El viernes 15 de agosto de 2025, el presidente Donald Trump y su homólogo ruso Vladímir Putin llegaron a Alaska para una cumbre crucial que podría redefinir la guerra en Ucrania y las relaciones entre Moscú y Washington. Este encuentro, anticipado con gran expectativa, se erige como un punto de inflexión en el conflicto que ha marcado la geopolítica global.
La cita crucial en Alaska: Un escenario de alta tensión
La llegada de ambos mandatarios a suelo alaskeño se produjo en medio de un ceremonial cuidadosamente orquestado, diseñado para subrayar la trascendencia del momento. Las autoridades locales instalaron un escenario especial con un gran cartel que proclamaba “Alaska 2025”, flanqueado por imponentes aviones de combate estacionados y alfombras rojas que guiaban el camino. Militares uniformados permanecían firmes en sus posiciones, mientras aeronaves B-2 y F-22 —aviones militares diseñados originalmente para oponerse a Rusia durante la Guerra Fría— sobrevolaban la zona, conmemorando la cita.
Se esperaba que los líderes se saludaran en la pista de aterrizaje, un gesto que, si bien habitual, sería escrutado con lupa. El apretón de manos entre Trump y Putin, previamente compartido en encuentros anteriores, sería analizado minuciosamente, al igual que su lenguaje corporal, buscando cualquier indicio sobre sus posturas y sentimientos.
Un cambio de formato y el fantasma de Helsinki 2018
La Casa Blanca, a través de su secretaria de prensa Karoline Leavitt, anunció que la reunión cara a cara entre Trump y Putin se había transformado en un encuentro de tres contra tres. Esta modificación implicaría la participación del secretario de Estado Marco Rubio y del enviado especial Steve Witkoff por el lado estadounidense. Este cambio en el formato denota un enfoque más cauteloso por parte de la administración estadounidense, en marcado contraste con la reunión de 2018 en Helsinki, donde Trump y Putin se encontraron en privado durante dos horas, únicamente acompañados por sus intérpretes.
Por su parte, el Kremlin afirmó que la cumbre también incluiría una reunión entre las dos delegaciones, con conversaciones que se extenderían durante el almuerzo. Se anticipa, además, la celebración de una rueda de prensa conjunta al término de las negociaciones, un foro clave para comunicar los posibles avances o estancamientos.
Objetivos contrapuestos y grandes expectativas
La cumbre de Alaska se presenta como una oportunidad trascendental para ambos líderes, cada uno con una agenda y objetivos bien definidos, aunque en gran medida contrapuestos.
Las aspiraciones de Donald Trump
Para Donald Trump, esta reunión ofrece una plataforma para proyectarse ante el mundo como un «maestro en cerrar acuerdos» y un «pacificador global». Él y sus aliados lo han posicionado como un negociador de peso, capaz de encontrar una vía para poner fin a la guerra en Ucrania, una hazaña de la que solía jactarse que podría lograr rápidamente. Poco antes de abordar el avión presidencial, Trump publicó «¡¡¡Mucho en juego!!!», reflejando la magnitud del encuentro.
A principios de semana, Trump había evaluado las posibilidades de fracaso de la cumbre en un 25%, pero también había sugerido la idea de que, de ser exitosa, podría propiciar una reunión posterior a tres bandas con el presidente ucraniano, Volodymyr Zelenskyy, también en Alaska. Aunque ha expresado dudas sobre un cese al fuego inmediato, su objetivo declarado es alcanzar un amplio acuerdo de paz rápidamente. Esta postura parece hacer eco del argumento de Putin: Moscú aboga por un acuerdo integral que recoja sus demandas, no una tregua temporal.
El presidente estadounidense señaló el viernes que sus conversaciones con Putin abordarían las demandas rusas de que Ucrania ceda territorio como parte de un acuerdo de paz. Afirmó que «Ucrania tiene que decidir» al respecto, pero también sugirió que Zelenskyy «debería aceptar concesiones». A los reporteros que lo acompañaban a Alaska, Trump declaró: «Tengo que dejar que Ucrania tome esa decisión. Y creo que tomarán una decisión adecuada». Previamente, había caracterizado la reunión como «realmente una reunión de tanteo», aunque también advirtió de «consecuencias muy severas» para Rusia si Putin no accede a terminar la guerra.
La agenda de Vladímir Putin
Por el lado ruso, una cumbre con Donald Trump representa una ocasión largamente esperada para negociar un acuerdo que consolidaría los avances territoriales de Rusia en Ucrania, bloquearía de manera definitiva el intento de Kiev de unirse a la alianza militar de la OTAN y, en última instancia, devolvería a Ucrania a la esfera de influencia de Moscú.
Antes de la reunión, Putin hizo una parada en Magadan, en el extremo oriental de Rusia, donde visitó una fábrica de cápsulas de aceite de pescado omega-3, según la agencia de noticias estatal rusa RIA Novosti. El portavoz del Kremlin, Dmitry Peskov, en entrevista con la televisión estatal rusa, detalló que Putin aprovechó el vuelo para revisar materiales sobre Ucrania, las tensiones con Estados Unidos, la cooperación económica y asuntos globales, evidenciando una preparación exhaustiva. Putin se ha resistido durante mucho tiempo a cualquier alto el fuego temporal, condicionándolo al cese del suministro de armas occidentales a Ucrania y a la congelación de los esfuerzos de reclutamiento ucranianos, exigencias categóricamente rechazadas por Kiev y sus aliados occidentales.
La controvertida exclusión de Kiev y los riesgos para Trump
A pesar de los altísimos intereses en juego, el presidente ucraniano, Volodymyr Zelenskyy, y los dirigentes europeos no fueron invitados a esta cumbre inicial. Esta exclusión plantea riesgos significativos para Donald Trump. Al acoger a Putin en suelo estadounidense —un territorio que Estados Unidos compró a Rusia en 1867 por aproximadamente 2 centavos por acre—, el presidente le está otorgando la validación y el reconocimiento internacional que Putin anhela, especialmente después de tres años y medio de ostracismo tras la invasión de Ucrania.
La ausencia de Zelenskyy de la primera reunión entre Trump y Putin es un duro golpe para el principio occidental de “nada sobre Ucrania sin Ucrania” y abre la preocupante posibilidad de que Trump pueda acordar un trato que Kiev, el país directamente afectado, no esté dispuesto a aceptar. El éxito de la cumbre está lejos de estar garantizado, principalmente porque las posiciones de Rusia y Ucrania respecto a las exigencias para firmar la paz permanecen muy distantes.