Por Sergio R. Caballero
Buenos días, Arturo. Buenos días a la audiencia…
Vamos a hablar un poco del desdén de la izquierda caribeña a la herencia maya de Quintana Roo.
Si bien se entendería que Morena es un partido de izquierda, una de sus mayores contradicciones se ubica, precisamente, en Quintana Roo.
El cuatroteísmo caribeño tiende más bien hacia la derecha, y a veces exhibe tonos reaccionarios que harían sonrojar al conservadurismo peninsular más ortodoxo.
Este fin de semana comenzaron los eventos por el 178 aniversario del inicio de la Guerra de Castas, pero, para el gobierno morenista, el tema no mereció más atención que una ceremonia en Tihosuco, a nivel municipal y con la clase política nativa, con una serie de actividades entre lo trivial y lo folclórico en la tierra del caudillo Jacinto Pat.
No hay mayor omisión —ni descuido— que desconocer la historia del lugar que se gobierna o se administra.
En la narrativa oficial de la 4T están, supuestamente, los pueblos indígenas en primer lugar. En consecuencia, en las prioridades del cuatroteísmo caribeño deberían estar los pueblos mayas y, por supuesto, la Guerra de Castas.
Se podría decir, sin exagerar, que para Quintana Roo la Guerra de Castas es más significativa que el 24 de noviembre o el 8 de octubre.
Tras el estallido del conflicto en lo que era la República de Yucatán, y con el apertrechamiento de la resistencia maya en el oriente de la península —en particular en lo que hoy es Felipe Carrillo Puerto—, puede decirse que comenzó a forjarse el territorio y el estado de Quintana Roo.
Antes de la Guerra de Castas, al oriente de la península se le conocía como “el monte” o “tierras deshabitadas”. Pero ciudades como Cozumel, Isla Mujeres, Carrillo Puerto, Chetumal y Kantunilkín son, en gran medida, producto de esa rebelión.
A lo largo de 50 años de insurrección y resistencia, localidades referentes del hoy estado de Quintana Roo fueron fundadas o refundadas por refugiados blancos; otras, por indígenas desplazados, y nuestra actual capital, con fines militares para bloquear suministros a los mayas rebeldes.
La Guerra de Castas no fue sólo una rebelión de mayas contra blancos. Durante medio siglo, los pueblos mayas del oriente consolidaron una unidad política, religiosa y militar sin precedentes en la América indígena después de la conquista. Su organización fue tan compleja, que incluso mantuvieron relaciones con otras naciones: la nación Cruzoob obtuvo el reconocimiento del Imperio Británico.
Como consecuencia del prolongado conflicto, Porfirio Díaz determinó la creación del Territorio Federal de Quintana Roo, tras fundar Payo Obispo —hoy Chetumal—, y ese territorio se convertiría, 72 años después, en un estado libre y soberano.
La conmemoración de la Guerra de Castas debería ser un evento de carácter estatal, y elevado al día más importante del calendario cívico de la entidad.
Pero para el cuatroteísmo, la Guerra de Castas es casi insignificante: apenas merece una ceremonia cívica en Tihosuco, concursos como el palo encebado, degustar “xix de res” y presentar una vaquería mestiza.
Y todo con el sello de “calidad” de la 4T caribeña.
*Colaboración en el noticiero “¡Buenos Días!” con Arturo Medina