San Cristóbal de Las Casas, Chis. El Congreso Indígena, celebrado hace 51 años, se erigió como un referente moral y político. Su eco resonó en las luchas campesinas, en la formación de organizaciones independientes y, finalmente, en el levantamiento del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN). Este acontecimiento fue «la raíz, la matriz» del alzamiento armado del EZLN en 1994, una afirmación que comparten Juan Hernández Meza, Tiburcio Ruiz Clara y Antonino García, investigador de la Universidad de Chapingo.
El legado fundacional de 1974: Autodeterminación indígena y redefinición nacional
Antonino García, investigador de la Universidad de Chapingo, destaca que a 51 años de su realización, el Congreso Indígena de Chiapas sigue siendo una brújula ética. Subrayó que lo que emergió en 1974 no fue una asamblea bajo manipulación estatal, sino el primer acto público de autodeterminación indígena contemporánea. La reunión, efectuada del 12 al 15 de octubre de 1974, contó con el apoyo fundamental del entonces obispo de San Cristóbal, Samuel Ruiz García.
Este congreso, según García, enseñó que la igualdad de derechos y oportunidades para los pueblos originarios no podía alcanzarse sin transformar las estructuras mismas de poder. No se trataba de incluir a las comunidades indígenas en el desarrollo nacional, sino de redefinir la nación desde la pluriculturalidad y la comunalidad. Aquel principio, apenas vislumbrado entonces, se consolida hoy como un horizonte político que interpela tanto al Estado mexicano como al ámbito global.
La evolución de los principios: De la denuncia a la reconstrucción
Los cuatro grandes temas abordados en el Congreso Indígena de Chiapas —tierra, comercio, educación y salud— siguen plenamente vigentes, aunque su significado se ha ampliado y profundizado con el tiempo.
La tierra: Del acceso a la propiedad a la defensa del territorio
La lucha por la tierra trasciende hoy el mero acceso a la propiedad para inscribirse en la defensa integral del territorio frente a la amenaza de los megaproyectos extractivos. Esta transformación refleja una comprensión más profunda de la relación entre los pueblos originarios y su entorno.
El comercio desigual: Cadenas globales y despojo comunitario
La crítica al comercio desigual que surgió en 1974 se ha extendido en el presente a las complejas cadenas globales. Estas, en su dinámica, despojan a las comunidades tanto de sus bienes producidos como de sus bienes naturales comunes, evidenciando una continuación de la explotación histórica.
Educación propia: Hacia la autonomía cultural y pedagogías comunitarias
La exigencia de una educación propia ha evolucionado en una demanda por la autonomía cultural. Esta se manifiesta a través del desarrollo y la implementación de pedagogías comunitarias, que buscan preservar y transmitir los conocimientos y valores ancestrales.
Salud: Cuidado de la vida en todas sus formas y la madre tierra
El concepto de salud ha trascendido la mera atención médica. Ahora se comprende como el cuidado de la vida en todas sus expresiones, incluyendo la fundamental salud de la madre tierra, reconociendo la interconexión intrínseca entre bienestar humano y ambiental.
Vigencia ante la crisis civilizatoria y el capitalismo global
Si en 1974 la palabra se levantó contra la explotación y la injusticia, en 2014 se alzó por la defensa de la madre tierra. Ambas luchas son parte de una misma corriente histórica que progresa de la resistencia al cuidado, de la denuncia a la reconstrucción, y de la opresión al bien común.
El investigador Antonino García asevera que en el siglo XXI ya no existen las divisiones políticas superficiales entre derecha e izquierda. En su lugar, han emergido las «voces de la vida y de la muerte». Argumenta que en un planeta donde las relaciones sociales, económicas, políticas, ambientales y culturales han sido transformadas radicalmente por el capitalismo —generando una crisis civilizatoria que amenaza la continuidad misma de la vida—, emergen dos posiciones claras. Por un lado, la concentración extrema de la riqueza en un reducido uno por ciento de la población mundial y el consumo desmedido de los sectores privilegiados. Por otro, las voces de los pueblos originarios y de una ciudadanía consciente que promueven movimientos sociales sostenidos en la ética del cuidado del planeta y la continuidad de la vida.
Hoy, ante nuevas formas de despojo y la agudización de la crisis civilizatoria, el mensaje del Congreso Indígena de Chiapas adquiere una renovada vigencia. La comunalidad, entendida como forma de vida y pensamiento, se presenta como una alternativa poderosa al modelo que ha fracturado el equilibrio entre los seres humanos y la naturaleza.
El desafío de la memoria activa y una política desde el corazón colectivo
Recordar el congreso de 1974 no es un acto de nostalgia, sino un ejercicio de memoria activa. Es volver a escuchar la palabra común, esa que nos recuerda que la justicia solo puede construirse desde el «nosotros-nosotras». A 51 años, el desafío crucial es mantener viva esa palabra. En tiempos de fragmentación y simulación política, los pueblos originarios de Chiapas continúan mostrando al mundo que otra manera de hacer política es posible: una política que emerge desde el corazón colectivo, desde la tierra que habla y desde la comunidad que resiste