En el complejo ajedrez de las citas modernas, han surgido las «banderas naranjas», señales de alerta tan sutiles que logran pasar desapercibidas. A diferencia de la obvia toxicidad, estos patrones erosionan gradualmente la autoestima, dificultando la construcción de vínculos auténticos, según análisis en The Washington Post en diciembre de 2025. Reconocerlas es crucial para proteger el bienestar emocional.
El surgimiento de las banderas naranjas en los vínculos modernos
Las banderas naranjas representan un concepto relativamente nuevo que se sitúa entre la calma y el peligro explícito de las banderas rojas. Se manifiestan como señales sutiles que indican un potencial problema en el desarrollo incipiente de una relación. Si bien no son comportamientos abiertamente dañinos, pueden afectar significativamente la salud emocional y la autoestima de quienes buscan conexiones genuinas.
La psicóloga clínica Sarah Gundle señaló que estos patrones suelen pasar desapercibidos debido a la presión social y a los estereotipos de género que llevan a las personas a minimizar sus propias necesidades o a dudar de sus percepciones.
La definición psicológica de las alertas sutiles
De acuerdo con la Australian Psychological Society (APS), las señales tempranas de advertencia en las relaciones son sutiles y, si se ignoran, contribuyen al deterioro gradual de la confianza, la comunicación y el bienestar emocional.
Los patrones de comportamiento identificados por expertos incluyen:
- Evasión del conflicto: Incapacidad o miedo a enfrentar los desacuerdos, lo que lleva a la acumulación de resentimientos.
- Cambios abruptos en el comportamiento: Alternancia entre momentos de intensa conexión y total desconexión o indiferencia.
- Minimización de necesidades: Sentir que no se pueden expresar los deseos o necesidades propias sin ser juzgado, creando un terreno fértil para la insatisfacción.
Investigaciones recientes de la American Psychological Association, como el estudio “Ambiguous Rejection in Romantic Relationships: A Social Exchange Perspective”, concluyen que la ambigüedad en las señales relacionales genera conflicto emocional persistente y dificultad para establecer límites saludables, incrementando la ansiedad y la inseguridad.
Patrones destructivos: del ghostlighting a la desviación
Varios comportamientos se han catalogado como banderas naranjas por su naturaleza inconsistente y ambigua, que erosiona la seguridad de la persona afectada.
El fenómeno del ghostlighting
El ghostlighting combina la dinámica de desaparecer sin explicación (ghosting) con la manipulación psicológica de hacer dudar a la otra persona de su propia percepción (gaslighting).
Según Sarah Gundle, este patrón se manifiesta cuando alguien alterna entre mostrar interés y desaparecer, para luego reaparecer como si nada hubiera ocurrido. La consecuencia directa de esta conducta es la confusión y la autocrítica en la persona afectada, quien puede llegar a preguntarse si está exagerando o siendo demasiado exigente. La especialista advirtió que, al aceptar menos de lo que se merece, la persona se resta valor a sí misma, lo que deriva en inseguridad persistente.
Omisión de profundidad y desviación
Otro patrón frecuente es la evitación de profundidad emocional. La relación se mantiene en un nivel superficial, sin que ninguna de las partes comparta aspectos significativos de su vida o emociones.
La desviación, o deflection, complementa esta superficialidad. Consiste en evitar sistemáticamente hablar de uno mismo, desviando la conversación hacia el otro. Aunque puede simular interés genuino al principio, el análisis en The Washington Post subraya que esta dinámica es una resistencia a compartir información personal, posiblemente por temor a ser conocido o necesidad de mantener el control. El resultado es una dinámica desequilibrada donde solo una parte se expone emocionalmente, generando soledad y frustración.
La ambigüedad de las situationships
El fenómeno de las situationships se caracteriza por la ambigüedad y la ausencia de compromiso claro. En este tipo de vínculo, una de las partes evita definir la relación, rehúye etiquetas y mantiene la exclusividad solo en la práctica, sin asumir compromisos explícitos. Gundle explicó que esta actitud se motiva a menudo por el miedo a la vulnerabilidad que implica el compromiso. Además, cualquier intento de clarificar la relación se interpreta, por el evasor, como una muestra de inseguridad por parte de quien busca la definición.
El espectro de la toxicidad: contrastando señales naranjas y rojas
Ignorar las banderas naranjas puede llevar a relaciones insatisfactorias, pero reconocer el espectro completo de las alertas relacionales exige contrastarlas con las señales de peligro más explícitas: las banderas rojas.
El peligro de las banderas rojas explícitas
La Fundación Senara, a través de su proyecto HERA, enfocado en prevenir la violencia de género, especialmente en mujeres migrantes en situación de vulnerabilidad, identificó las banderas rojas como señales frecuentes que indican una relación desigual o violenta.
Las banderas rojas, a diferencia de las naranjas, implican acciones directas y dañinas:
- Control y celos excesivos: Revisar el teléfono, las redes sociales o contraseñas sin consentimiento. Intentar controlar la vestimenta, el uso del dinero o la hora de regreso. En casos más graves, aislar a la persona de sus amistades y vigilar sus movimientos, generando desconfianza y miedo.
- Peleas frecuentes que se tornan dañinas: Ignorar, mentir, o manipular la realidad. Burlarse de la pareja o hacerla sentir inferior. Culpar a la pareja por todo lo que ocurre en la relación, descargando la responsabilidad de las frustraciones.
- Mal manejo de la ira: Enfurruñarse con facilidad, perder el control, o hacer sentir amenazada a la pareja. Esto escala a la violencia física o sexual, insultos o amenazas, comportamientos que nunca deben tolerarse ni justificarse.
- Falta de reconocimiento de errores: Nunca disculparse, minimizar los hechos o directamente negar que haya ocurrido algo violento. En muchos casos, se genera culpa en la víctima, haciéndola sentir responsable del mal humor o las reacciones de la otra persona.
El proyecto HERA enfatiza que la afectividad sana se construye desde el respeto, la escucha y el cuidado mutuo.
Herramientas para identificar y priorizar el bienestar
El primer paso para protegerse es desarrollar conciencia sobre la existencia de estos patrones. La columna de The Washington Post subrayó la importancia de la autovaloración y el discernimiento.
Gundle recomendó plantear preguntas directas para evaluar la disposición de la otra persona a comprometerse, tales como: «He notado que no hemos definido lo que somos y me gustaría hacerlo». Esta estrategia ayuda a identificar rápidamente a quienes no están dispuestos a ofrecer un espacio genuino en sus vidas.
La presión social por ser «fácil de llevar» o «poco demandante» puede llevar a sacrificar las propias necesidades. Aprender a reconocer el propio valor y establecer expectativas claras resulta esencial para evitar relaciones insatisfactorias y construir vínculos saludables. Como advirtió la experta, querer saber dónde se encuentra la relación, desear que la otra persona se abra y necesitar sentir seguridad no son exigencias excesivas, sino requisitos mínimos para cualquier relación viable.










