Parece un asunto trivial o parte de la picaresca política caribeña, pero una de las características distintivas de la militancia cuatrotesista es su bipolaridad o camaleonismo partidista.
Pueden estar, según la circunstancia, en el PVEM, PT o en Morena.
Uno de los casos más hilarantes es el de la regidora Susana Andrea Dzib González (que además se borra el Dzib para presentarse solo como González), quien oficialmente pertenece al PT, pero usa chalecos rojos o guindas según la ocasión.
Otro ejemplo —donde el oportunismo es la principal divisa— es el de Nivardo Mena, también formalmente del PT, pero sumergido al mismo tiempo en las aguas morenistas. El alcalde de Lázaro Cárdenas ya alzó la mano como precandidato del PT a la gubernatura (algo así como Gerardo Fernández Noroña en la carrera presidencial), pero tiene un pie metido en Morena.
Sin embargo, este camaleonismo no es cómico: tiene efectos directos en la representación partidista y en la conformación del Poder Legislativo.
Esa militancia de ocasión provocó la sobrerrepresentación del Congreso del Estado.
Votos y curules
En las elecciones de 2024, Morena, PT y PVEM obtuvieron en conjunto alrededor del 60 % de los votos, pero gracias a la doble contabilidad electoral, terminaron con el 80 % de las curules de la representación legislativa.
Los casos de Susana Dzib y Nivardo Mena, así como el de varios exverdes, establecen un fraude legislativo anticipado que permite a la 4T mantener una sobrerrepresentación falaz, antidemocrática y peligrosa.
Y cuando en el Congreso se aprueban leyes contrarias al interés general o que implican negocios privados, este camaleonismo deja de ser gracioso.