
La contrarreforma para revertir la reelección en Quintana Roo le cae, diría el clásico, como anillo al dedo.
Si en algún estado esta figura —usada en países de primer mundo— no tuvo el efecto por el cual fue incluida en los procesos democráticos, fue en Quintana Roo.
Los entonces promotores de la reelección establecieron que sería un mecanismo de aprobación o castigo para gobernantes y legisladores. Si hacían bien su trabajo, continuarían; si su desempeño era deplorable, serían echados a punta de votos.
Pero en Quintana Roo, esta teoría chocó con la realidad.
Si la reelección fuera efectiva contra los malos gobiernos, entonces que alguien explique cómo es que fueron reelectas —por ejemplo— Blanca Merari Tziu y Yensunni Martínez, como alcaldesas de Puerto Morelos y Chetumal, respectivamente.
En el Congreso, los casos “inexplicables” abundan, como los de Andrea González, Silvia Dzul o José María Chacón Chablé.
El caso más bizarro, es del maromero Juan Carrillo que ha sido reelecto como alcalde y diputado federal.
La experiencia de la reelección ha sido, en Quintana Roo, más bien amarga.
Y claro, esta figura pierde aún más sentido cuando hay un contexto de partido único, como el que quedó tras los pactos de 2021.
Lo malo, según el presidente de la Jucopo en la Cámara de Diputados, Ricardo Monreal, es que la reforma para eliminar la reelección se aplicaría hasta 2030.