
Era un batab maya salido de una de las novelas de García Márquez o de Joaquín Bestard. De voluntad a todo terreno, el hombre quería siempre lo imposible para su pueblo maya. Una vez quiso cruzar abejas con luciérnagas para que sus hijos trabajaran de noche y dieran otros litros de miel a los campesinos de Quintana Roo.
Era el hombre árbol, su consigna era reforestar a todo el municipio de José María Morelos y al estado, combatir el cambio climático y el calor insoportable de los últimos años con muchos árboles, miríadas de árboles. Tal vez este celo por reforestar se deba a sus primeros años, cuando allá en Sacalaca, en 1957, hubo un terrible incendio forestal que devastó milpas y selvas vírgenes y se perdió un sinfín de floresta tropical. Pero de Sacalaca vendría este hombre para sembrar todos los árboles posibles, para sembrar toda la vida.
Se hizo político por su don de gentes y por estar en todo momento ayudando a sus hermanos mayas, siempre con un sabucán de sosquil en su costado izquierdo, que le servía de portafolios donde guardaba carpetas con papeles de su pueblo, peticiones, cuestiones agrarias, quejas y exigencias legítimas al gobierno quintanarroense. Porque él siempre fue el abogado de su pueblo y de todos los pueblos mayas.
Cuando viajó por primera vez en avión siendo diputado estatal, le ofrecieron “champán” y el de inmediato le dijo esto a la azafata: “sí, tráeme un “chan pan”, pero también un “chan café”. Era un maya puro de Sacalaca de verborrea ingente.
Nunca dejó de preocuparse por los árboles de su región. Hace un año, cuando se dieron los terribles incendios forestales en 2024, él lanzó advertencias y propuestas de solución. Preocupado por los árboles y la selva, este hombre defensor de la selva de Quintana Roo, instó a todos a ponerse de acuerdo para trabajar juntos: “Es momento de que los comisariados ejidales, subdelegados, secretarios, tesoreros y líderes naturales de nuestras comunidades tomen acuerdos en las asambleas. Debemos estar pendientes para apoyar y sugerir a los productores la importancia de hacer sus guardarrayas, tanto en sus milpas como en otras áreas de cultivo”.
Se fue con 70 años apenas a seguir defendiendo en otros espacios mayas los árboles sagrados, porque para un defensor maya como lo era el amigo Pedro, Pedrito, todos los árboles son sagrados, desde el chechén hasta el yaxché.
Descanse en paz, que en otro momento seguiremos hablando de las cosas de Sacalaca, amigo y líder nuestro.