
Un crimen que sacude la conciencia moral del país
El asesinato de Ximena Guzmán no solo arrebató una vida, también destapó una herida nacional: la violencia que no distingue rangos ni territorios.
Mientras la inseguridad se normaliza, los obispos de México alzan la voz para denunciar una espiral de impunidad que devora al país desde sus entrañas.
Una tragedia que remece desde el centro del poder
El asesinato de Ximena Guzmán, secretaria particular, y José Muñoz, asesor, ambos colaboradores cercanos de la Jefa de Gobierno de la Ciudad de México, Clara Brugada, ha desatado una ola de indignación. Pero esta no es solo una reacción política o institucional. La Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM), órgano colegiado que reúne a los obispos del país, expresó su “profunda consternación” por lo sucedido, sumando su voz a un llamado nacional de justicia.
La tragedia no ocurrió en un punto olvidado de la geografía nacional, sino en la propia capital, en el núcleo del poder político. Para la Iglesia, este crimen “se suma a una cadena dolorosa de hechos violentos” que atraviesan el país y que evidencian, una vez más, el desmoronamiento del tejido social.
Violencia sin tregua: un país que llora en todos los frentes
La masacre en Guanajuato y el eco del dolor
El comunicado del Episcopado no llega solo. Apenas 24 horas antes, los obispos habían condenado otro hecho atroz: la masacre de siete jóvenes, incluidos menores de edad, en San Bartolo de Berrios, municipio de San Felipe, Guanajuato. En su mensaje, los prelados señalaron con claridad el problema estructural: impunidad, ausencia de paz y una sociedad cada vez más acostumbrada a convivir con la muerte violenta.
El caso de Ximena Guzmán es leído en ese mismo contexto: no como un crimen aislado, sino como un capítulo más de una crisis nacional. “Este crimen, ocurrido en la capital del país, es signo alarmante del debilitamiento del tejido social”, reiteran los obispos.
El tejido social: concepto olvidado, urgencia actual
El uso del término “tejido social” no es casual ni retórico. La CEM insiste en que la violencia no puede entenderse solo desde las estadísticas o la seguridad pública: hay un colapso en la forma en que las comunidades se vinculan, confían y coexisten. Y es precisamente en esa ruptura donde brotan la impunidad y el miedo.
Un mensaje desde la fe, pero con tono político
El Evangelio como motor de reconstrucción
Aunque proviene de una institución religiosa, el pronunciamiento del Episcopado tiene un eco político inevitable. “Como pastores del Pueblo de Dios, no nos resignamos a convivir con el miedo ni con la muerte violenta”, afirman. El mensaje no es neutro. Apela a las conciencias, pero también interpela a las autoridades y a la sociedad civil.
En palabras que recuerdan a las encíclicas sociales, los obispos proponen una salida: colaboración, justicia, y diálogo. “Aún es posible construir un México donde la vida, la justicia y la paz florezcan”, sostienen con firmeza.
Comunicado de la Provincia Eclesiástica de México por el asesinato de Ximena Guzmán, secretaria particular de la Jefa de Gobierno de la Ciudad de México, y José Muñoz, asesor de de la misma administración. pic.twitter.com/dMoaGB82jt
— Arquidiócesis Primada de México (@ArquidiocesisMx) May 20, 2025
Un llamado a todos los niveles de gobierno
El clero mexicano no se limita a la denuncia. Llama directamente a las autoridades “de todos los niveles” a asumir con responsabilidad su tarea. El uso del plural refuerza una idea: la violencia no es competencia exclusiva del gobierno federal ni de un solo partido. Es una tragedia nacional que exige respuestas multilaterales y coordinadas.
La sociedad civil, última frontera frente a la barbarie
Frente al desgaste de las instituciones y la ineficacia de muchas políticas públicas, los obispos apelan al único actor que aún puede sostener una esperanza: la ciudadanía. Piden no caer en la indiferencia, no acostumbrarse al horror, no permitir que la violencia se normalice.
“Denunciamos toda forma de violencia y reiteramos que el diálogo y la justicia son los únicos caminos para la construcción de una sociedad en paz”, concluyen.
La muerte de Ximena Guzmán: más que un caso, un símbolo
La figura de Ximena Guzmán adquiere, tristemente, una dimensión simbólica: no solo como víctima, sino como señal. Su asesinato no representa un incidente aislado, sino el rostro de una violencia que ha dejado de tener fronteras. Que alcanza a jóvenes en comunidades rurales, pero también a funcionarios en oficinas de gobierno. Que hiere a familias enteras, sin importar clase social, credo o afiliación política.
¿Hasta cuándo?
La Iglesia mexicana, históricamente cauta en asuntos públicos, hoy alza la voz con fuerza. No para dividir, sino para alertar. El asesinato de Ximena Guzmán y José Muñoz no es solo una tragedia personal, es una alarma encendida en el corazón del país. Y como tal, exige algo más que luto: exige verdad, justicia y voluntad política.
La violencia en México no da tregua. Pero tampoco la dará la esperanza, mientras existan voces que no se resignen a la oscuridad.