
Volviendo al estudio que en 1934 había presentado Irigoyen sobre el antiguo Territorio de Quintana Roo, éste, al analizar jurídicamente su desmembramiento geográfico, llegó a la conclusión de que estábamos frente a un caso más de inconstitucionalidad, de crasa inconstitucionalidad, pues conforme a la Constitución General de la República el Congreso de la Unión no tenía facultades para extinguir alguna entidad como extinguió el Territorio de Quintana Roo, pues el artículo 73, fracción I, II y III de la Carta Fundamental, determina sus facultades de forma clara, y aunque reformó el 43 Constitucional, suprimiendo el Territorio, no por ello encontró una base legal. ¿Pero, en realidad, qué objetivos perseguía la Federación para la desintegración del Territorio, yendo en contra de la misma carta magna? En anteriores artículos de esta serie apuntamos motivos tanto económicos como políticos, para posicionar el centro político ante una región díscola y contraria al Obregonismo-Callismo. La causa económica fue lo que más se dispuso en las explicaciones federales, ¿pero en realidad el Territorio de Quintana Roo era una carga para el erario federal?
Campechanías payoobispenses
En años previos al desmembramiento, en Payo Obispo se había construido un aljibe público con capacidad para 40 mil galones de agua de lluvia que se repartía a la gente de forma gratuita. Cuando Payo Obispo entra bajo la jurisdicción de Campeche en 1931, los presidentes municipales del nuevo “municipio adventicio” campechano de “Quintana Roo” con cabecera en Payo Obispo, todos campechanos, comenzaron a vender el galón a 20 centavos, no importando condición alguna de la gente. Se le vendía igual al pobre que al rico: 20 centavos. Los campechanos estrangularon no solo el comercio con sus alcabalas para todos los productos de la región, sino igual la hicieron de Judas con el agua que venía del cielo. ¿No había motivo para no rebelarse y pedir a la federación la restitución del Territorio de Quintana Roo?
En su informe exploratorio de 1934, Irigoyen apuntaba que desde que dicha región sur del otrora territorio fue anexada al Estado de Campeche, en Payo Obispo y sus pueblos desaparecieron los servicios de luz, de policía, de sanidad local y de rastro público, habiéndose destruido este último. Las autoridades campechanas en Payo Obispo, que obedecían puras órdenes de Campeche haciéndole poco caso a las necesidades sociales de la gente, les pusieron impuestos alcabalatorios a casi todos los productos que salían e ingresaba a Payo Obispo: el coco que se vendía afuera, el chicle que se exportaba internacionalmente, la rica madera que se trabajaba y obtenía de la selva fértil de la región, las mercancías para consumo en Payo Obispo y un sinfín de laterías que se introducían, el maíz que se cultivaba en las milpas de los campesinos, las cajetillas de cigarro que se fumaba en el pueblo y en los jatos chicleros, la miel de caña o pilón de azúcar para endulzar el café cerrero, a todo se le puso el gravamen alcabalatorio de unos despiadados campechanos.
La entrada de Pacheco Cruz al otrora Territorio de Quintana Roo: Yucatán envía a sus mejores hombres al antiguo territorio de la Guerra de Castas
Mientras que los campechanos enviaban al ex Territorio a viles burócratas sin imaginación, Yucatán, el viejo Yucatán que puede considerarse el padre protector de estas tierras orientales, enviaba a sus mejores hombres a hacer patria a la selva oriental, como lo fue el eminente hombre de letras nativo de Tenabo, pero yucateco por decisión propia, y quintanarroense legítimo por amor sin condiciones a estas tierras orientales que le dedicó los mejores momentos de su lúcido trabajo y vida a desentrañar los arcanos del enigma de Quintana Roo: Santiago Pacheco Cruz.
En septiembre de 1932, fecha histórica para los anales de la educación en Quintana Roo, Santiago Pacheco Cruz ingresó al Territorio, en la Zona Maya. A instancias del profesor Claudio Cortés Castro, Director Federal de Educación, quien gestionó para su entrada, Pacheco Cruz se internó a lo más selvático de esta región eminentemente indígena, que fuera otrora espacio del corazón de la resistencia cruzoob y que aún no estaba domeñada del todo. Tenía una carta fuerte de presentación Pacheco Cruz frente a las reacias “tribus” indígenas, y es que sabía hablar el idioma de los nativos, que recelaban de los que no podían entenderlos en su mismo lenguaje.
Para ese entonces, el Territorio estaba desintegrado entre Yucatán y Campeche. A Yucatán le correspondía Santa Cruz “de Yucatán” y la parte norte continental; y la parte sur (Chetumal-Bacalar) a Campeche. Pacheco Cruz se estableció en el pueblo de Pom, a donde llegó después de 3 días “de incómodo viaje a lomo de bestia”. Su objetivo era fundar en Santa Cruz de Bravo un internado. La forma como concebía este objetivo el casi septuagenario que escribía estas memorias, era un ejemplo diáfano de su pedagogía -difícil de entenderla ahora- que era muy común en aquellos años. Y es que, en el internado para jóvenes indígenas del centro de Quintana Roo, se beneficiaría:
“[…] a los hijos de aquella decadente raza cegados de toda luz civilizadora, para que modifiquen sus costumbres, sistemas de vida y sus prácticas tradicionales y olviden lentamente la herencia de sus mayores incluso sus prácticas paganas que ejercían, como hasta la actualidad, como recuerdo fiel de un pretérito que jamás volverá”.
Pueblos a la vera del Hondo
En 1931, los pueblos a la vera del Hondo tal vez eran los más alejados de lo que sería su nueva capital estatal, Campeche. Frente a estos pueblos, se encontraba la impenetrable selva campechana, sin carretera alguna que la conectara con su nueva capital regional, la comunicación mínima era de 8 días a Campeche por barco, una locura de tiempo.
Si la razón que alegó el gobierno central era el de quitarle a la federación una carga fiscal, ¿acaso Campeche y Yucatán podrían sostener nuevas administraciones de regiones que tenían poco contacto? En un texto del 12 de octubre de 1931, el profesor Florentino Guzmán, sostuvo estas razones para la defensa de la integridad del Territorio: “No hay lugar a pensar que Campeche, a distancia tan grande, pueda intervenir con energía y celo en el desenvolvimiento cultural, económico y social de los pueblos que ya hemos citado, los cuales forzosamente tendrán que llevar una vida raquítica o tendrán que desaparecer por falta de impulso gubernativo” Eran palabras visionarias, pues casi ocurrió la desintegración de varios pueblos a la vera del Hondo, en el tiempo del desmembramiento.
La llegada de Cárdenas al poder y la restitución del Territorio de Quintana Roo

La hipótesis que sustentamos en una primera entrega de esta serie, respecto a la verdadera causa del desmembramiento del Territorio, apuntó a razones políticas, siendo que los líderes locales, la mayoría, apoyaron con fruición la rebelión Delahuertista, contraria al Obregonismo-Callismo. La llegada de Cárdenas al poder fue toda una esperanza para los quintanarroenses que querían dejar de ser campechanos o yucatecos. Los del Comité Pro Territorio, formados desde el 6 de octubre de 1931 y actuando desde el primer momento a contracorriente del nuevo sistema político autoritario y centralista que se formaba de las matanzas de los caudillos revolucionarios, arremetieron con más ímpetus, exigiendo la restitución constitucional del Territorio de Quintana Roo, cosa que sólo se daría con poco más de un mes de la entrada al poder del general Lázaro Cárdenas, el 5 de enero de 1935. Tres años de lucha tenaz, de lucha infructuosa, de bregar a contracorriente, de enviar minutas y heraldos a la lejana ciudad de México, de escribir con tinta caliente resmas de papeles donde exponían sus razones y estructuraban sus argumentos para la restitución del Territorio y que se perdían en los laberintos burocráticos de fantasmáticas secretarías, les había llevado al Comité Pro Territorio. Higuera Bonfil, uno de los que más han trabajado estos años, apuntó que en este aspecto “abundan quejas sobre las medidas tomadas por el gobierno campechano, mientras que poco se sabe en realidad sobre la parte adicionada a Yucatán”, aunque los isleños del norte también se aglutinaron para defender los intereses quintanarroenses, conformándose células en Santa Cruz y las islas del Comité Pro Territorio.
En marzo de 1934, Cárdenas hace una histórica visita a Payo Obispo, siendo candidato del PNR a la presidencia del país, e inclina la balanza a favor de los que pelearon por restaurar la autonomía de Quintana Roo. Seguramente escuchó de más de algún hijo legítimo de Payo Obispo, las siguientes palabras: Los habitantes de este otrora Territorio tenemos tanto derecho de amar a nuestra Patria Común, como a nuestra Patria Chica, y siempre hemos tenido el deseo de que con el tiempo esta región se convierta en un Estado libre y Soberano integrante de los Estados Unidos Mexicanos. En voz de otro obrero, Cárdenas escuchó con vivo interés la exposición de los males y quebrantos quintanarroenses, de cómo que por más que exigían, rogaban, exponían motivos y razones para la restitución del Territorio a su condición federal, “a todas las gestiones verificadas tendientes a la reparación del desacierto realizado con menoscabo de nuestro derecho, solamente ha merecido por parte del Gobierno la más completa indiferencia, y ya que usted es toda una esperanza prometedora de una forma de gobierno que no permitiría el encumbramiento de expoliadores y liberticidas, a nadie, con mayor obligación, corresponderá la obra reivindicadora de ese derecho atropellado y del desvirtuamiento del principio de justicia que dio santidad a la más grande Revolución del Continente”.

Y así fue. Solo Tata Cárdenas le hizo caso a la gente de Quintana Roo, a los payoobispenses y a los miembros del Comité Pro Territorio, les escuchó sus razones de seguir siendo quintanarroenses en aquel marzo de 1934, y les prometió que, si la Nación lo elevaba al Poder, uno de sus primeros acuerdos sería el devolver al Territorio su condición Federal. En diciembre de 1934, a días de la entrada de Cárdenas al poder, el Congreso de la Unión aprobaría la iniciativa que el presidente Cárdenas había presentado para reformar la Constitución Política, decretando a Quintana Roo como entidad federal autónoma. El Decreto correspondiente fue ratificado por el Congreso de la Unión el 11 de enero de 1935 y publicado en el Diario Oficial de la Federación el 16 de enero de 1935. El estudioso de este periodo de la etapa posrevolucionaria de Quintana Roo, Higuera Bonfil, apunta que “a la distancia se puede afirmar que esta lucha sostenida para recuperar la existencia de Quintana Roo como parte de México constituye una clara expresión de la identidad local que había fraguado en diversos grupos sociales que habitaban el territorio federal”.
A la distancia, podemos afirmar también que el Cardenismo, por supuesto, había iniciado la etapa de desestructuración política del Callismo en México, y, a no dudarlo, esta etapa de fuerte presidencialismo que desembocaría en la salida al exilio del General Plutarco Elías Calles el 10 de abril de 1936, iniciaría con la restitución del Territorio Federal de Quintana Roo, en enero de 1935.