| ALTAVOZ | Carlos Joaquín: De la exceptiva del cambio a la realidad de la deslealtad

Las lapidarias declaraciones del exalcalde de Playa del Carmen y exsecretario de Gobierno, Gabriel Mendicuti, contra el exgobernador Carlos Joaquín, provocaron, de entrada, euforia entre las nostálgicas huestes borgistas, que aún suspiran por el desenfreno y la abundancia.

Excolaboradores oficiales y oficiosos daban volantines de emoción ante las acusaciones de proteger al narcotráfico lanzadas por Mendicuti, que hundieron más en el descrédito al de por sí desprestigiado ex Gobernador.

En el proceso de sucesión de 2016, Carlos Joaquín irrumpió como la única esperanza para revertir un lustro de abusos y excesos de Roberto Borge, quien a su vez fue impuesto irresponsablemente por Félix González Canto.

El meridano-playense, tras buscar candidatura por el PRI —partido por el que fue presidente municipal del entonces Solidaridad y diputado federal—, llegó a la 22 de Enero con la alianza PAN-PRD, la cual —como dirían en el argot futbolero sudamericano— la rompió en la amplia jornada electoral nacional de 2016.

Si bien venía del PRI, el exalcalde playense se convirtió en el personaje que cavaría la tumba del priismo en Quintana Roo, que con Borge estaba hasta el cuello en corrupción y autoritarismo.

La expectativa con el segundo gobernador de apellido Joaquín  fue enorme. Las encarcelaciones de Borge y otros borgistas ayudaron a legitimar el arranque del malogrado “Gobierno del Cambio”.

Pero el gozo se fue al pozo.

“Carlos (Joaquín) se enredó con el poder”, sentenció un experimentado político local.

Pronto, el exsubsecretario de Turismo quedó sedado por la comodidad del cargo y le cedió el gobierno real a su eterno asesor, Juan de la Luz Enríquez Kanfachi, quien tenía amplias facultades, incluida la seguridad. Él trajo a Alberto Capella y a Óscar Montes de Oca.

Y el “Cambio” cayó en una espiral de degradación, con un gobernador ensimismado y un superasesor superambicioso.

Corrupción contra corruptos

Su ofrecimiento de llamar a cuentas al borgismo terminó en un burdo acto de corrupción. Muchos de los indiciados terminaron inexplicablemente libres. A otros no les fue tan bien: pasaron unos meses presos y luego obtuvieron su libertad mediante tecnicismos legales. Entre ellos: Mauricio Góngora, candidato del PRI en 2016, y el propio Gabriel Mendicuti, quien fuera secretario de Gobierno del borgismo.

El sexenio joaquinista terminó siendo una parodia. No le quedó más remedio que capitular ante el presidente López Obrador, quien incluso lo elogió públicamente luego de que Morena ganara los cuatro distritos federales en Quintana Roo.

Uno de los actos más ominosos del exgobernador fue que, mientras presidía la GOAN, negociaba su sucesión con Morena y el Partido Verde, incluido su envío como embajador a Canadá.

Sabotaje a la democracia

El falso democrático saboteó al PAN y al PRD, y es corresponsable del colapso republicano en la entidad. El daño causado al estado es incuantificable y prácticamente irreversible.

Lo mejor de lo dicho por Mendicuti fue que ayudó a rescatar en la memoria colectiva la deslealtad de Carlos Joaquín a la democracia… y a Quintana Roo.

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