
Una alianza silenciosa en la frontera
En medio de la creciente presión migratoria y el combate al crimen organizado en la frontera norte, una declaración del General Gregory Guillot, comandante del Comando Norte de Estados Unidos, revela lo que por años ha sido un secreto a voces: el Ejército Mexicano es entrenado de forma constante por militares estadounidenses y opera como un socio “muy valioso” en la seguridad regional. El contexto importa, y mucho.
Cooperación militar México-EU: vieja, constante y estratégica
Entrenamiento militar conjunto y confianza bilateral
Durante décadas, México y Estados Unidos han sostenido una colaboración militar que, aunque discreta, es intensa. De acuerdo con el General Guillot, esta relación incluye entrenamientos continuos a tropas mexicanas por parte del ejército estadounidense. Este entrenamiento no solo fortalece las capacidades tácticas del Ejército Mexicano, sino que también afianza la cooperación para responder de forma coordinada ante amenazas comunes, como el narcotráfico y la migración irregular.
“Entrenamos a los militares mexicanos todo el tiempo, son socios muy valiosos”, enfatizó Guillot.
La declaración cobra relevancia en un momento en que la política migratoria y de seguridad fronteriza de ambos países se encuentra bajo la lupa internacional. Estados Unidos, enfrentando ciclos electorales polarizados, necesita mostrar resultados; México, por su parte, ha optado por militarizar tareas de seguridad interna. En ese punto, los intereses coinciden.
Inteligencia compartida y operaciones conjuntas
Otro punto clave que resalta el General es el intercambio de inteligencia entre ambas fuerzas armadas. La detección de “actividad ilegal” —un eufemismo que puede incluir desde tráfico de personas hasta contrabando de armas o drogas— es una prioridad binacional.
La información fluye a través de canales formales y operaciones coordinadas, muchas de ellas sin visibilidad pública. Lo que sí se sabe es que el Ejército Mexicano ha asumido un rol cada vez más central en la vigilancia de la frontera norte, con un despliegue estimado en 10,000 elementos, según cifras mencionadas por el propio Guillot.
La frontera como teatro de cooperación
Patrullas despejadas y presencia militar
Uno de los conceptos que utiliza Guillot para explicar la operación conjunta es el de “patrullas despejadas”. Se refiere a operativos de vigilancia donde ambas fuerzas buscan mantener presencia, sin confrontación directa, en los corredores de mayor tránsito ilegal.
Este tipo de patrullaje permite una vigilancia efectiva sin provocar tensiones políticas o diplomáticas. Además, minimiza la posibilidad de enfrentamientos armados con grupos criminales, permitiendo un entorno de observación y reacción más controlado.
“El ejército es muy efectivo para tomar medidas”, remata el general.
Integridad territorial: un interés compartido
El concepto de “integridad territorial” aparece reiteradamente en las declaraciones del jefe militar estadounidense. Aunque suele asociarse con la soberanía, en este caso apunta a una lectura estratégica: que tanto México como Estados Unidos buscan evitar que grupos delictivos o migratorios desestabilicen su línea divisoria.
Esa “integridad” se mantiene no solo con muros o leyes, sino con acuerdos militares que operan muchas veces al margen del escrutinio mediático.
Entre la diplomacia y la realidad operativa
¿Militarización o cooperación funcional?
En México, la creciente presencia militar en funciones civiles ha desatado críticas sobre la militarización de la vida pública. Sin embargo, el testimonio de Guillot sugiere que desde la óptica de Washington, esta dinámica es vista más como una oportunidad funcional que como un riesgo democrático.
Lo que para activistas de derechos humanos representa una regresión institucional, para Estados Unidos es una garantía de cumplimiento y eficacia operativa.
Sin política, pero con resultados
El tono técnico y apolítico de las declaraciones de Guillot no es casual. La cooperación militar entre México y Estados Unidos ha sido tradicionalmente opaca, precisamente para no encender alarmas en la opinión pública ni en el Congreso mexicano.
Pero los resultados hablan por sí mismos: miles de soldados mexicanos desplegados en la frontera, operativos coordinados, y un flujo constante de inteligencia compartida. En los hechos, la relación funciona.
Un pacto no escrito, pero en marcha
Desde el sur de Texas hasta Baja California, pasando por puntos críticos como Ciudad Juárez y Piedras Negras, la cooperación entre los ejércitos de México y Estados Unidos se materializa en forma de patrullajes, control de rutas y detención de migrantes. No hay tratados firmados ni discursos oficiales que lo resalten, pero la maquinaria opera con precisión.
La declaración de Guillot lo confirma: el Ejército Mexicano es una pieza clave del andamiaje de seguridad regional. Y no lo será solo en este sexenio.
¿El futuro de la seguridad binacional?
La cooperación militar entre México y Estados Unidos no es nueva, pero cada vez es más visible, más necesaria y más estratégica. En tiempos donde los flujos migratorios, las elecciones estadounidenses y la presión internacional tensan la cuerda fronteriza, tener al Ejército Mexicano como aliado funcional parece ser un activo incuestionable para Washington.
El testimonio del General Guillot no revela algo nuevo, pero sí lo legitima con voz oficial. Y eso cambia el juego.
La pregunta a futuro es si esta cooperación podrá sostenerse sin fracturar los equilibrios democráticos internos en México. Porque cuando los militares mandan en el terreno, los civiles deben marcar los límites. A ambos lados del río Bravo.