
El doble crimen que sacudió a la élite política de Ciudad de México
Sobre la calzada de Tlalpan, dos cuerpos, doce disparos y ningún culpable. Ximena Guzmán y José Muñoz fueron ejecutados con precisión quirúrgica, en lo que parece un mensaje silencioso —y aterrador— contra el poder político capitalino.
Un ataque a plena luz del día que desafía al Estado
El asesinato de Ximena Guzmán y José Muñoz, colaboradores cercanos de la jefa de Gobierno Clara Brugada, no solo dejó a la opinión pública sin aliento, sino también a las autoridades sin pistas. La escena del crimen, registrada por cámaras y testigos, reveló un modus operandi propio de sicarios profesionales: cero huellas, arma limpia, tres vehículos robados y un escape perfectamente sincronizado hacia el Estado de México.
Ambos funcionarios formaban parte del círculo íntimo de Brugada, hoy la mujer con más poder político en la capital. Y sin embargo, fueron abatidos sin advertencia previa, sin amenazas, sin margen de defensa. La Fiscalía capitalina ha sido clara: fue un ataque directo, con alto grado de planeación, y una inversión logística considerable. Aún así, no hay sospechosos.
¿Quién mató a Ximena Guzmán?
El martes, poco después de las 7 de la mañana, un sicario se acercó al vehículo donde Ximena esperaba a José. Había hecho lo mismo días antes: observar, estudiar, memorizar. A bordo de una motocicleta negra, simuló pedir un taxi frente al parabrisas de la víctima. Y en cuanto Muñoz abordó el coche, descargó 12 balas a quemarropa. Seis impactaron en Guzmán. Cuatro en Muñoz. Las otras dos, solo Dios sabe.
La policía, según informó el titular de Seguridad Ciudadana, Pablo Vázquez, ha logrado trazar parte de la ruta de escape gracias a las cámaras del C5. El sicario abandonó la motocicleta y abordó un coche azul junto a tres cómplices. Luego cambiaron a una camioneta gris que los llevó al Estado de México. Los tres vehículos eran robados. Todos tenían los números de serie alterados.
Una ejecución sin errores visibles
- No hay huellas dactilares.
- El arma no había sido usada antes.
- La escena estaba limpia.
- Los asesinos no cometieron errores evidentes.
Las autoridades analizan restos de ropa y buscan ADN en los vehículos. Hasta ahora, sin resultados.
El silencio que incomoda al poder
La muerte de Guzmán y Muñoz no es solo un asesinato más. No eran celebridades, pero sí operadores de confianza de Clara Brugada. La ahora jefa de Gobierno lamentó en redes el crimen con un escueto: “Nos duele el alma”. Pero el subtexto es más oscuro: ¿fue un mensaje político? ¿Un amago de desestabilización?
Ni la Fiscalía ni la Secretaría de Seguridad lo confirman. Pero tampoco lo descartan. Oficialmente no hay pruebas de que los sicarios hayan seguido individualmente a Guzmán o Muñoz. Solo se sabe que alguien vigiló la zona días antes. Un operativo quirúrgico, puntual, que plantea más preguntas que respuestas.
¿Un crimen simbólico?
La hipótesis de un atentado indirecto contra Brugada cobra fuerza entre analistas. Iztapalapa, cuna política de la mandataria capitalina, es una de las alcaldías más pobladas y violentas. Ahí empezó su carrera, ahí forjó lealtades. Guzmán y Muñoz fueron parte de ese equipo desde el origen.
La violencia, en este caso, parece tener una intención más profunda: generar miedo. Dejar claro que nadie, ni siquiera quienes rodean al poder, está a salvo.
Una investigación sin norte claro
Vázquez y la fiscal Bertha Alcalde han evitado comprometerse con una línea clara de investigación. Aseguran que “todas serán agotadas”, incluyendo la posibilidad de un feminicidio, como marca el protocolo. Lo cierto es que, a días del crimen, no hay hipótesis sólida.
Ni autor material, ni intelectual, ni móvil.
¿Qué tiene en jaque a las autoridades?
- El nivel de profesionalismo de los sicarios.
- La falta de evidencias físicas.
- La precisión del ataque.
- La presión mediática y política.
Vázquez ha afirmado que colaboran con fiscalías estatales y que, en paralelo, han capturado a líderes criminales que podrían estar relacionados. Pero, por ahora, es solo una promesa.
La capital, entre el duelo y la incertidumbre
Ciudad de México no es ajena a la violencia. Pero este caso ha calado hondo. No se trata de un crimen común, sino de una ejecución cuidadosamente orquestada contra funcionarios de alto nivel, en una de las avenidas más transitadas de la ciudad.
La falta de avances refleja una vulnerabilidad institucional que incomoda: ¿cómo proteger al ciudadano común si ni siquiera el círculo del poder está seguro?
¿Y ahora qué sigue?
El cierre del caso Guzmán-Muñoz será clave para la credibilidad del nuevo gobierno capitalino. Más allá del esclarecimiento del crimen, lo que está en juego es la sensación de impunidad. El mensaje que se envía a la ciudadanía.
En palabras del jefe de la policía: “ninguna forma de violencia doblegará a la ciudad”. Pero las balas del martes dejaron algo más que muerte: dejaron miedo. Y ese, por ahora, sigue libre.