
Un café en una zona acomodada de Zapopan se convirtió en escenario de violencia política. Luis Córdoba, exdiputado del PRI, fue asesinado a plena luz del día.
Un crimen político sacude a Jalisco
El asesinato de Luis Armando Córdoba Díaz, exdiputado del Partido Revolucionario Institucional (PRI), marca un nuevo capítulo de violencia en el occidente de México. El ataque ocurrió este martes en la colonia Valle Real de Zapopan, una zona de alto perfil en el Área Metropolitana de Guadalajara, mientras Córdoba compartía una mesa con su esposa. La emboscada no solo evidencia el nivel de impunidad, sino que también reaviva los temores sobre la colusión entre crimen y política en un estado clave del país.
Un ataque directo y con sello de sicarios
Según los primeros reportes, sujetos armados irrumpieron en el establecimiento y dispararon directamente contra el exlegislador, sin mediar palabra. Córdoba Díaz no estaba solo: al menos dos escoltas lo acompañaban, quienes respondieron a los disparos en un enfrentamiento que, sin embargo, no logró detener la fuga de los agresores.
La ejecución tiene todas las características de una operación calculada. El objetivo era uno: eliminar al exdiputado. El tiroteo posterior sugiere un nivel de planeación que deja a las autoridades con una pregunta clave: ¿se trató de un crimen por encargo?
¿Quién era Luis Córdoba y por qué su asesinato importa?
Luis Armando Córdoba Díaz tuvo una carrera política activa dentro del PRI, partido que gobernó México durante más de 70 años. Fue diputado local por mayoría relativa en el Distrito 16 de Jalisco entre 2010 y 2012, y posteriormente representó a su estado en la LXII Legislatura federal de 2012 a 2015. Además, fue candidato a la presidencia municipal de Tlaquepaque, un municipio con alto valor político en la zona metropolitana.
Trayectoria marcada por la política local
Aunque no ocupaba un cargo público al momento de su muerte, Córdoba mantenía influencia dentro del aparato político priista de Jalisco. Su perfil como abogado, exlegislador y actor político activo en procesos locales podría haberlo colocado en la mira de distintos intereses. Su asesinato ocurre en un momento de recomposición interna del PRI y de tensiones territoriales en el estado.
Jalisco: foco de violencia política
Este crimen no es un hecho aislado. Jalisco ha sido escenario de múltiples ataques contra figuras públicas en los últimos años, muchos de ellos ligados a disputas entre grupos del crimen organizado y estructuras políticas o empresariales. La presencia del Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG) y otros actores delictivos ha generado un ambiente de inestabilidad en el que los asesinatos selectivos se vuelven una forma de ejercer poder.
Seguridad bajo la lupa
Tras el ataque, autoridades montaron un fuerte operativo de seguridad en la zona. Sin embargo, los agresores lograron huir. Este detalle revela la vulnerabilidad incluso de exfuncionarios protegidos por escoltas, y pone en entredicho la eficacia de los protocolos de seguridad para figuras públicas en Jalisco.
El caso será investigado por la Fiscalía del Estado, que aún no ha revelado posibles móviles, aunque no se descarta ninguna línea, incluida la política.
Violencia política en año preelectoral
Aunque no se ha confirmado vínculo electoral directo, el asesinato ocurre en un año clave: 2025 será escenario de importantes procesos políticos rumbo a las elecciones intermedias en México. La muerte de Córdoba Díaz envía un mensaje preocupante sobre los riesgos que enfrentan quienes aún operan —o intentan regresar— al ruedo político.
El silencio como advertencia
Este crimen podría tener un efecto paralizante sobre actores políticos locales. La ejecución de un exdiputado en un espacio público no solo elimina a una persona, también intimida a otros. El mensaje es claro: nadie está a salvo. El PRI, así como otros partidos, deberán analizar el costo de continuar su actividad en zonas donde el crimen se infiltra en las decisiones políticas.
Un asesinato con múltiples ecos
La ejecución de Luis Armando Córdoba Díaz reabre viejas heridas en Jalisco: la del PRI debilitado, la de un estado fracturado por el crimen organizado y la de una sociedad acostumbrada al silencio tras la violencia. El caso aún no ofrece respuestas, pero ya plantea preguntas incómodas: ¿quién ordenó el ataque? ¿por qué ahora? ¿qué papel juega la violencia en la reconfiguración política de Jalisco?
Mientras las autoridades prometen resultados, el mensaje está dado. La violencia política sigue viva. Y esta vez, cobró la vida de un rostro conocido.