado directamente con las varas de alcalde españoles que hasta el día de hoy se destila en España, “un complemento protocolario que denota en la persona que lo porta, autoridad o mando sobre un grupo o colectivo identitario”, y cuyos “antecedentes históricos arrancan en las primeras civilizaciones”.4 No tienen nada que ver con las raíces indígenas del México actual, son tan indígenas como la corrida de toros que se practican en los pueblos de la península.

Hay que decir que el bastón de mando que enarbolan y hacen la narrativa perfomancera de su entrega algunos intelectuales indígenas oaxaqueños, pudiera ser visto como un invento tabasqueño para Xcaretizar –o en dado caso, españolizar, por el origen de las varas de alcalde- la rebeldía de los pueblos indígenas de México. Esto sucedió este 1 de septiembre en la madrugada, cuando en uno de los faldones de la pirámide de Cuicuilco en la ciudad de México, se hiciera un performance de entrega-consagración de bastón de mando a los ministros de la SCJN adictos al morenismo y que entienden que las nuevas narrativas y escenarios de la SCJN se tendrán que “popularizar” hasta el punto de crear invenciones ritualizadas y supuestamente arcaicas, como es la confección de ceremonias para “consagrar” bastones de mando a ministros de la “nueva” SCJN para legitimar el inicio de sus funciones ministriles.

El investigador del INAH y estudioso de los pueblos indígenas, Felipe Echenique March, al saber que se realizaría en las faldas de la pirámide de Cuicuilco dicha ceremonia, acudió hoy a la zona de Cuicuilco para protestar por aquella pantomima xcaretizadora. Con una pancarta donde sustentaba que los nuevos ministros no estaban respetando un acuerdo presidencial de 1977 para el respeto y cuidado de los monumentos arqueológicos e históricos del país, Echenique sostuvo: “Este ataque a los monumentos y a la zona de monumentos hoy se ve aquí en esta simulación de una ceremonia tradicional. No todos los pueblos indígenas usan el bastón de mando, hay muchísimos pueblos en nuestro territorio nacional que merecen respeto, no cosificar las cosas por un bastón de mando que se inventó López Obrador, que Claudia Sheinbaum ha seguido utilizando…” Dijo bien Echenique: no en todos los pueblos indígenas se usan bastones de mando, al menos no en la Península de Yucatán y menos en la zona cruzoob del estado de Quintana Roo, aunque quien quita y los nuevos historiado-retes indianistas de probeta arrimados a la cuatrotezca digan lo contrario para complacer al poder bastardo regional en turno.

Lo cierto es que, desde 2018 hasta el día de hoy, la cuestión indígena ha gravitado entre “abastonado” “abastonamiento” “bastonezco” de bastones de mando ficticios, y el olvido xcaretizador y folklorizador a los pueblos indígenas de México, en tiempos de la cuatrotezca de los ritualeros pachamameros oaxaqueños en el INPI xcaretizador. Así siempre fue aquel – y es este- sexenio para los pueblos indígenas: una visión patriarcal, encomendera, hacia los pueblos originarios. Bastones de mando tallados por sus tamemes personales, en eso se reduce la política hacia los pueblos indígenas con el neo-indigenista descendiente de españoles que fungió de anti-presidente, y que hace cosa de un año se lo entregó, así muy orondo, mondo y lirondo, a la presidenta actual que tiene el “bastón de mando”.

Mientras tanto, el país se desangra en regiones indias (Guerrero, Michoacán, Veracruz, Chiapas), y los pueblos indígenas esperaron hasta el último de sus días a que al sátrapa de encomendero del palacio se le terminó de hinchar los cojones para hacer la reforma constitucional en materia indígena tan ansiada, y que al final resultó un pedo de monja en sus postulados, pues en nada modifica el Estado mestizo, xcaretizador, indigenista, y desarrollista que es el México actual en tiempos de la 4T. Los indios siguen siendo, a ojos de estos nuevos extranjeros indigenistas y ritualeros y pachamameros xcaretizados, los pies de la república, los que solo sirven para que el encomendero o los encomenderos del Palacio se den, en sus visitas oaxaqueñas, sus baños de pueblo empolvado, y hasta ahí. En tiempos de la 4T, de 2018 en adelante, la relación pueblos indígenas Estado mexicano fue adecuada desde el principio bajo un prisma neoindigenista aunque ribeteado de burocracias indígenas. Al más puro ritual echeverrista setentero, cuando asumió el poder en aquel lejano 1 de diciembre de 2018, se le creó un performance Xcaretizador con harto incienso, copal, caracoles y chirimías, y se le dio un bastón de mando creado con madera fina y se sintió y se siente tlatoani legítimo, pero ya en retiro en su chingada Chicomoztoc. Todo, muy conmovedor, y uno se fue con la simbología: hasta a mí me salieron lágrimas.

Pero pronto salió el huichilobos indigenista y señor encomendero, y la 4T –de 2018 hasta 2025-comenzó a dar visos de que todo era y que todo siempre fue un burdo montaje: las estructuras regionales del INPI, hasta hoy, siguen estando en manos del «viejo régimen» y políticos del viejo régimen con las nuevas vestimentas guindas, porque para el nuevo régimen los indios son lo menos importante aunque diga y rediga el discurso que «primero los pobres» por ahí y por allá, y así se regresa a la pobretología de siempre, a pensar en la «cuestión indígena» como asunto solamente de caridad estatal, de transferencias monetarias, de clientelismo político.

Reducen la “cuestión indígena” a una simple creación de «caminos artesanales», y esa es la “radicalidad autonómica de la 4t”: unos caminitos artesanales como justo había enseñado Aguirre Beltrán para incidir en la “integración” del indio: unos simples caminitos, bien bonitos, a pesar de tener tantas mentes brillantes que teorizan y teorizan pero que no inciden en la toma de decisiones de un gobierno indigenista transexenal que reforma la Constitución en materia indígena pero la reforma sin sustancia y sin compromiso real con el comienzo de la recomposición de los pueblos originarios. Porque eso es: un gobierno indigenista y abúlico en la cuestión indígena, a pesar de aindiarse un poco en las delegaciones estatales del INPI.

El único bastón de mando que existió en Yucatán fue destruido por Raimundo Chi

Dijimos que, en toda la Península de Yucatán, no existen los bastones de mando entre los pueblos mayas, que eso es un invento de grupos seudo indígenas xcaretizadores de tiempos recientes. Señalamos, también, que el único bastón de mando que se elaboró para supuestamente gobernar a todos los mayas de Yucatán, se lo entregó Miguel Barbachano a Jacinto Pat, pero en menos de lo que tardó en obtenerlo, vino Raymundo Chi a destruir ese símbolo de la sumisión de un pueblo que meses antes se había levantado contra el dominio de Mérida.

Recordemos ese pasaje olvidado de los inicios de la Guerra de Castas en Yucatán. Recordar que a la firma de los tratados de Tzucacab (abril de 1848), a Pat, el gobierno ladino meridano le entregó no solo el pergamino del tratado, sino también una estola y un bastón de mando con los cuales fungiría como gobernador indígena vitalicio de los mayas, por órdenes del gobierno ladino, que también obtendría el carácter de vitalicio.

Si Tzucacab fue el pueblo de la firma de aquel tratado, en Peto la cosa se recompuso. Días después de que el Cura Vela y Pat lo suscribieran, a Peto bajó por el rumbo de Dzonotchel Raimundo Chi con una nutrida facción del ejército de los indios orientales; traía órdenes de su hermano, el jamás indoblegable, Cecilio Chi.

En el cabo del pueblo, el cura Manuel Meso Vales, secretario de Pat a la fuerza desde los primeros tiempos de la guerra, lo llegó a recibir e inquirir qué es lo que deseaba el hermano del caudillo de Tepich.

Raimundo traía órdenes perentorias, y con arrogancia de guerrero fraguado en la batalla, le pidió la estola pespunteada de oro donde los blancos habían designado a Pat como «Gran Cacique de Yucatán», así como los malhadados Tratados de Tzucacab y el bastón de mando con puño de plata que los «dzules» meridanos habían obsequiado al de Tihosuco. Y si osara negarse a estas peticiones, Raimundo juraba que por fuerza entrarían los bravos cupules orientales a enfrentarse con la facción maya del sur. Raimundo le ordenó al curita: “vaya, señor curita, y que se lo haga saber así a su amo, que no pusiera en resistencia temeraria la suerte de los de Peto y las de ustedes mismos”.

Meso se lo hizo saber a Pat, convenciéndole que accediera a las peticiones del hermano de Cecilio. Pat no puso objeción alguna. Entonces el soberbio Raimundo entró al pueblo con todo su ejército, más de 1500 soldados de lo mejor del ejército oriental maya, y en la plaza principal, en el atrio de la iglesia de Peto, recibió de manos del caudillo de Tihosuco lo que venía a reclamar.

Una vez obtenido lo que quería, Raimundo se dirigió a sus tropas para decirles una alocución en un maya castizo, con ecos sin duda prehispánicos, diciendo que «la guerra a muerte contra todos los blancos continuaría hasta hacerlos expulsar de nuestra tierra, hasta purificar todas las injusticias que han cometido contra nuestro pueblo.» Y acto seguido, frente a la iglesia levantada por los siglos de colonial opresión indígena, hizo pedazos las prendas, el pergamino del tratado, la estola caciquil, el bastón con el puño de plata, que los blancos le habían otorgado al traidor de Pat. Los indios del oriente, al ver esto, lanzaron estrépitos bélicos, golpearon los machetes en las piedras, dieron vivas a Raimundo y a Cecilio, pidieron guerra a muerte contra todo blanco enemigo.

Raimundo, cumplida su misión, tomó de nuevo el rumbo hacia el camino a Dzonotchel, mientras su hermano, Cecilio, hacía su entrada triunfal a Tahdziu bañado con la sangre derramada en Maní.

Ningún tratadito detendría la rebelión de los mayas de Yucatán, y menos un ficticio bastón de mando.

Acanceh, 12 de enero de 2024. Entrega de Bastón de Mando «Jala’ ach Wiinik». “Consagración Maya”.

1 Seguramente, en sus andanzas en tierras de España, don Miguel Barbachano conoció la costumbre española de entregar varas a los alcaldes de los pueblos, como símbolo del mando territorial.

2 http://reporterotatich.com/la-maestra-neyda-pat-dzul-recibe-el-baston-de-mando-indigena-maya/?fbclid=IwY2xjawMi-SVleHRuA2FlbQIxMQABHrEoVd69mODDKkMPyDieglPzuCBQVM5YhPSsFTnXVmgneOcR6CJ-QzMrit56_aem_FX6xK3FxvCDI5XHGwsWtCw

3 https://animalpolitico.com/politica/baston-mando-corte-entre-tradicion-indigena-4t

4 https://es.wikipedia.org/wiki/Bast%C3%B3n_de_mando

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