
Por Gilberto Avilez Tax
En la larga etapa de cuando el actual estado de Quintana Roo estaba legal y administrativamente constituido como Territorio de Quintana Roo, dependiente del centro de la Federación y con estructura de mando militar hasta 1944;[1] hubo dos momentos en que la extensa zona oriental de la Península que en 1902 se convirtió en Territorio Federal de Quintana Roo por mandato porfiriano, fue suprimida como territorio, y lo que apenas despuntaba en las primeras décadas del siglo XX como sociedad quintanarroense, intentó ser cercenada. Un primer momento, fue de supresión total. Y en un segundo momento, estaríamos hablando de un “desmembramiento” como tal, una metáfora corporal para entender la divisoria en tres partes que afectó al otrora Territorio de Quintana Roo de 1931 a 1935.
Primero don Venustiano Carranza, por decreto dado en Piedras Negras, Coahuila el diez de junio de 1913, reincorpora el Territorio de Quintana Roo al estado de Yucatán de donde había sido sustraído por mandato perentorio porfiriano, para posteriormente volverlo a restituir nuevamente por decreto como Territorio federal, el 26 de junio de 1915. En esta primera entrada y salida del Territorio de Quintana Roo de la geografía nacional, no tuvo prácticamente efecto alguno en la sensibilidad de los contados “quintanarroenses”, pues ni Carranza era completamente omnipotente (los huertistas no habían sido plenamente derrotados; y las luchas entre las facciones revolucionarias, villistas, zapatistas y carranclanes, apenas iniciarían en 1915), ni en las selvas feraces del otrora Territorio no había cuajado, entre su escasa población –compuesta en su mayoría por indios mayas, chicleros trashumantes y la casta militar- ni un elemento identitario, menos nacional, siendo hasta buena parte de la segunda mitad de la década de 1920, una zona reacia a los designios del centro, y más con una Guerra de Castas aún no apagada del todo.[2]
Fue a partir del gobierno de don José Siurob (1927-1930) cuando el Territorio de Quintana Roo comenzó a ser dominado con una mayor fuerza por el gobierno federal con el acuerdo a grandes rasgos que se pactaría entre Siurob y el irascible Francisco May, para que poco a poco, mediante escuelas implantadas en pleno corazón de la selva indígena, de la presencia cotidiana de la burocracia en Santa Cruz y Payo Obispo, de los afanes de la industria chiclera y caobera, de los esfuerzos sostenidos de organizaciones de trabajadores y hasta de “logias masónicas,”[3] así como el despegue progresivo de Payo Obispo a partir de 1915 cuando se convierte en capital del Territorio, se comenzó a gestar, y más en la parte sureña, un elemento identitario y un sentimiento de patria chica entre los primeros hombres y mujeres que habían nacido en el Territorio, al despuntar el siglo. Recordemos que las selvas feraces del joven Territorio de Quintana Roo, en la década de 1930 aún salían de más de 50 años de ser espacio franco de rebeldía indígena contra los poderes regionales y nacionales. Y así entramos a analizar los contextos regionales e internacionales, donde se puede enmarcar el desmembramiento del Territorio de Quintana Roo, ocurrido entre 1931 y 1935.
Un contexto regional, tiene que ver con las luchas entre facciones revolucionarias que a partir de 1924 hasta 1929 pasó la entidad, finalizando con el pacto débil entre el gobierno de Siurob y el general May. Además, está de más decir que el presidente Pascual Ortiz Rubio, para congraciarse con grupos políticos adversos al Callismo en la Península, les otorgó en cambio un buen botín maderero forestal dividiendo el Territorio, y granjeándose para la Federación las islas del litoral caribeño. Pero vamos por partes.
La rebelión delahuertista en Payo Obispo: los obregonistas nunca olvidarían esa felonía
Primero fue el antecedente de anexión y simpatía de buena parte del pueblo de Payo Obispo, a la rebelión delahuertista bajo la figura del teniente coronel Atanasio Rojas. En un pasaje de su célebre libro, el poeta y novelista del desmembramiento, Primitivo Alonso Alcocer, me dio la clave para entender este antecedente inmediato de posibles razones que jugaron en contra de los payoobispenses, para el desmembramiento de fines de 1931. Alonso Alcocer, pone una pátina de duda a las razones económicas –el cargo al erario federal para seguir sosteniendo el Territorio Federal en un momento de crisis mundial- y de pasada, apenas dedicándole unos párrafos a la cuestión, apunta:
“A estas interrogantes [económicas, apunto aquí] se podría unir que el Obregonismo triunfante mostraba al parecer un profundo resentimiento a los habitantes del Territorio por adherirse en una gran mayoría a la rebelión de la Huertista obligados por las circunstancias. El propio General Francisco May, Jefe de las tribus mayas en Quintana Roo, envió en el año de 1924 una extensa misiva al Coronel Atanasio Rojas, Jefe de Operaciones Militares en la Plaza y fervoroso seguidor de Don Adolfo de la Huerta en donde consignaba su más amplia solidaridad a la causa que representaba en la Entidad”.
“Existe también el antecedente de que el General Álvaro Obregón, al estar en Mérida, Yucatán, en el año de 1929 en su gira cívica como candidato a la Primera Magistratura de la Nación por segunda ocasión, fue visitado por una comisión local encabezada por el Lic. Ricardo Suárez Escalante, Secretario General de Gobierno del Territorio, quienes le solicitaron que incluyera a Payo Obispo y Cozumel como parte de su agenda de actividades en la región. El invicto vencedor de Celaya se negó rotundamente, argumentando la falta de disponibilidad de su tiempo para cumplir con la petición formulada”.[4]
¿Quién fue Atanasio Rojas que apunta en estos extractos de su libro, don Primitivo Alonso Alcocer? Fue el Teniente Coronel que en Payo Obispo secundó el levantamiento militar de Adolfo de la Huerta, y que a la menor oportunidad producida por la ausencia del gobernador del Territorio de ese entonces, Librado Abitia, había tomado el control del mismo, declarándose gobernador, y poniéndose de inmediato a disposición del gobierno golpista de Mérida que fusilaría a Felipe Carrillo Puerto el 3 de enero de 1924, y el que le abrió las puertas del estado a miembros conservadores contrarios al socialismo yucateco, como el tristemente célebre Isaías Zamarripa, que siguiendo órdenes de Carranza, en 1919 quiso borrar, manu militari, la organización campesina instaurada por las ligas de resistencia socialista en Yucatán, prendiéndole fuego a las oficinas centrales del Partido Socialista del Sureste, en Mérida.[5]

En efecto, el 19 de enero de 1924, La Revista de Yucatán hizo unos pequeños bocetos de “Cómo se llevó a cabo en el Territorio de Quintana Roo el movimiento revolucionario” a favor del delahuertismo, secundado por las fuerzas de mar y tierra “y gran parte del pueblo” payoobispense. La Revista de Yucatán refería que:
“El movimiento revolucionario encabezado en esta capital por el hoy Teniente Coronel Atanasio Rojas, fue planeado con anticipación, y a no haber sido por circunstancias que lo impidieron hubiese estallado desde el 15 de septiembre último, en atención a que en el Territorio existía una verdadera tiranía militar bajo el gobierno del Teniente Coronel señor Librado Abitia, quien se ostentaba hermano del Presidente General don Álvaro Obregón”.
Rojas, secundado no solo por el grueso de los soldados del cantón payoobispense, sino por casi todos los estratos sociales de una joven ciudad de Payo Obispo –entre los que se encontraban, demasiados turcos-, tuvo la osadía hasta de aceptar y conectar con los golpistas y magnicidas militares que tomaron el control en diciembre de 1923 en Yucatán a nombre de Adolfo de la Huerta; al tristemente célebre Isaías Zamarripa. En efecto, para febrero de 1924, se supo que el genocida coronel carrancista Isaías Zamarripa, que en 1919 fue cabeza de tropa para atacar con saña enferma a los socialistas yucatecos, quemando pueblos sobre pueblos, había arribado al joven caserío de Payo Obispo donde lo esperaba Atanasio Rojas, Jefe de la Guarnición de aquel puerto que desde el momento mismo del comienzo del golpe militar, el 13 de diciembre de 1923, había aceptado la invitación del chacal Ricárdez Broca para unirse a los delahuertistas.
Con la llegada del antiguo perseguidor de los carrillistas, era un hecho indubitable que todos los chacales y enemigos del socialismo yucateco se adhirieron al plan anti revolucionario de Ricárdez Broca y los oligarcas yucatecos. Y el Territorio de Quintana Roo, es decir, Payo Obispo, sería primero puerta de entrada y después puerta de salida de los enemigos de Obregón y Calles. Zamarripa llegaba a la capital del Territorio de Quintana Roo, después de cuatro largos años de exilio en Guatemala, con varios elementos de guerra que ponía a disposición de la causa golpista.
Recordemos que, de julio de 1919 a junio de 1920, es el periodo que en Yucatán se conoce como el “Zamarripazo”, en el que don Venus intentó, mediante todas las formas posibles, eliminar a los socialistas yucatecos de puestos de elección popular (diputaciones y presidencias municipales) porque su líder, Carrillo Puerto, había sido el primero en reconocer la candidatura del general invicto Álvaro Obregón y no ceñirse a los deseos del delfín de Carranza, el ingeniero Bonillas. Payo Obispo, en ese sentido, sin quererlo tal vez, se había convertido en la ciudad fronteriza donde hacían presencia los enemigos del Obregonismo-Callismo, y eso no pasaría desapercibido para el Caudillo y Calles que saldrían avantes, en abril de 1924. Pero en febrero de 1924, los zopilotes y los buitres con charreteras, ya olían el cadáver del líder del socialismo yucateco, y pronto se aprestarían a picotear su cuerpo con saña inaudita, pero les duraría poco el festín.
El encargado de poner punto final al festín del Delahuertismo en Payo Obispo, fue el “tirano” Librado Abitia Garcés. Librado Abitia Garcés había nacido en Minas Nuevas, Sonora, el 20 de septiembre de 1885, y muerto en 1982 a los 87 años.
A los 19 años se unió al Ejército Constitucionalista para luchar en contra de Huerta. En 1915 Carranza lo ascendió a capitán segundo. En abril de 1920, se unió a los sonorenses –Álvaro Obregón, Plutarco Elías Calles y Adolfo de la Huerta- que desconocieron al presidente Carranza, dando a conocer el famoso Plan de Agua Prieta. Obregón, como presidente, designa a Abitia a fines de 1920 jefe de operaciones militares en Quintana Roo, y después, el 8 de abril de 1921, gobernador interino del Territorio federal en sustitución de Pascual Coral Heredia.

Monumento a los leales del 17 de abril de 1924, en el panteón de Chetumal. Levantado en diciembre de 1946 por el gobernador del Territorio, Margarito Ramírez.
Durante el tiempo de Abitia como gobernador del Territorio de Quintana Roo, Campeche se inconformó por primera vez por la indefinición del Punto Put. Mantuvo buenas relaciones con las tribus mayas, siguiendo la consigna que expresamente le señaló en una misiva don Plutarco Elías Calles, secretario de Gobierno en 1921: “haga usted todo lo posible por tener un acercamiento con los indios mayas, a fin de ver si es posible irlos metiendo al carril de la civilización e irlos organizando en pueblos donde pueden vivir con más realidades”.
Abitia se encontraba en la ciudad de México con su familia, curándose de su salud mermada tal vez por el intenso clima tropical y sus enfermedades palúdicas, cuando lo sorprendió el movimiento Delahuertista, una escisión en la cúpula sonorense entre Adolfo de la Huerta contra Calles y Obregón, de fines de 1923. Mientras tanto, en la capital del Territorio de Quintana Roo, Abitia había dejado como encargado de despacho al mayor Camilo E. Félix, quien fue despojado del poder por el mayor Atanasio Rojas, al tomar partido por los Delahuertistas. Abitia regresa al Territorio de inmediato, naufraga en Xcalak y a duras penas arriba a Payo Obispo para combatir a Rojas, haciéndolo huir hasta Santa Elena y recobrando el poder el 16 de mayo de 1924. Abitia conservó el mando del Territorio de Quintana Roo hasta agosto de ese mismo año, para dejárselo al doctor Enrique Barocio, el futuro primer presidente del Comité Pro Territorio. Como consecuencia de esta lucha fratricida, están los mártires obregonistas que fueron fusilados por su lealtad al gobierno y no haber secundado a Rojas y a los delahuertistas, como el Subteniente Rosalino López que le dio nuevo nombre a Santa Elena, el cabo Justo Martínez y el soldado Urbano Ubaldo, y que, en su memoria, en 1946 el primer obregonista del Territorio de Quintana Roo, el gobernador Margarito Ramírez, les levantó un obelisco trunco, o más bien una estela, en el Panteón de Chetumal.
[1] Y esto, en el sentido preciso de que el Ramirismo en Quintana Roo (1944-1959) en sí no fue un régimen militar por el origen ferrocarrilero del ex gobernador nativo de Atotonilco el Grande, Jalisco, aunque sí podemos establecer que los años del Ramirismo, oscuros y opacos todavía en la historiografía quintanarroense, constituyen el largo tramo intermedio en que Quintana Roo se constituiría como estado, ulteriormente.
[2] Al respecto de la construcción de la identidad quintanarroense en tiempos en que duró el Territorio de Quintana Roo (1902-1974), véase la perspectiva micro histórica, en Eduardo Villarreal Rosado (2009). Construcción de la identidad en Quintana Roo. Una perspectiva microhistórica (1902-1974). Tesis de Maestría. Chetumal: UQROO.
[3] Es un hecho que el alma del primer Comité Pro Territorio de Quintana Roo, el médico Enrique Barocio Barrios, fue un masón de alto grado de la Gran Logia de Estado “La Oriental”.
[4] Primitivo Alonso Alcocer (1992). Cuando Quintana Roo fue Desmembrado (1931-1935). Yucatán: Congreso del Estado de Quintana Roo-H. Ayuntamiento de Othón P. Blanco-Comité Directivo Estatal del PRI en Quintana Roo.
[5] Sobre el Zamarripazo, véase esta breve nota mía siguiente: Gilberto Avilez. “Del Zamarripazo: apuntes para una explicación no hagiográfica del socialismo en Yucatán”. Desde la Península y las inmediaciones de mi hamaca, 26 de agosto de 2014, en https://gilbertoavilez.blogspot.com/2014/08/del-zamarripazo-apuntes-para-una.html