
El amor duradero sí tiene fórmula (científica): lo explica un profesor de Harvard
¿Y si el amor no fuera un misterio, sino un proceso biológico que puede comprenderse y gestionarse?
Esa es la apuesta del profesor Arthur Brooks, de la Universidad de Harvard, quien, en una entrevista con el pódcast Modern Wisdom, destripó las etapas neurobiológicas del enamoramiento y compartió claves prácticas para fortalecer los vínculos de pareja, especialmente en un mundo dominado por apps, ansiedad y relaciones fragmentadas.
Comprender la neurobiología del amor: el inicio del cambio
Para Arthur Brooks, el amor no es solo poesía y azar. Es también química cerebral, evolución y práctica emocional consciente. Entender eso —dice— es el primer paso para salir de patrones disfuncionales y construir vínculos sólidos.
La afirmación central de Brooks en el pódcast con Chris Williamson es clara:
“La psicología es biología, y este es un caso perfecto.”
Las cuatro etapas cerebrales del enamoramiento
Brooks describe el proceso amoroso como una cascada neuroquímica compuesta por cuatro etapas clave:
1. Atracción hormonal
El inicio del enamoramiento está mediado por hormonas sexuales como la testosterona y el estrógeno, presentes en diferentes niveles en hombres y mujeres. Esta fase nos empuja a cuidar la apariencia, activar el deseo y buscar cercanía.
2. Euforia dopaminérgica
La segunda etapa activa la dopamina y norepinefrina, responsables de la anticipación y el placer. En esta fase, un mensaje de texto puede parecer un evento trascendental. El cerebro se vuelve adicto a los pequeños estímulos de la relación.
3. Obsesión serotoninérgica
Después, los niveles de serotonina caen, lo que puede provocar obsesiones, celos y ansiedad. “En ese periodo, envías cien mensajes en una hora sin saber por qué”, dice Brooks. Aquí se manifiestan los patrones de apego inseguro.
4. Apego oxitocínico
Finalmente, si la pareja logra sostenerse, surge el apego profundo. Las hormonas oxitocina y vasopresina consolidan el vínculo, reforzado por contacto físico, visual y rutinas compartidas. Es la etapa que permite la convivencia y la construcción conjunta a largo plazo.
El amor en tiempos de apps: desafíos modernos a la conexión profunda
Tinder, algoritmos y la ilusión de la compatibilidad
Brooks advierte sobre las distorsiones que las apps de citas provocan en la evolución natural del amor. Al enfocarse en la apariencia y el “match inmediato”, estas plataformas detienen a las personas en las fases superficiales del vínculo.
“Las apps no permiten ir más allá del escaparate”, señala.
Además, buscar parejas idénticas en gustos o valores puede ser contraproducente. La compatibilidad real surge más de la complementariedad que de la similitud absoluta.
La trampa de la pornografía y las relaciones a distancia
El profesor también advierte sobre el consumo repetido de pornografía, que ancla al cerebro en la etapa inicial del enamoramiento, impidiendo el avance hacia vínculos profundos.
Las relaciones a distancia, aunque viables, presentan otro reto: la falta de contacto físico disminuye la oxitocina, la hormona clave del apego. Brooks sugiere priorizar los encuentros presenciales, aunque eso implique ajustes logísticos.
Celos y género: una perspectiva evolutiva
Apoyado en los estudios de David Buss, Brooks describe cómo los celos sexuales afectan más a los hombres y los emocionales a las mujeres, un patrón ligado a la evolución y la protección de la descendencia.
Claves prácticas para fortalecer el vínculo y gestionar emociones
La propuesta de Brooks no es solo diagnóstica, sino también práctica. Para él, la autogestión emocional es fundamental: saber qué sentimos, por qué lo sentimos, y no actuar desde la impulsividad.
Herramientas concretas para parejas
- Escritura reflexiva: ayuda a procesar emociones como la ansiedad o el resentimiento.
- Meditación y mindfulness: trasladan la reactividad emocional al control consciente.
- Contacto físico y visual frecuente: disparan oxitocina y refuerzan el apego.
- Evitar el desprecio: considerado por Brooks como el “asesino silencioso” del matrimonio.
- Cultivar la gratitud: contrarresta la tendencia natural al resentimiento.
“Si las personas siguen estas dos reglas —contacto físico y visual— la biología estará de su lado”, asegura.
El amor como problema complejo: no se resuelve, se vive
Brooks propone una visión distinta del amor: no como algo que se resuelve, sino como algo que se experimenta con madurez, aprendizaje y fallos.
“El amor no es un problema complicado. Es un problema complejo. No se resuelve, se vive.”
Fracasar también enseña
Como en el emprendimiento, muchas personas atraviesan varias relaciones antes de construir una duradera. Cada experiencia —dice Brooks— deja aprendizajes valiosos si se observan con honestidad.
Con el tiempo, nuestras prioridades cambian. Se valora más la sabiduría, el acompañamiento y la conexión auténtica que la simple novedad. La madurez emocional permite construir vínculos más profundos y duraderos.
Conocimiento, práctica y legado emocional
Arthur Brooks no solo propone comprender el amor desde la biología y la psicología, sino vivirlo con responsabilidad emocional y luego compartir ese conocimiento con otros.
“La felicidad es entender la ciencia, practicar los hábitos y enseñar lo aprendido.”
Así, el amor deja de ser una apuesta ciega para convertirse en una construcción consciente, nutrida por ciencia, autoconocimiento y experiencia.
Una ciencia del amor que transforma vidas
El mensaje de Brooks es provocador pero esperanzador: el amor duradero no es un misterio inalcanzable, sino un proceso que puede entenderse y fortalecerse.
En un mundo donde las relaciones parecen cada vez más frágiles y efímeras, esta visión aporta una brújula. No elimina la incertidumbre, pero ofrece herramientas para navegarla mejor.
Porque al final, como dice Brooks, la clave está en aprender, practicar y enseñar el arte complejo del amor.